Texto: Tony Jiménez
Ilustraciones: Juan Alberto Hernández
Año: 2017
Editorial: Dilatando Mentes
Género: Novela (terror)
El bosque eterno
Tony Jiménez es un autor del terror patrio de una cierta trayectoria y reputación. Publica su última novela en Dilatando Mentes, una editorial conocida por sus apuestas peculiares y alejadas del mainstream (esta misma semana os hablábamos de otra de sus publicaciones, No hay santos). En este contexto, Al final del bosque se define como una suerte de hijo bastardo de Silent Hill y La niebla (S. King), una historia de terror ambientada en un bosque con ecos de muchas obras y ficciones resonando entre sus páginas. Necesitaba leerlo, claro: le tengo aprecio a Jiménez desde que leí Here’s Johnny, su exhaustiva y completa enciclopedia sobre mi (nuestro) adorado autor de Maine.
Dice Emilio López en el prólogo: «El bosque siempre ha sido un paraje ligado al inframundo, es un cruce de caminos hacia otro umbral más tenebroso y extraño». Esto es así, quienes nos acercamos de forma regular al terror lo sabemos, y por ello Jiménez decide que los personajes de su novela viajarán a un bosque inmenso, tétrico y que no es tan solo un mero conjunto de árboles. Una extensión boscosa es como el mar: en ella puede pasar de todo y a veces entrar es decir adiós a todo cuanto hay fuera. Así, un profesor de Historia y su hijo se encuentran con unos amigos del primero para limar una serie de asperezas del pasado. Sin embargo, el bosque tiene otros planes y son inmediatas la tensión y el conflicto. Porque este no es un bosque común (¿lo son alguna vez?). Primer gran punto a favor de la obra: el bosque no es mera ambientación. Puede parecer una obviedad, pero en Al final del bosque, este lugar es crucial, y la narración consigue que nos percatemos de ello.
Al final del bosque tiene una estructura muy cinematográfica, con tres actos diferenciados, el primero de los cuales presenta a los personajes y los ubica; el resto ya es bosque. Hay una gran separación entre el primer acto y el resto de la obra, pues en estos capítulos de presentación Jiménez se lo toma con calma, recurre a una serie de artificios para crear la sugestión en el lector del tema del libro, plantea los conflictos principales sin llegar a dibujarlos del todo, de un modo inteligente. De este modo, deja todos los cabos que necesita listos para ser empleados una vez esté ya en el bosque. La segunda parte es la más interesante, claro, porque es donde reside todo el meollo de la cuestión. Los personajes se adentran en la masa de árboles para realizar una expedición de caza y a partir de ahí comienzan los fenómenos: ven cosas, oyen cosas, huelen cosas, el bosque cambia, aparecen nieblas misteriosas, etcétera. Toda esta fenomenología está muy bien resuelta y surge de un modo terrorífico y muy visual que me ha sorprendido bastante.
Raymond se quedó paralizado. El universo le imitó. Cualquier sonido que se escuchara en ese momento, ya fuera ligero o fuerte, desapareció como si nunca hubiera existido, como si se trataran de estúpidas molestias que enmascaraban el verdadero rostro de la realidad que se vivía en Bluefield, especialmente entre árboles, ríos, rocas, matorrales y montañas.
Integración de tropos del género
En este sentido, la mayor parte de cositas que pasan (o se encuentran) en el bosque, al igual que aquello que aparece antes de entrar en este, son elementos que podíamos haber visto en otras ficciones; tropos habituales del género, estructuras familiares. Es evidente: el Salón de Curiosidades parece sacado de una película de Rob Zombie, la desorientación que sienten los personajes y esa confusión entre día y noche se asemejan a la de los estudiantes de El proyecto de la bruja de Blair (1999), los seres encontrados son muy parecidos al monstruo de El ritual (2017; no he leído el libro). Y luego está la referencia y la semejanza con algunos creepypasta que no concreto para no destripar nada. El autor abraza estas referencias y, de hecho, en una nota posterior habla de todas aquellas que podemos encontrar en la obra (algunas de estas que os marco son de cosecha propia). La gracia es que todos estos elementos se encuentran integrados en un ejercicio muy solvente y es muy interesante leer a Jiménez porque sabe lo que hace, conoce el terror y utiliza ciertos motivos de un modo digno de aplauso. La cadencia es fantástica, los conflictos con el bosque se suceden y todo ello de una forma sosegada, pero no por ello tranquila; Al final del bosque es una de esas novelas de terror capaces de intranquilizar al lector, de lo cual me alegro.
Todo esto que os digo deja clara una cosa: la novela me ha gustado. He disfrutado de la lectura, más de la parte en la que están en el bosque que de los capítulos iniciales (después del primero, que es un principio estupendo). Sin embargo, hay una serie de peros relacionados con la escritura. Aunque pienso que Jiménez no es un mal escritor (sobre todo por su capacidad de desarrollar una historia como esta de forma solvente y que no decaiga en ningún instante), hay una serie de cosas que no me han satisfecho demasiado. A veces los personajes pecan de ser un poco maniqueos; entiendo por qué se hace (por ejemplo, Garland representa un poco al redneck, y por eso tiene que ser tan… tan) pero no me gusta demasiado. Por otro lado, hay veces que Jiménez se pasa narrando. Se nota más en la primera parte. Un ejemplo: al principio, en la clase que da Emerson de historia, se producen una serie de reflexiones que dan pistas sobre el tema del libro (una suerte de metonimia que a mí siempre me ha gustado mucho, más incluso que cuando se pone a llover en los funerales). Para que al lector le quede claro, se incide demasiado en el mismo punto, llegando incluso a romper ligeramente el ritmo de la lectura. Pero ocurre solo a veces y no llega a ser demasiado molesto. Como os digo, no me parece que Jiménez sea mal escritor, para nada. Es muy capaz, Al final del bosque lo prueba.
Quería comentaros un par de cositas con respecto de la edición. No sé si habéis leído algún libro de Dilatando Mentes, pero madre mía, es una verdadera pasada. Las ilustraciones, magníficas, van muy acordes con la novela y en cada inicio de capítulo o de parte se insertan pequeñas ilustraciones, citas, páginas de otro color, creando un todo espectacular. Además, tiene contenido extra: no solo un prólogo y un postfacio, sino un apartado donde el autor explica las referencias y una pequeña relación de algunos bosques literarios y de película. Es una auténtica gozada que hace que la experiencia lectora sea muy completa. La única pega que encuentro es que utiliza una fuente que llega a dificultar un poco la lectura (a lo mejor solo ocurre si eres un topillo con ocho dioptrías por ojo), más por el tamaño que por la fuente en sí, que es muy elegante. En esta misma línea, hay alguna errata en la obra (sobre todo hay comas entre sujeto y predicado) que sería conveniente revisar para hacer aún más perfecta esta estupenda edición.
Si sois fans de la literatura de terror, debéis darle una oportunidad a Al final del bosque y descubrir aquello que se encuentra entre los árboles. Pero viajad con precaución, pues no todos salen de aquí con vida.