Rafael de la Rosa: Compañeros de caza

Compñaeros de caza. Libros Prohibidos

Año: 2018
Editorial: Cerbero
Género:
 Novela corta (ciencia ficción)
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019

Donde tengas la olla…

Si menciono la palabra «dinoporno», muchos os quedaréis a cuadros, otros soltaréis una sonrisilla, y bastantes iréis a Google a ver qué sale en imágenes —personalmente, no recomiendo esto último—. Luego estarán aquellos que sabrán que me refiero a Compañeros de caza, de Rafael de la Rosa, ya que esta ha sido la forma elegida para dar a conocer y promocionar la obra. No sé si ha sido acertado o no, pero llamativo es un rato. Y también voy avanzando que se trata de una broma que no se corresponde con la realidad y que no define en absoluto lo que después podemos encontrar entre sus páginas. Gracias al Cielo.

El estudio de Daniel es muy importante para los laboratorios en los que trabaja. Del resultado de sus experimentos depende en gran parte que los inversores no retiren el dinero que mantiene la maravilla en pie. Su trabajo es, por tanto, vital para el futuro de las instalaciones.
Y su misión no es otra que relacionarse de igual a igual con un Achillobator adulto; un dinosaurio del cretácico del que espera poder aprender mucho en cuanto a sus costumbres se refiere. Pero el saurio no parece muy colaborador, a priori.
La inmersión de Daniel en el mundo de Aquiles los forzará a verse reflejados cada uno en los ojos del otro.

Compañeros de caza ofrece mucho más de lo que una etiqueta tan ¿graciosa?, ¿curiosa? deja entrever. Tanto la editorial como el autor lo sabían y estaban tan seguros de la seriedad y solidez de la obra, que no les importó recurrir al «dinoporno». Porque más allá del jiji jaja esta novela corta es más que seria; podría catalogarse sin ningún problema como ciencia ficción dura. De la Rosa recrea en ella un laboratorio y el ambiente de un equipo de investigación, cosas que conoce de primera mano por su trabajo como neurobiólogo. A ello le suma una curiosa aplicación al estudio del comportamiento de ciertos dinosaurios traídos a la vida con ingeniería genética para este propósito y no para asuntos más banales como montar un zoo. Si a eso le añadimos un estilo narrativo circunspecto que apuesta por mostrar los hechos de una forma eficiente por encima del adorno, tendremos una cifi hard realista, creíble y con todos sus avíos. Y a ver quién me dice lo contrario.

Aparte de la grata sorpresa de encontrar una obra tan sobria, lo siguiente que destaca de entre el conjunto es la solvencia en la ejecución. Compañeros de caza tiene la capacidad de contar una historia de gran complejidad de una forma ágil, ordenada y lógica. En varias ocasiones tuve la sensación de que me faltaban detalles cruciales para el correcto discurrir de la historia y entonces, ¡pop! estos se materializaban como por arte de magia en el siguiente capítulo. Me pasó con la construcción del personaje de Aquiles, el achillobator, con la relación de este con Daniel, y con la explicación de qué estaban haciendo ahí esos seres pertenecientes a un mundo decenas de millones de años más antiguo. El ritmo perfectamente marcado, apoyado en ese lenguaje claro y preciso que antes comentaba, convierten a este en un libro que es, sobre todo, accesible y fácil de leer. Y se agradece.

Pero más allá de eso, los comportamientos sociales de algunas especies, como los raptores, sirven como modelo de computación. La patente del antivirus que flanquea los archivos infectados siguiendo una ruta de comportamiento bioinspirada es de las más rentables que tenemos. Y no es la única.

Compañeros de caza. Ojo. Libros ProhibidosPero tal vez lo más interesante de este título, y lo que le hace merecedor de una atención especial, sea que, después de todo, se trata de una historia de amor. No me estoy refiriendo con esto a «uh, mirad, sexo entre un humano y un dinosaurio, qué tal y qué cuál» y demás, sino a que debajo de este sofisticado cascarón, Rafael de la Rosa ha construido una historia de amor preciosa con la capacidad de remover los sentimientos del lector. Y si además, el autor es capaz de burlar aquí tabúes y demás imposiciones sociales como género, sexo o especie, pues mejor que mejor. Porque el amor no entiende de normatividades. En todo caso, le pondría un pero a aquello de enamorarse en el puesto de trabajo por todos los problemas que ello conlleva. De hecho, así ocurre en el libro. Si es que ya lo advierte el refranero, donde tengas la olla…

Suspenso en suspensión

Si bien antes comenté lo acertado y poderoso del planteamiento llegándolo a etiquetar con todo merecimiento de ciencia ficción dura, hay partes del desarrollo de la historia que me han dejado con el cuerpo cortado. Y es que una novela que durante una importante porción del texto se caracteriza por su realismo y por lo posible que es, patina cuando, llegado el momento, exige más suspensión de la incredulidad de la cuenta. No quiero hacer spoiler, así que lo voy a dejar ahí. Me da rabia, pero esto ha hecho que, para mí, Compañeros de caza no termine de ser redonda.

En fin, no quiero finalizar con el único «pero» que le he encontrado a esta historia. Además de lo ya expuesto, que ya guarda un gran valor en sí mismo, me quedo con el personaje de Aquiles, que tiene la capacidad de hacerse querer pese a ser un animal —cosa nada simple de conseguir—. Y, sobre todo, me quedo con la historia de amor tan bonita. Y eso que hay momentos subidos de tono que es una cosa que, por regla general, me crean bastante aversión al encontrarlos en un libro. Pues hasta con eso. Pasad del «dinoporno», leed Compañeros de caza.

En ese instante solo somos él y yo, su cuerpo encaramado al mío penetrándome; una sinfonía ancestral y que a la vez suena como si nadie la hubiese cantado jamás, como si nuestras gargantas fuesen las primeras en entonarla.
Así de extraño, de animal y de hermoso es mi amor por Aquiles.

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Foto: Jakob Owens. Unsplash