En Libros Prohibidos hemos reseñado ya varias de las publicaciones de Orciny Press y siempre nos han dejado sensaciones positivas. Muestra de ello es que en 2017 Bienvenidos al bizarro resultara finalista de los Premios Guillermo de Baskerville al mejor libro de relatos, y que para este año contemos con Combustible Lovecraft entre los nominados a la misma categoría. Aprovechando su visita a Madrid para una presentación, no podíamos perder la oportunidad de entrevistar a Hugo Camacho, editor y traductor de varias de las novelas que se encuentran en su catálogo, y a Francisco Jota-Pérez, autor (entre otras muchas cosas) de la sorprendente Teratoma y traductor de algunos de los relatos contenidos en Monstruos bizarros. La charla dio para que nos explicaran qué es eso del bizarro y de donde viene o para hablar de algunas de sus obras más destacadas; pero también para hablar de Twitter, de la moralidad o de la situación política que vivimos actualmente:
«¿Cómo es que nadie traduce esta maravilla? Pues lo publico. Y hasta hoy»
¿Cómo surge el movimiento bizarro, y como surge Orciny Press?
Hugo Camacho: El bizarro nació aproximadamente hace quince años, en Portland, a través de una comunidad de escritores que se publicaban entre sí, tenían fanzines y escribían cosas que escapaban un poco a las convenciones de género. Seguramente el momento principal en que todo esto esto cogió forma fue cuando Rose O’Keefe fundó Eraserhead Press, que reunió a esos escritores que estaban empezando, entre ellos Carlton Mellick III. A raíz de ahí surgieron otras editoriales como Afterbirth Books o Raw Dogs Screaming Press, y unos años más tarde, decidieron que había que darle un nombre a todo eso que estaban haciendo. Y Orciny Press nace de descubrir Fantasma y La casa de arenas movedizas. Los descubrí a través del blog de Tamara Romero . Ella estuvo en Estados Unidos, conoció a toda esta gente y además tenía una novela que les encajaba y que publicaron en los New Bizarro Author Series. Me dio por buscar y cuando descubrí lo que escribían Laura Lee Bahr, Mellick o Cameron Pierce me dije: «¿cómo es que nadie traduce esta maravilla que es Fantasma? Podría hacerlo yo. Pero si lo traduzco yo, ¿qué hago, intento vender la traducción? Podría hacerlo, pero si ya es jodido venderle un libro a una editorial, una traducción debe ser imposible. Pues lo publico». Y hasta hoy.
¿Cómo veis el panorama actual de la edición independiente, especialmente en lo relativo a la literatura de género?
H.C: Yo creo que como hay tantas editoriales independientes, pequeñas, que han salido en los últimos años… Primero hubo una primera generación en la que quizás meteríamos a Blackie Books y toda esta gente, y los que hemos venido después somos más pequeños todavía, pero somos tantos que afortunadamente hay de todo. Una de las cosas buenas que tiene que se hayan abaratado los costes de edición, y la edición bajo demanda, es que mucha más gente puede editar. Si se abre el abanico, obviamente se abre para la calidad y para la falta de la misma. A mí las editoriales que más me gustan, o a las que les mandaría cosas escritas por mí serían El Transbordador, Hermenaute… hoy hemos estado con la gente de Carmot Press, que están haciendo también un trabajo fantástico, Antipersona….
Francisco J. Pérez: Biblioteca de Carfax… Yo la verdad es que estoy encantadísimo. Creo que todos los autores apreciamos que haya un tejido editorial tan amplio, pero además como lector encuentro gente con mucho criterio, gente cabal que es capaz de montar una editorial porque quiere seguir una línea, y eso me parece interesantísimo. Porque si esta semana me apetece leer terror, pues tengo tres editoriales que editan terror, y además cada una de un palo distinto. La riqueza que todo esto le está dando al panorama lo agradecemos todos. También hay mucha gente con la que no estoy de acuerdo, pero lo bueno es que puedes elegir. Por otro lado, no me da la sensación de que hayan aumentado los lectores con la misma curva que el aumento de editoriales independientes. Quiero creer que una cosa acabará llevando a la otra.
H.C: Quizás haya un poco de burbujita, pero bueno, ya veremos…
F.J.P: Podría llegar una situación insostenible, pero de momento es como muy a largo plazo.
Vuestra línea editorial más conocida es Midian, centrada en literatura bizarra. ¿Podríais hablarnos del resto de líneas que manejáis?
H.C: Obviamente, el resto de cosas que estoy publicando siguen una línea parecida. Hacerle la competencia a Minotauro, o publicar fantasía al uso, ya hay otra gente que lo está haciendo muy bien y a mí no me interesa. A mí me interesa que mis libros tengan algo particular, y ese algo particular es lo que hace que encajen en mi línea editorial. Al final los lectores de bizarro van a encontrar el mismo placer leyendo un libro de la colección Tar que de la colección Midian. Por ejemplo, había una reseña en la que se preguntaban si Manuel de Pedrolo podría haber sido un precursor del bizarro en catalán. También tengo la línea de Nunca Jamás, libro ilustrado de poesía y microrrelato, pero realmente sólo ha salido un libro por ahora. Ahora tenemos la colección Garum, de no ficción, donde hemos publicado Muerte a los normies, un ensayo cultural acerca de todos los movimientos de internet que se han dado durante los últimos años y que explica cómo ha sido posible la victoria de Trump; y Explorant mecanocrit del segon origen, una serie de ensayos sobre Manuel de Pedrolo. Además, a finales de año o principios del año que viene tiene que salir un ensayo sobre la biografía de Nicols, un tipo que estuvo dieciocho años en el corredor de la muerte por un crimen que no había cometido.
F.J.P: Para la fama de raros que tenemos, creo que Orciny Press es de las editoriales que tiene una línea de publicaciones más clara. Es cierto que se la conoce más por la literatura bizarra, pero el resto de colecciones no desentonan; Alan Smithee no salvó el mundo, de Sergi Álvarez, no es bizarro, pero a cualquiera al que le haya gustado el bizarro le va a gustar Sergi Álvarez seguro.
H.C: Si se le hubiese puesto la etiqueta, aunque no sea bizarro, hubiese colado perfectamente.
«El bizarro es ser libre»
En relación con Muerte a los normies, os quería preguntar cómo veis vosotros toda la dinámica de redes sociales, y que posicionamiento tenéis a la hora de difundir vuestras ideas o publicaciones.
H.C: Las redes sociales son el último monstruo del capitalismo neoliberal para acabar de destrozar la empatía que tenemos entre los seres humanos. Han conseguido que estemos enganchados a ellas y han cambiado la manera que tenemos de relacionarnos entre nosotros. Facebook sirve para matar amistades, básicamente, porque al no tener a la persona delante le dices cualquier barbaridad que se te pase por la cabeza, y Twitter es darle un megáfono a la gente para que se grite a la cara, es la última mezcla entre anonimato y marca personal: gente que utiliza su marca personal como troll para destruir.
F.J.P: Esa es su postura (risas)
Por que he leído de tu obra, sospecho que no tienes la misma opinión…
F.J.P: En absoluto. Sí que es verdad que como todo el mundo hoy en día me agobió muchísimo con las redes sociales. Pero a mí me siguen pareciendo una forma de comunicación nueva, que en gran medida sí representan uno de los últimos estadios del capitalismo, pero también son un reflejo de lo sociocultural hoy en día. Es esto que vengo defendiendo continuamente de que estamos en un periodo refractario, en el que hay muchas fricciones, y que estas fricciones son necesarias para que pueda venir un siguiente paradigma. Me parece fascinante cómo Facebook o Twitter reflejan lo sociocultural y cómo dentro de todo se están conteniendo en sí mismos. Empiezan a salir un poco de ahí y eso es lo que más me preocupa, maniobras como Tabarnia, que empiezan a usar esos códigos directamente en la calle; pero aún así las redes sociales me parecen un reflejo fascinante de estas tensiones. De hecho no creo que las redes sociales vayan a acabar con nada. Como yo lo veo, la comunicación fue en primer momento y hasta cierto punto unidireccional, con la televisión, radio o periódicos, y con la aparición de las redes sociales se empiezan a dar dos direcciones, e incluso en este último punto de evolución la comunicación va en varias direcciones a la vez: te puedes comunicar como marca, como troll, hay un sentido de comunicación hacia un espectro de gente, a veces dos burbujas se comunican si hay un intermediario… Es una forma de comunicación un poco más compleja. Pero esto acabará contrayéndose otra vez, porque tanta exposición es insostenible. Ya se empieza a notar en el hecho de que los chavales más jóvenes estén abandonando Facebook en masa a favor de Instagram, que no permite tanta interacción como Facebook, o en el tema de Snapchat, publicaciones que están una hora o un día. Eso me parece que ya es un principio de acotación de esa sobreexposición. La evolución de la comunicación es esa: hay muchos picos y valles, retrocesos, pasos hacia delante y hacia atrás. Yo ahora estoy en la batalla de «calmémonos todos un poco, esto es sólo un sistema de fricciones».
H.C: ¿Pero tú crees que la gente se va a calmar? Dices «calmémonos» a la hora de analizar, pero este nivel de crispación en el uso de las redes sociales, ¿crees que se va a calmar también?
F.J.P: Es que es insostenible. Esos picos de estrés a nivel comunicacional sólo se han dado en el crack del 29, en la II Guerra Mundial y en los primeros compases de la guerra fría. Este nivel de tensión, hasta que lo empezó a explotar el neoliberalismo a finales de los 70, se había dado en momentos muy puntuales. Y hemos llegado a un punto muy difícil de sostener, no puede ser que lo primero que hagas cuando te levantas por la mañana sea abrir Twitter y empezar el día cabreado; fue muy guay durante un tiempo, parecía como muy ciberpunk todo, pero al final tendrá que decaer.
H.C: Yo soy más pesimista.
F.J.P: Así podemos estar horas. Has pinchado en hueso.
H.C: Es nuestro tema favorito…
Relacionado con esto y con el debate acerca de los límites a la comunicación, ¿pensáis que debe haberlos? Por ejemplo, en los casos de raperos presos… ¿Sois de los que pensáis que todo discurso se ampara bajo la libertad de expresión o pensáis que debe haber límites a la comunicación?
F.J.P: ¿Y por qué una u otra, por qué tengo que elegir?
Son los dos polos que hay, ¿no?
F.J.P: Pero una cosa es legislar sobre la libertad de expresión y otra es el autocontrol, que tiene que ver con lo ético. En mi opinión, el peor estado de cosas es una legislación respecto a la libertad de expresión cuando no hay una educación en ética y moral. Yo soy de estos «rojos peligrosos» que creen que si haces una formación no condicionada en ética y en moral no necesitas legislar acerca de la libertad de expresión. El problema que tenemos en este país es mucho más complicado que «hay unos cuantos fachas que están metiendo raperos en la cárcel»», el problema es que hay una masa de población que tiene cero formación en cuanto a ética, valores y el más mínimo respeto por cualquiera. Por ejemplo, el caso este de Valtonyc: en una sociedad intelectualmente sana, por decirlo de una manera rápida, Valtonyc simplemente sería un tuitero gilipollas que hace cancioncitas, y punto. No hay juicio, no hay huidas… Ser gilipollas no es ilegal ni debería serlo.
Todo el circo mediático…
F.J.P: Voy a tirarme a la piscina, no donde cubre sino donde acaba y te das con el cemento: en una sociedad intelectualmente sana, se puede votar un referéndum de independencia para ver qué piensa la gente y decidir en virtud de los datos recabados, porque entiendes que tu ideología está supeditada a la ética y a la moral, y entonces podríamos hablar de un valor común y de un interés común. Pero es que nos hemos saltado muchos pasos. En un país sin cultura ética, sin cultura moral, sin cultura política, que pase lo de Cataluña es lo más normal del mundo. Así que formular un juicio de valor del tipo: «¿tú estás de acuerdo en que se regule o se le pongan límites al humor y tal?»; mi respuesta es ni sí ni no, es mucho más complejo que eso. El tema de Cataluña ha llegado a un punto tal de enredo que yo no me creo capaz de analizarlo. «¿A ti te parece bien que Cataluña sea independiente, sí o no?». Yo no te puedo dar una respuesta de sí o no porque me siento absolutamente superado e incapaz de analizar algo así. Y me parece que lo mejor que podríamos hacer como sociedad es empezar a frenar y decir «no lo sé».
H.C: Sí, porque ese «no lo sé» es el primer paso antes de decir «bueno, pues vamos a sentarnos y a ver si sacamos una conclusión».
F.J.P: «Si tú no lo sabes, a ver si entre dos, a ver si entre cuatro, a ver si entre veinte, a ver si entre cincuenta… »
H.C: Claro, pero como el debate ya no es debate, si no gente gritándose, es a ver quién grita la gilipollez más gorda que le han pasado desde su partido…
F.J.P: Cuando la cultura del «zasca» llega a sitios como el Congreso de los Diputados, realmente tienes una sociedad con cero cultura política.
H.C: Todos los que estamos en Cataluña, que hemos participado en las manifestaciones, que antes pedíamos votar y ahora pedimos que se respete el mandato del pueblo, tenemos claro que en 2012 España podía haber atajado el movimiento independentista con un referéndum que seguramente el independentismo no hubiese ganado. Hoy en día es muy probable que salga el «sí». ¿Por qué? Pues porque mucha gente está hasta los huevos. Está hasta los huevos de que haya una serie de gente dominando España desde hace mucho tiempo, de que sigan las mismas familias que había hace cuarenta años y de que sigan dominando la justicia de este país. La desinfección de la que habla Borrell había que haberla hecho hace 40 años. Entonces, volviendo al origen de la pregunta, mientras se utilice la justicia como arma, y como arma interesada, no se va a avanzar en este país, y no creo que haya debate posible.
F.J.P: Es como una escalda armamentística. Si algo se utiliza como arma, al final el contrario va a utilizar otro arma más grande.
H.C: Para resumir mucho, ya que es todo bastante más complejo, la transgresión era algo que utilizaban la izquierda o los movimientos progresistas, pero porque estaba dotada de un contenido y porque se utilizaba para disparar hacia arriba, y ahora la derecha está utilizando la transgresión vaciada de contenido en sus formas. Y luego desde la izquierda se está utilizando una cierta censura, pero una censura vaciada de contenido y vaciada de motivación más allá del «yo tengo más razón que tú porque mi altavoz es más grande».
«Carlton Mellick escribe sobre centros comerciales que menstrúan porque puede»
No sé quién de los dos escribió hace poco en redes que transgresor o subversivo no es una etiqueta que te puedas poner, si no algo con lo que otros te califican. Y en ese sentido, os quería preguntar además si la literatura bizarra es subversiva o transgresora, o si pretende serlo.
H.G: Yo creo que sí, pero transgresor….
F.J.P: Si lo tenemos que definir estrictamente con palabras, es ser libre, no ser transgresor.
H.G: Totalmente de acuerdo. Es eso. Y eso habrá gente que lo encontrará transgresor. Pero el escritor de bizarro no se plantea «¡voy a ser transgresor!», ni yo me siento a ver qué libro de bizarro es más transgresor para sacarlo.
F.J.P: «Transgresión» requiere de un componente bastante importante de voluntad. Es decir, es como si Carlton Mellick dijese «voy a escribir acerca de centros comerciales que menstrúan porque, ya verás, voy a ofender a no sé quién». No, Carlton Mellick escribe sobre centros comerciales que menstrúan porque puede, y eso es libertad. Y lo mismo pasa con Orciny. Orciny no publica Porno religioso improvisado o Monstruos bizarros o La casa de arenas movedizas porque «ya verás cómo va a flipar la gente, y esto va a ofender a no sé quién o a llamar la atención de no sé cuántos». Orciny publica esos libros porque puede y porque apuesta por que ese espacio esté cubierto y cree que esos libros deben existir.
H.C: Y es un acto de amor. Hacia el autor, porque mi trabajo es dar a conocer el talento de los demás, y hacia los lectores, porque creo que les doy lo mejor que encuentro y lo que yo les quiero dar. Entonces, que la gente me pregunte: «¿eres transgresor por hacer esto?». Pues no sé, a lo mejor en los 60 a la gente le parecía transgresor que dos personas del mismo sexo se besaran en la boca en público. Será la percepción de ellos, no la mía.
F.J.P: O sea, en los años 50, dos hombres dándose un beso en la Puerta del Sol era delito, y hacerlo era un acto de transgresión inmenso. Hoy es un acto de libertad. Lo hago porque quiero y porque puedo y es un acto de amor hacia la otra persona en el que nadie tiene absolutamente nada que decir. Es que la transgresión, los enfants terrible, lo políticamente incorrecto y tal…
H.C: En el siglo XXI ya se podría ir olvidando. Que un tipo me aparezca ahora y me diga «soy un enfant terrible, soy un maldito»… esa figura esta vinculada a alguien que quiere que le hagan casito.
F.J.P: Y que se aferra a su pequeñísima parcela de poder en un mundo que se ha vuelto tan complicado y se mueve tan rápido que como no eches un ancla, un ancla llena de mierda para ponerte en algún sitio y ponerte tu propia etiqueta y con suerte engañar a dos o tres, te pierdes. Hasta cierto punto es comprensible, pero también me aburre infinitamente.
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Fotografías: Francis Novoa y prensa Orciny Press.