La amistad en el desarrollo de personajes

Tren sobre un puente con imagen de un abrazo superpuesta

¿Qué habría sido de Frodo sin Sam? ¿Habría llegado a Mordor? ¿Habría conseguido tirar el Anillo Único en el Monte del Destino? Mucho se comenta sobre la amistad entre estos dos personajes y la importancia de Sam a lo largo de El señor de los anillos, pero de lo que no cabe la menor duda es de cómo ambos se complementan y sirven para definirse en contraposición con el otro.

Me alegro de estar contigo, Samsagaz Gamyi. Aquí, al final de todas las cosas.

 

 

Definición por comparación

Si no existiera la luz, no habría oscuridad. Si no tuviéramos una definición de lo que es bueno, no podríamos distinguir lo que es malo. Si todas tuviéramos la misma altura, no habría personas bajas ni altas. Los conceptos, los objetos o los seres humanos suelen definirse al compararse con otros conceptos, objetos o seres con los que guardan cierta semejanza. Cuando pedimos que nos echen «un poco más de azúcar», ese poco está en relación a algo. Siempre podemos decir la cantidad en gramos, claro, pero a ver quién tiene tanto ojo.

Bien, pues a la hora de construir personajes pasa algo parecido. Podemos decir que alguien tiene una belleza espectacular, y posiblemente estemos imaginando a Chris Evans o Jamie Clayton, pero si esa belleza luego es comparada en relación a una rata, seguramente acabemos bajando el listón. Los escritores usan constantemente metáforas o comparaciones para describir personajes y situaciones, pero hay un método más indirecto y efectivo a nivel narrativo: el compañero. El mantra «muestra, no cuentes» encuentra aquí un modo muy natural de ponerse en marcha.

Frodo y Sam al final de El Retorno del ReyFrodo y Sam se complementan de tal modo que se nos hace imposible pensar en la aventura de destruir el Anillo sin los dos de la mano. Ya no solo porque seguramente Frodo habría caído víctima de la Oscuridad mucho antes, sino porque es Sam en particular quien le recuerda que sigue habiendo luz en el mundo: en el pequeño microcosmos del señor Bolsón, Gamyi es esa luz. Tampoco habríamos entendido la lealtad de Sam de la misma forma de no ser por su tesón y su actitud frente a Frodo en todo momento, su comprensión de la situación. En una versión más moderna y retorcida, quizá Sam acabara cansándose y marchándose, convirtiéndose Frodo en un fiel servidor de la oscuridad. La relación entre ambos los define de una manera única, de modo que si cambiara en algún aspecto, ya no es que la historia hubiera sido diferente, sino que ninguno de ellos sería el mismo. No son figuras independientes.

Encontramos una situación similar, aunque en un grado menor, en parejas como Raoden y Galladon (Elantris), Danekal de Laurvat y Evan de Lenvania (El sueño de los muertos), o Kirk y Spock (Star Trek). Si conocéis algunas de estas obras sabréis ya de qué modelo estoy hablando: el de la pareja tragicómica. Aunque en estos casos existen diversos matices que enriquecen las relaciones.

De la risa al llanto

Portada de «Cántico por un alma», de Virginia Pérez de la PuenteQuizá la pareja que se ajusta más al término de tragicomedia es la que conforma Virginia Pérez de la Puente en su saga de El Segundo Ocaso. De hecho, es algo bastante recurrente en su obra. Lo encontramos no solo en la relación de Danekal con Evan, sino también en la de Issi y Keyen (La Elegida de la Muerte), solo que estos son pareja romántica; en Hijos del Dios Tuerto con Harek y Thrain; y en Cántico por un alma con Kirael y Asau. Los primeros de cada pareja son los protagonistas, aquellos que el Destino ha elegido, que tienen una responsabilidad o un problema de gran magnitud que resolver. Esta actitud que podría pasar por la regia y estirada de cualquier héroe clásico (con matices según el caso), es matizada por la relación que mantienen con sus acompañantes. Estos últimos aportan un toque de humor, suelen ser más despreocupados, aunque extremadamente leales, y se ocupan de sacar a los protagonistas a tomar algo antes de que el peso del Destino haga que les explote la cabeza. También los sacan de ese bucle de seriedad y les aportan una humanidad que sería más difícil de expresar de ir en solitario (o que implicaría contar, más que mostrar). Del mismo modo, la actitud de los protagonistas hace que estos secundarios no sean meras cabras locas o bufones de feria: tienen sus momentos de seriedad, de preocupación sincera por sus amigos, y gracias a las conversaciones entre ambos conseguimos leer reflexiones muy interesantes sobre dilemas morales que resultan claves para el avance de la historia. Y es que las amistades pueden ser un motor muy importante del argumento.

El caso de Raoden y Galladon en Elantris es ligeramente diferente. Más que compensarlo con humor, Galladon aporta una visión más realista de la situación. Raoden podría ser el perfecto héroe de manual de no tener el pesimismo de su compañero al lado para contrastar. Eso no solo sirve para criticar el excesivo optimismo del príncipe de Arelon (que deja de percibirse como una excelsa virtud), sino para hablar de algo mucho más profundo: la depresión.

Los optimistas no podéis comprender que una persona deprimida no quiere que intentéis alegrarla. Eso nos pone enfermos.
Galladon en Elantris, de Brandon Sanderson.

El caso de Kirk y Spock también es diferente. En este caso, no es tanto la posición de la seriedad contra el humor, sino el instinto contra la lógica: muchas veces se contraponen, pero otras muchas se complementan. La ficción funciona por la interacción entre ambos, incluso cuando ya los conocemos. Desde que se encuentran asistimos a la construcción de su amistad y la confianza entre ellos, aunque representen para cada uno lo contrario a su esencia. La relación entre Kirk y Spock dinamiza a los propios personajes, hace que continuamente se estén midiendo a sí mismos y considerando otras posibilidades gracias a la visión de la otra persona, sin necesidad de acudir a complejos monólogos interiores.

Este modelo de construcción de personajes tiene un efecto secundario en los lectores: la polarización. Al encontrarnos ante dos individuos tan diferentes no es difícil que cada cual se sienta más identificado o cercano con uno u otro. Es por eso que la discusión entre Jack o Kirtash será eterna, por mucho que Laura Gallego pusiera todos los elementos mágicos a su alcance para que este trío idhunita funcionara sin posibilidad de réplica. De no tener a uno de los dos, la controversia ni siquiera se habría iniciado, pero también sería mucho más difícil ver las virtudes y defectos de cada uno, porque todo estaría contaminado por la visión de otros personajes como Victoria, Shail o Alsan.

Amistad grupal

Esta polarización se atenúa cuando nos encontramos frente a un grupo de amigos. Las diferentes actitudes se dividen entre más personajes y los enriquece, puesto que las relaciones de un individuo con cada compañero suelen ser diferentes.

Llegados a este punto, podría decirse que esto no es nada que merezca la pena señalarse, puesto que algo clave en la ficción es la interacción entre personajes… sobre todo de la protagonista frente al villano. Pero es menos habitual ver amistades (reales, no solo compañeros de viaje) enfrentándose a un mismo problema, sobre todo en estos últimos tiempos donde el individualismo parece ser la pieza clave en casi cualquier pieza narrativa.

Poster de Star Trek: DiscoverySuele haber una figura que sobresale, como es el caso de Michael Burnham en Star Trek: Discovery. Sin embargo, su compleja personalidad no se podría haber desarrollado en pantalla sin Saru, Tilly, Tyler, Georgiou, Pyke, Sarek, Spock o Lorca. Con cada uno de ellos se relaciona de una forma diferente, ya no solo por el pasado (no encontramos la misma relación con Saru al principio de la primera temporada que al final), sino por lo que suponen para ella: hermano, amiga, amante, mentor. Ese entramado muestra múltiples dimensiones de la personalidad de Burnham que es imposible conseguir con él en solitario (podemos recordar a Mark Watney, de El Marciano, que tiene un desarrollo mucho más plano debido a la falta de interacción con otros personajes). En el caso de Discovery, lo que ocurre es que Burnham es tan central que el resto de personajes no están tan bien dibujados. Tilly también tiene mucho contacto con Saru o Stamets, pero no está al mismo nivel, y solo pequeñas subtramas nos permiten expandir su personalidad.

Dar a todo el mundo su espacio en una obra con un protagonista muy definido, ya sea audiovisual o literaria, no es tan fácil. Con Harry Potter ocurre algo similar que en el caso anterior, aunque el núcleo esté conformado por tres personas. Harry es quien se relaciona con más gente; el ámbito de Ron se queda más en la familia; Hermione adquiere una nueva dimensión por su relación con Krum en El cáliz de fuego, pero poco más.

Mucho mejor ejemplo de cómo se desarrollan los personajes por sus relaciones de amistad es El largo viaje a un pequeño planeta iracundo, de Becky Chambers. Ni siquiera el capitán de la Peregrina destaca sobre el resto. Todos tienen su momento, su historia; son muy diferentes entre sí y a veces chocan entre ellos, se definen por sus reacciones ante los demás.

Aun así, no llegan a la profundidad de las protagonistas de La Compañía Amable, precisamente porque Chambers se centra más en historias personales, mientras que las historias de Trig, Nadeeha, Violante, Dalika y Ava están plenamente entrelazadas entre sí. Vega, además, separa los episodios entre el pasado y el presente de las aventureras, lo que todavía magnifica más su multidimensionalidad. En este aspecto, quizá sea Violante la más compleja, porque su relación con sus compañeras también lo es, incluso con ella misma. Pero es esa interacción la que más la define, más allá de su objetivo por conseguir un artilugio mágico. Porque por una amiga… es distinto.

Portada de «La compañía amable», de Rocío VegaLas amistades de nuestra vida

Quizá comprobar cómo la amistad ayuda a desarrollar personajes sea algo esencial para que encontremos más historias con amigos a partir de ahora. Y es que hubo un tiempo, sobre todo cuando las distopías juveniles estaban al alza, que eché mucho de menos estas relaciones en la ficción, casi como si estorbaran al héroe en su camino. Y lo cierto es que no solo pueden ser una ayuda (para la protagonista y a nivel narrativo), sino que son algo que todos tenemos en nuestra vida. El estereotipo de la heroína independiente (tanto, que está completamente sola) y con todo el peso del futuro del mundo sobre los hombros casi resulta inverosímil. Nos gusta tener amistades; nuestros personajes se las merecen.

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Créditos:

Fotografía 1 (tren y abrazo): Roland Lösslein y Vonecia Carswell
Frodo y Sam: screencapped.net