Título original: The Bone Weaver’s Orchard
Idioma original: Inglés
Año: 2019
Editorial: Dilatando Mentes Editorial (2020)
Traducción: José Ángel de Dios García
Género: Novela (Terror)
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2020
¿Qué puede haber más inquietante que un internado construído sobre los secretos de una vieja abadía? De los oscuros rincones y sus fantasmas nos habla Sarah Read en El jardín del tallador de huesos a través de los ojos inocentes de su protagonista.
Algo sucede en el Colegio Old Cross. Los niños desaparecen y nadie, salvo Charley, parece darse cuenta de ello. Con todo, el niño perseverará hasta descubrir los perversos secretos que guarda la que antaño fue una abadía. Con esta siniestra búsqueda empieza El jardín del tallador de huesos, novela ganadora del Premio Bram Stoker 2020 y del premio This is horror 2020, publicado en castellano por Dilatando Mentes.
Una historia de terror clásico
La vida de Charley no ha sido fácil. Huérfano de madre y con un padre militar, el chico se ve obligado a abandonar su hogar en El Cairo cuando estallan las revueltas. Su nuevo destino no podía ser menos parecido a los cálidos paisajes del continente africano que lo vieron crecer: el Colegio Old Cross para chicos.
El colegio, toda una institución de reputado prestigio, se ubica en el sombrío y húmedo North Yorkshire. Los terrenos que ahora ocupa fueron en el pasado una abadía, propiedad de un conde al cual la tragedia persiguió hasta el último de sus días. Así pues, las aulas y los dormitorios de las jóvenes promesas británicas se asientan sobre las viejas tumbas del sacro edificio. Ese será el tablero de juego de El jardín del tallador de huesos.
Para Charley, el monstruoso dédalo de túneles de piedra y escaleras resulta inquietante. Y más aún cuando durante las primeras noches de estancia en su nuevo hogar presencia un suceso monstruoso. Una criatura gris y harapienta se pasea por los aposentos de los chicos. Los profesores niegan su existencia y los estudiantes mayores lo llaman fantasma. Pero Charley está convencido de que bajo las vendas grises y la incipiente cojera se oculta una figura humana. Y que sus intenciones no son buenas.
Nadie cree en sus palabras. Ni siquiera cuando su mejor amigo, Ethan Bowles, desaparece de la noche a la mañana mientras se encontraba recuperándose de un accidente. Así, convertido en una Casandra cuyos presagios no son jamás escuchados, Charley inicia por su cuenta una búsqueda para descubrir el paradero de su amigo. Sin saberlo, el chico acabará hurgando en los secretos más turbios que esconde Old Cross. Especialmente en su ala este, derruída y medio abandonada. ¿O tal vez no?
Una historia de atmósferas opresivas
Si algo destaca en la prosa de Sarah Read es su talento para crear escenarios opresivos en unas pocas líneas. La autora, consagrada en la ficción breve, aporta a esta primera novela todas las virtudes de un buen relato de terror. Cada uno de los capítulos que componen El jardín del tallador de huesos es, en sí mismo, un pequeño fragmento de horror destinado a estallar en el clímax final con que cierra esta historia.
Hizo un alto para recuperar el aliento y, con su pulso todavía acelerado, retiró los guijarros incrustados en su mano. Charley sintió que comenzaba a perder el conocimiento. Pasó los dedos sobre aquellas piedras diminutas. Dientes. Estaba convencido de que eran dientes.
Acompañar a Charley a través de los pasillos ocultos y las escaleras de destino incierto mantiene al lector en vilo durante las casi 300 páginas que componen esta novela. Y lo que descubre junto al muchacho despedaza el alma y roba el aliento. Nada, ni siquiera el excelente prólogo de Daniel Pérez Castrillón pueden preparar para la galería de horrores y perversión que aguardan entre las páginas de este libro.
Si bien los elementos que componen El jardín del tallador de huesos no pueden considerarse aterradores de por sí, sí que sobrecogen en suma. A cada nuevo paso de Charley, nuestra guía en este descenso a la oscuridad, el cerco se va cerrando. Y lo que antaño pudo parecer un entorno seguro o una mano amiga se transforma en una trampa mortal. A fin de cuentas, esta es una novela de secretos. Y donde existen verdades ocultas, no puede haber confianza.
Los personajes: las flores en el jardín
Con todo, esta es una historia que, pese a lo macabro de su contenido, consigue arrancar más de una sonrisa. Esto se debe especialmente al cuidado elenco de personajes que la componen. Empezando por su protagonista, el siempre melancólico Charley Winslow.
Charley es un niño envuelto en un aura de tristeza permanente. Casi como un héroe romántico, deambula por los terrenos de Old Cross siempre con la mirada baja, huyendo de sus semejantes. Con el corazón siempre en El Cairo, ocupa su tiempo dedicándose a su mayor afición: la entomología. Los insectos que porta consigo y los que va capturando durante su estancia en el colegio son sus grandes compañeros. Aunque no los únicos.
Charley dejó la caja sobre su cama. Encaró a los muchachos y estos, sus supuestos compañeros, lo miraban sin decir nada. Malcolm sostenía un bastón largo en la mano, como si aquella pieza de sauce fuera una extensión de su brazo.
Sam, el jardinero de Old Cross, no tarda en convertirse en un amigo para el niño. El hombre, de piel oscura y sonrisa permanente, oculta en su cuello una fea cicatriz. Una marca tan horrible como el pasado que se cierne sobre él. También cercana a Charley se muestra la enfermera jefe Grace, una mujer metódica y protectora para con el niño.
No ocurre así con el director de centro, Byrne, siempre distante e incluso cruel. Tampoco sus maestros parecen tenerlo en gran estima. Ni ellos, ni sus compañeros. Los poco convencionales métodos por los cuales se educó mientras viajaba por África lo convierten en una rareza. Un ejemplar exótico al que mantener vigilado.
Privado así de vínculos con sus semejantes, cuando Bowles desaparece, Charley se ve obligado a aceptar las manos que le brindan Sam y Grace. Al menos, hasta que la sombra de la sospecha planee sobre ellos y las telarañas de secretos los cubran.
Y es que todos los que deambulan por las páginas de El jardín del tallador de huesos tienen una historia que contar. O tal vez que ocultar. Y corresponde al triste Charley desenmarañar esta madeja de mentiras, medias verdades y dobles intenciones. Debe hacerlo si quiere descubrir quién se oculta tras los harapos grises y dónde van a parar los niños que desaparecen de Old Cross.
Estética de contenido y de aspecto
La riqueza de El jardín del tallador de huesos no radica solo en su historia. Mención aparte merece la edición publicada por Dilatando Mentes. Varias imágenes en blanco y negro que muestran paisajes con toda suerte de insectos en el papel protagonista se intercalan entre los capítulos. Cada uno de ellos abre además con una imagen que simula la vieja abadía que es ahora Old Cross.
De hecho, ilustraciones que muestran espacios propios de este tipo de edificaciones acompañan tanto el ya mencionado prólogo de Daniel Pérez Castrillón como el postfacio de Consuelo Abellán. Un postfacio que cierra estupendamente esta historia, ofreciendo una compleja y deliciosa comparativa entre esta obra y otras cuyo tema central es el mismo: la crueldad hacia los niños y el encirerro.
Esta novela es pues una muy buena historia de terror que juega con los elementos clásicos del género y los reviste del toque personal de Sarah Read. Si gustáis de deambular a oscuras por los pasillos olvidados de una vieja abadía, esta es la historia que andáis buscando. Si no, guardaos mucho de resultar heridos: a los depredadores de la noche les gusta cazar a las presas más débiles.