Enerio Dima: Micosis

Micosis. Libros Prohibidos
Obra finalista de los VI Premios Guillermo de Baskerville, categoría de Novela corta

Año: 2018
Editorial: Cerbero
Género:
 Novela corta (Terror)
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019

Más te vale poner tus pertenencias a salvo

Seguimos celebrando el mes de las autoras en Libros Prohibidos. Además de estar dedicando más espacio a reseñar obras de escritoras —llevamos un 100% en lo que va de octubre—, a publicar entrevistas a escritoras —nos falta sacar una muy especial—, y a entregar nuestro apartado de ficción a relatos firmados por mujeres, el lunes 15 publicamos un reportaje especial para el día de las autoras. Sabemos que es importante darle su espacio a la literatura producida por mujeres durante todo el año, no solo en octubre, por lo que seguiremos procurando la equidad de género en nuestro contenido; pese a que no es fácil en un mundo como el fantástico. Con esta voluntad damos paso a Micosis, primera novela corta de Enerio Dima.

Marga es invisible. Su trabajo se desarrolla en el edificio Cónsul, donde los oficinistas vienen y van a su alrededor sin detenerse a mirarla. Como ella lo ve, eso tiene sus ventajas. Nadie puede dañar a una mujer invisible. Sin embargo, su ordenado mundo está empezando a cambiar a peor. Su exmarido sigue racaneándole la pensión de sus hijos, su jefe sigue avasallándola y parece que hay una enfermedad, la micosis violenta, propagándose a sus anchas. Pero eso no puede pasar aquí, ¿verdad?, piensa Marga. Eso es algo que ocurre en las grandes capitales, en las películas. Eso es algo que no le ocurre a la gente invisible. ¿Verdad?

Micosis. Infectado. Libros Prohibidos

Desde que leí El cuento de Gloria, relato gratuito autopublicado, supe que tenía que seguirle la pista a esta joven autora. En esa ocasión, para mí, no fue tanto la historia que contaba, que molaba, sino cómo lo hacía. Había demostrado una fuerza y un ritmo fuera de lo común, y me preguntaba si había sido cosa de la casualidad, que en un relato corto puede sonar la flauta y ocurrir, o si efectivamente me encontraba frente a una escritora con la capacidad de imprimirle esa potencia a sus escritos. Y resultó que no fue así. Sino que iba más allá.

En Micosis, la escritura de Enerio Dima demuestra haber crecido. Siguen ahí el ritmo y la energía, pero ya no se siente como un martillo contra un yunque. Ha ganado en sutileza, en matices. No ceja en su empeño de arrastrarte desde el minuto uno, ahora tal vez con menos ímpetu y con más paciencia. Como el río al que le abren las compuertas de la presa y para cuando te das cuenta se ha llevado tu canoa y tu merienda a tomar viento. No se me ocurre una imagen más apropiada para definir este libro.

Marga continúa su labor, pensando ya en otras cosas. Hace un día agradable, no tiene por qué pensar en cuando Sergio, de Análisis de Datos, se despidió la semana anterior diciendo que tenía un catarro. Irene, de la cafetería, dijo que volvería enseguida. No lo hizo. Las noticias insisten en que el hongo puede tratarse sin problemas si se diagnostica a tiempo, pero nadie vuelve.

La acción de esta novela corta se desenvuelve en un escenario mil veces visto: nuestro mundo siendo asediado por una enfermedad que parece ser la pandemia que finalmente nos va a sacar de circulación —para mayor regocijo del planeta—. Incluso la óptica que adopta la autora también ha sido muchas veces explorada, esto es, el punto de vista de alguien normal y corriente que tiene que sobrevivir a algo para lo que no está preparado. Sin embargo, en Micosis hay un matiz interesante que lo cambia todo: el protagonismo es cedido a una mujer de mediana edad, limpiadora en el horrible edificio de una horrible empresa, y que es, tal y como dice la sinopsis, invisible. No es nada común que alguien de un perfil semejante protagonice un libro. Esto añade originalidad, por supuesto, da alas a la intención crítica de la obra —cosa de la hablaré más abajo—, además de darle una nueva vuelta de tuerca al terror. Porque Enerio Dima no solo se apoya en el horror que pueda ocasionar la epidemia, sino en el vacío existencial y social de su protagonista.

La angustia experimentada por Marga va más allá de la posible infección de la micosis. Ella vive en una realidad social tan opresiva que no es capaz de comprender que esa enfermedad la puede matar. Se preocupa más de que nadie sospeche de que pueda haber contraído la micosis, de que no la echen de ese trabajo de mierda, de cuidar de sus hijos —aunque pueda estar contagiándolos con su celo—, de que su ex le pase la pensión. En definitiva, de hacer lo que se supone que tiene que hacer. Esta mujer vive sumergida en una realidad delirante que la está consumiendo de una forma mucho más grave que la propia enfermedad. Sufre una dolencia invisible y socialmente aceptada aunque nadie hable de ella. Esto da pie a la ya mencionada crítica, que merece un espacio aparte.

La micosis son los demás

Comenté antes que la acción era algo más calmada y que la historia fluía con mayor paciencia, y es cierto. Pero la furia que demuestra la autora sigue ahí, modificada, latente, preparada para saltar. Micosis es una crítica furibunda a nuestro mundo desde su primera frase. Toma el edificio Cónsul como una metáfora de la sociedad: un lugar hostil, desfasado, brutal, ineficiente, donde las cosas no funcionan como deberían, no están donde deberían; donde nadie hace nada por mejorar, ni siquiera cuando aparece una epidemia que amenaza con barrer la propia vida.

El edificio Cónsul es feo. Un sitio horrible para trabajar. Una mole de treinta y dos pesadas plantas en medio de la ciudad. Una fortaleza de hormigón desnudo y postigos de madera construía en los años sesenta, cuando el brutalismo parecía el último grito en arquitectura y la carpintería de aluminio estaba a décadas de obtener ventanas aislantes y silenciosas.

De modo que nos encontramos con un libro de terror con elementos propios de su género y con una buena carretilla de drama existencial y social. Una vez más, el componente realista supera al ficticio a la hora de transmitir miedo al lector. Y de dejarle mal cuerpo, eso también.

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Foto: Landovan. Unsplash