Año: 2017
Editorial: Alianza (Runas)
Género: Novela (Fantasía)
Juego de tronos con hadas y muy mala sangre
El mundo mágico de las hadas, por su alta carga de fantasía, siempre se ha asociado a la literatura infantil. Por eso mismo, no soy capaz de decir cuál fue exactamente mi primer contacto con este tipo de historias; posiblemente en cuentos o en películas de animación. Lo que sí que recuerdo —muy bien además— es la primera vez que entré en contacto con el mundo feérico en la literatura. Fue el pasado verano con La corte de los espejos, y he de decir que la sorpresa fue potente, ya que aquello se parecía más a Juego de tronos que a los pitufos. Y fue tan grata impresión que no me he podido resistir y hoy traigo La última primavera, segunda parte de esta obra feérica de Concepción Perea.
Pese a los intentos de Nicasia por mantener la paz, la sombra de una nueva guerra civil planea sobre TerraLinde. Aglanor, un miembro de la aristocracia elfa, maquina en la sombra para reunir aliados y destronar a la reina. Con la Hueste Invernal oculta en los bosques, la caravana de los Ibn Bahar acampada a las puertas de la capital pidiendo justicia, y las muertes ocurridas en extrañas circunstancias, la situación es cada vez más funesta. Todo indica que esta va a ser la última primavera para la Dama RecorreTúneles.
Pues con este libro, Concepción Perea completa una obra magna de dos volúmenes protagonizados por Nicasia RecorreTúneles. No procede descartar que se desarrollen nuevas aventuras en el mundo de TerraLinde, ya que la autora ha creado un universo rico y vasto del que se pueden extraer docenas de historias. Para crear dicho mundo se ha servido de las tradiciones anglosajonas de historias de hadas —bastante más siniestras de lo que podría parecer en un principio— y les ha dado un toque personal. La comparación con Canción de hielo y fuego que hice en la presentación no es casual, ya que en esta novela no faltan espías, conjuras palaciegas, complots, secretos, traiciones y personajes con una ambición desmedida. Recrear este ambiente cortesano con unas características tan definidas y antinaturales, tan radicalmente distintas a como solemos ser la gente —más o menos— normal, no es nada fácil. Como ya hemos visto otras veces, son muchos los autores que fallan tratando de recrear situaciones similares. Se requiere mucha pericia a la hora de manejar los diálogos, la intención de lo que se dice, los dobles significados, los silencios.
Y para dominar los diálogos, claro, es necesario tener bajo control a los personajes. Los protagonistas de La última primavera rebosan de vida, ninguno de ellos para quieto un segundo; siempre están urdiendo algo, culebreando, buscando, tratando de conseguir sus objetivos. Y no importa que tengan las orejas picudas, el pelo de colores y una barba de musgo, te los crees al 100%. La autora se ha afanado en dotar a sus protagonistas —especialmente los principales— de varias capas de profundidad. Son complejos y dinámicos, a los que nunca terminas de conocer bien porque siempre hay algo más que descubrir. Sin embargo, a diferencia de en La corte de los espejos, me da la sensación que son «los otros» personajes principales quienes brillan más. Me han parecido más sugerentes las tramas de Arminta y Siobhan, especialmente esta última, con su búsqueda del nigromante muerto y la relación con TuerceRobles, el troll. Y, bueno, Dujal, claro, el phoka medio gato, que ya me viene enamorando desde la primera parte.
Dujal cogió una toalla que colgaba de un perchero abarrotado y comenzó a secarse la cabeza con energía.
—¿Crees que tengo celos de ese pisaverde? ¿Yo? Los celos son solo falta de confianza, y si algo no nos falta a los gatos es belleza y confianza. Espiaba, sí. Me pudo la curiosidad: quería saber qué te iba a contar.
Las comparaciones con la obra de George R. R. Martin no terminan ahí, ya que en el universo de TerraLinde, con tanta criatura malintencionada por ahí suelta, las muertes de todo tipo abundan. Y en ocasiones no se trata de simples fallecimientos: Perea no se corta a la hora de mostrar sangre y vísceras en su más descarnado realismo. Es cierto que la trama es siempre imprevisible y que nunca sabes qué te espera al final de cada capítulo, así que mejor sé prevenido y piensa que alguien la va a terminar palmando. De nuevo, no confundamos términos, que esto de ser un mundo de hadas y fantasía no significa bichitos monos posados en flores cantando y riendo. A ver si alguien va a regalar este libro a un niño tomándolo por literatura infantil y lo va a traumatizar de por vida. O va a crear un nuevo adepto del grimdark, quién sabe.
Magia por doquier
Si hay algo que ha conseguido fascinarme de este mundo feérico es el uso de la magia. Para las hadas la magia es algo natural, forma parte de su día a día y la utilizan casi sin darse cuenta. A veces es con hechizos complejos que requieren elaborados rituales y preparación. Pero otras veces son simples gestos, detalles nimios que están ahí y que funcionan igual que nuestros domésticos interruptores de la luz. Por lo tanto no tiene sentido hablar de sistemas de magia aquí; el propio mundo de TerraLinde en sí es todo un sistema de magia.
A este maravilloso efecto caleidoscópico que encontramos en La última primavera contribuye en buena medida el estilo narrativo que la autora ha adoptado para la ocasión. Su narración envuelve las escenas y articula la acción, haciendo algo muy complicado: a un mismo tiempo pone el foco en la magia y, a la vez, lo trata con total normalidad. Te dice «¡mira lo que están haciendo!» para al momento completarlo con un «¡es lo más normal del mundo!». En mi opinión, este efecto deslumbrante e hipnótico no es tan potente como en La corte de los espejos. Pese a que el estilo está más cuidado en esta segunda parte, pierde algo de esa frescura del primer contacto.
Las conchas no decían nada. Nunca había sido el augurio más fiable, a veces las respuestas eran extrañas, pero hasta ahora siempre había obtenido una respuesta. «¿Qué demonios está pasando aquí? —se preguntó mirando el suelo desconcertada. Por un momento pensó horrorizada que tal vez Fiona muriese antes de tener hijos—. No tiene lógica, entonces habrían dicho que “no”, pero no dice nada. No hay ninguna respuesta».
Para finalizar, me gustaría hacer hincapié en un detalle extraliterario que me ha hecho bastante gracia. La ilustración de la portada de La última primavera, realizada magistralmente por Carolina Bensler, viene a ser algo así como la versión mejorada y real de la de La corte de los espejos, donde parece que no prestaron mucha atención al contenido del libro y se liaron. Debió de ser algo así: «¿un libro de hadas con fantasía oscura e ingenería steampunk? Qué raro. Pondremos un hada mona —como por supuesto son todas las hadas—, en un jardín de noche, con algunos engranajes aquí y allá aunque no peguen ni con cola». Menudo despropósito. La nueva portada sí le hace justicia a Nicasia.
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Foto del hada: FoxDirectorFR