«Quita, que tú no sabes»: el Elegido como avatar del lector

Hay pocas personas que hayan cambiado ellas solas el curso de la historia: los cambios suelen ocurrir poco a poco en diferentes partes del entramado social y muchas veces hay que retroceder para poder avanzar después de un tiempo. Sin embargo, el Elegido es un motivo que no solo aparece constantemente en la literatura de género sino que sigue teniendo muy buena acogida como fórmula entre el público. El Elegido es ese personaje protagonista a quien se le encomienda una misión importantísima de manera más o menos inesperada: quizás es de quien hablaba la profecía, quizás estaba en el lugar justo en el momento adecuado. En cualquier caso, el Elegido suele tener una serie de habilidades que lo hacen apto para la tarea a desempeñar e indefectiblemente tiene un inquebrantable sentido del deber y un llamamiento a hacer lo correcto.

Podemos rastrear el origen del Elegido hasta la Antigüedad clásica; en la mitología y la tragedia clásica griegas, los seres humanos eran peones de los dioses: individuos que son elegidos a capricho y deben sufrir las consecuencias de cruzarse en el camino de las divinidades. Sin embargo, aún nos encontramos lejos del motivo contemporáneo del Elegido: aquí el héroe también es un avatar del público que escucha la historia, pero estas narraciones más bien sirven como explicación y justificación de las dificultades que puede encontrarse en la vida. Sirven, entre otras cosas, como consuelo ante la adversidad.

No tenemos el espacio aquí para examinar todas las diferentes iteraciones del motivo del Elegido, aunque sí podemos decir que una de ellas es el caballero andante protagonista de las novelas de caballerías. En este caso, el caballero andante sirve como un modelo a seguir y un guardián de la fe y la moralidad. Es cuando la individualidad comienza a cobrar importancia y cuando los ciudadanos comienzan a fantasear con ser especiales y únicos cuando el Elegido tal y como lo conocemos ahora comienza a despuntar.

A medida que los sociólogos van constatando a lo largo del siglo XX que gran parte de nuestros deseos y motivaciones vienen determinados por nuestro entorno social y nuestras circunstancias, hay una reacción opuesta a esta idea y, como colectivo, tendemos a sobreestimar lo independientes, auténticos y especiales que somos. A la vez, la era de la información nos hace cada vez más conscientes de los conflictos y problemáticas que existen a nivel global y nos sentimos compelidos a hacer algo al respecto. Es en este contexto en el que creo que triunfan las narrativas protagonizadas por el Elegido, porque cada lector puede verse reflejado en su figura, puede verlo como un avatar de sí mismo. El lector puede fantasear con tener el poder para solucionar los problemas de este mundo. Este Elegido-avatar se presenta en diferentes formas y cumple diferentes funciones; el género al que pertenece su narración determina en cierta manera sus características.

He aquí algunos tipos:

El Elegido aventurero

Esta clase de Elegido estaba un día tan tranquilo ocupándose de sus asuntos cuando la aventura llamó a su puerta y le hizo una oferta que no pudo rechazar. El Elegido aventurero es Bilbo Bolsón en El Hobbit, su sobrino Frodo en El Señor de los Anillos, es Harry Potter, pero también es John McClane en Jungla de Cristal. En La Historia Interminable, es Bastián Baltasar Bux, el niño que está leyendo el libro del uroboros en la portada; que levante la mano quien no se preguntó si al decir en voz alta el nuevo título de la Emperatriz Infantil su copia en tapa blanda lo transportaría a Fantasía y llegaría tarde a poner la mesa.

El Elegido aventurero sufre pero siempre triunfa y salva a todos; tiene muy claro quiénes son los buenos y quiénes los malos porque el lector no ha venido aquí a reflexionar sobre las complejidades y vericuetos de las crisis sistémicas sino a ser un héroe de forma vicaria durante un rato. Harry Potter es quizás una de las fantasías de poder definitivas: pasa de ser un huérfano carne de servicios sociales que vive en un armario ropero a un adolescente millonario, popular y famoso. Vale que no todo es un camino de rosas para él, pero qué le importa a cualquier colegial que esté tratando de dar el pelotazo como influencer. Lo importante es que más allá de eso, Harry siempre sabe hacer lo correcto y lo hace; la dificultad estriba en ganar un duelo pero nunca en tomar una decisión moral.

El papel del destino y las profecías es fundamental en este subgénero. El destino sirve para justificar por qué el protagonista de videojuego siempre acepta encantado la llamada de la carretera; en otras ocasiones se ve compelido por un cataclismo que reduce su pueblo natal a cenizas y no deja piedra sobre piedra. Uno de los temas centrales de Harry Potter es una profecía autocumplida, en tanto que Voldemort eligió a Harry por encima de Neville Longbottom.

Y donde hay una convención, se puede doblar y romper: a Terry Pratchett le encanta jugar con este motivo y escribe sobre aventureros reticentes tales como Rincewind o individuos que son obviamente el Elegido pero nunca cumplen su destino, como Zanahoria, de la Guardia de Ankh-Morpork. ¿Y qué es el destino, al fin y al cabo? Una confirmación de que eres especial. En Canción de Hielo y Fuego, las diferentes profecías llevan a diversos personajes a cometer atrocidades y hasta el borde de la locura porque no pueden creer que ellos no sean especiales, que no sean los Elegidos.

El Elegido superhéroe

Una segunda clase de Elegido es el superhéroe, junto con su versión genderbent la magical girl. El superhéroe es un individuo como cualquier otro que recibe capacidades especiales de manera casual, sea vía picadura de araña, exposición a residuo radiactivo o medallón-joyero mágico. Las aventuras semanales del superhéroe suelen dedicarse a detener a criminales de poca monta, muchas veces coordinados por el supervillano, el enemigo natural del superhéroe. En las adaptaciones cinematográficas suele tratarse de aventuras más épicas con alcance mundial.

Frente a las otras clases de Elegido, el superhéroe es un justiciero: llega allá a donde no llegan las fuerzas de seguridad estatales y a nadie parece importarle que se tome la justicia por su propia mano, porque el superhéroe siempre tiene la razón de su lado o como mínimo es una persona profundamente moral. Frente a los villanos maniqueos a los que se enfrentaba el Elegido aventurero, que no sabían ser otra cosa que malvados, los villanos de este género son psicológicamente más complejos, con un trasfondo y ciertas contradicciones que pueden hacer dudar al superhéroe y con él al lector. Sin embargo, no se trata de un género profundamente político como lo es la distopía, sino que se centra más en el estudio de personajes y las relaciones entre ellos. El lector deriva placer de estos choques dramáticos de personalidades y de la imposición final de paz y justicia como resultado.

No obstante, aunque estas narraciones no suelan profundizar en política a nivel teórico, ¿no nos encontraríamos en un estado de protofascismo si la justicia la imparten una serie de individuos excepcionales que tienen más que probados conflictos de intereses y aplican un código moral personal e individual? Esta es una de las ideas que explora Alan Moore en la novela gráfica Watchmen: la pregunta originalmente formulada por el poeta romano Juvenal «¿Quién vigila a los vigilantes?» resuena por toda la obra. Bradford Wright teoriza que Moore no solo deconstruye el motivo del superhéroe sino que a través de él habla de los individuos excepcionales de la vida real, «las Thatchers y los Reagans» en los que los ciudadanos confían para su salvación y en los que relegan sus responsabilidades morales.

El Elegido en la distopía

El lector de ciencia-ficción distópica sí que ha venido a reflexionar sobre las complejidades y vericuetos de las crisis sistémicas, por lo que el texto entero está al servicio de exponer el funcionamiento del estado distópico de turno. El Elegido protagonista sirve de testigo de todas las barrabasadas que ocurren y, en los ejemplos menos interesantes de distopía, no hace nada más. El hecho de que al lector promedio de distopía le gusten las preguntas difíciles no lo exime de conformarse con respuestas fáciles.

Esta clase de narrativas vienen en dos modalidades: en la optimista, el Elegido observa, escucha a los dos bandos y finalmente se decanta por una tercera vía que a nadie se le había ocurrido. Es el caso de Neo en Matrix Revolutions y Curtis en Snowpiercer. En la versión pesimista, el Elegido-testigo ocular estaba condenado desde el principio y no puede escapar de las garras del estado opresor. Es D-503 en Nosotros, Bernard Marx y John en Un mundo feliz, Guy Montag en Fahrenheit 451 y Winston Smith en 1984. Un ejemplo extraordinario y mucho menos conocido es la sección «Una oración por Sonmi~451» parte de El Atlas de las Nubes de David Mitchell.

El Elegido en la distopía suele ser un mindundi que se asoma a las tripas putrefactas del sistema porque es un inconformista y esto es lo que lo hace especial, no una casualidad o una profecía. Hay algo acerca de todo el asunto que le hace revolverse en su puesto de la cadena de montaje y mirar más allá, pero casi nunca consigue hacer nada al respecto porque lo tiene todo en su contra. Como decíamos antes, la distopía es un género al que se le da bastante bien señalar fallas en el sistema pero no tan bien proponer soluciones; es por esto que sus protagonistas son siempre derrotados o, en los casos más optimistas, hallan una solución que cuesta creer que no se hubiera aplicado antes de tan rematadamente simplona que es. Esta solución es, en muchas ocasiones, simplemente negarse a jugar, lo cual desmorona el sistema y abre de par en par una tercera vía que antes se hallaba oculta.

Conclusión

Esta lista no agota todas las modalidades de Elegidos y podemos sin duda crear categorías híbridas. Lo que queda claro con este breve recorrido entre géneros es que alguna parte del placer que se deriva de estas narraciones es ponerse en el lugar de alguien que puede cambiar el mundo él solo; imaginar qué haría uno si tuviese el poder y la oportunidad de cambiar las cosas, arreglarlas y enderezarlas, y además supiese exactamente cuál es la mejor solución a la primera. En conclusión, el Elegido es una elaboración literaria, deliciosamente desarrollada y rematadamente entretenida, de la proverbial bravuconada de barra de bar: «si me dejaran a mí, arreglaba el país en dos días».

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