Astrid Lindgren: Pippi Calzaslargas

Pippi Calzaslargas. Libros Prohibidos

Título completo: Pippi Calzaslargas. Todas las historias
Título original:
Pippi Langstrump, Pippi Langstrump gaa om bord y Pippi Langstrump i Söderhavet
Idioma original: Sueco
Año: 
1945, 1955 y 1956
Editorial: Blackie Books (2018)
Género:
 Colección de novelas cortas (Fantasía infantil)
Traducción: Blanca Ríos y Eulalia Boada

Vuelve la niña más fuerte del mundo

Creo que todos, quien más o quien menos, hemos oído hablar de Pippi Langstrump, Pippi Calzaslargas, la niña que podía levantar a pulso a su caballo, que vivía ella sola por su cuenta con su mono y que se fue a navegar en busca de piratas y aventuras. Y si no es así, pues me voy a sentir MUY viejo —jurásico— de una forma alarmante. Al menos me queda el consuelo de que, más allá de la famosa serie de TV de los años 60, salió otra de animación más reciente. Y los libros de Astrid Lindgren, claro, que siempre han estado ahí. Ahora Blackie Books ha publicado en un solo tomo todas las historias de esta pelirroja, pecosa y gamberra niña que hacía lo que le daba la gana. Vamos a repasarlo y, ya de paso, a refrescarnos la memoria.

«¿El hombre más fuerte del mundo? No me da miedo. YO soy la niña más fuerte. No olvides este detalle.» Pippi Calzaslargas.
Gracias a Pippi, los niños y niñas se sienten más fuertes. Más fantasiosos, más feministas, más generosos, más libres. La gran niña rebelde de la literatura brilla hoy más que nunca.

Quiero empezar resaltando el trabajo de Blackie Books con el diseño y acabado de este libro. Esta editorial sabe como ninguna otra cómo tratar los textos, cómo darles su sitio. Su forma de entender el arte de la edición me encanta. Saben que una obra tan de sobra conocida por el gran público necesita presentar algo distinto. Y de ahí esta preciosidad de libro con esos colores tan llamativos y arriesgados; tan, tan Pippi, que incluso el borde de las páginas tiene un alegre color morado. Una forma excelente de darle vida a una reedición que merece la pena estar en todas las librerías, por muchos años que hayan pasado. Bravo.

Pippi Calzaslargas. Gamberros. Libros Prohibidos

Vayamos a la obra en sí. Como decía al principio, yo conocía a Pippi Calzaslargas por la añeja serie de TV, pero en realidad no había leído nada de ella hasta ahora. Lo primero que tengo que decir es que la adaptación televisiva es más que real. Sobre todo los primeros capítulos han sido llevados a la pantalla de maravilla; resultó imposible no leer sin que las imágenes de la serie no se me reprodujeran en la cabeza. Bien por ella.

Pensándolo bien, tampoco era tan complicado. Quiero decir que estamos ante un libro infantil y, como tal, su desarrollo es bastante básico. Esto no es una crítica, sino la realidad. Es lo normal, lo esperable y deseable de una obra así. Sin embargo, una vez pasado el shock de estar leyendo esa serie tan renombrada —al menos en mi caso—, como el adulto que soy, empecé a aburrirme. No sabía qué me estaba ocurriendo, ya que esto no me había pasado antes con otras obras infantiles como La telaraña de Carlota, por poner un ejemplo. Hasta que comprendí cuál era «el problema»: las aventuras de esta niña, simplemente no son para adultos, ni siquiera para los amantes de los libros infantiles. O mejor todavía, se trata de una obra expresa y únicamente pensada para niños. Que no se me enfade nadie, que lo desarrollo algo más abajo.

—No —contestó Pippi—. No hay nadie que tenga unas orejas de ese tamaño. Sería un monstruo… No, no puede haber nadie que tenga unas orejas tan enormes… Por lo menos en este país —añadió después de reflexionar un momento—: En China la cosa es diferente. En Shanghai vi un chino cuyas orejas eran tan grandes que las podía usar como impermeable. Cuando llovía, no tenía más que envolverse en sus orejas, y así estaba protegido y abrigado. Y si el tiempo empeoraba, invitaba a sus amigos y conocidos a que acamparan debajo de él.

Cada libro busca su propio camino para llegar a los lectores. En el caso de la literatura infantil suele ser mediante la magia, la fantasía, y cualquier otra cosa que sirva para disfrazar la realidad, para hacerla más amable para unas mentes todavía tiernas. Tal vez por eso gusta tanto entre los adultos, porque de alguna forma ayuda a la evasión y es de agradecer. Y, bueno, también porque son historias bonitas. Pues la marca que define las aventuras de Pippi Calzaslargas es su total irreverencia y casi desprecio hacia el mundo de los adultos. Astrid Lindgren vuelve como un calcetín nuestra realidad con un sentido del humor absurdo y bastante menos bienintencionado de lo que podría parecer en un principio. Esta obra va, sencillamente, de lo ridículos que resultamos, de lo aburridos que somos, de lo repetitivos y predecibles que sonamos. Va de lo mucho que mola ser niño, y de lo mucho mejor que sería si no estuviéramos nosotros, esos robots de carne y hueso y nuestras normas adultas.

Por lo tanto, entiendo que esta obra sea complicada de disfrutar por los adultos y, sin embargo, sea millones de veces más interesante para los más pequeños. Se lo recomiendo a cualquier mayor de 18, por supuesto, pero sobre todo recomiendo dejarlo al alcance de los más pequeños. Y, ya puestos, lo mejor de lo mejor es leérselo a los peques en voz alta. Creo sinceramente que este libro nació para ello. Leerlo en voz alta, disfrutar de esta niña imposible, de darle vida con nuestras palabras, de darle rienda suelta a esa Pippi que llevamos dentro y que nos hubiera encantado ser. De modo que os animo a acercaros a este hermoso —por dentro y por fuera— libro.

Si un viajero visitase cierta pequeña ciudad sueca y un día llegara a determinado lugar de sus alrededores, tendría ante sus ojos Villa Mangaporhombro. No es que esta casa tenga nada de especial, pues está bastante vieja y la rodea un descuidado y selvático jardín; pero lo más natural será que el visitante se detenga y se pregunte quién vivirá en ella y por qué hay un caballo en el porche. Si empieza a oscurecer y ve a una niña pasear por el jardín sin la menor intención de irse a dormir, pensará: «No comprendo por qué la madre de esta niña no la ha enviado ya a la cama. Los demás niños están todos acostados a estas horas».

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Foto: Allen Taylor. Unsplash