Año: 2019
Editorial: Huso Ediciones
Género: Libro de relatos (narrativa/terror)
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019
A hombros de los grandes
La reseña de hoy se debe a las ganas de la autora por participar en los Premios Guillermo de Baskerville 2019, y a mis propias ganas porque así fuera. Contra viento y marea y sobre la bocina, logramos que el texto me llegase y yo pudiera leerlo y reseñarlo. Y no puedo más que agradecerle a Gemma Solsona el esfuerzo, ya que la lectura de Casa volada ha sido toda una experiencia. Aquí os lo cuento.
Empecemos por el principio, Casa volada saca su título del célebre relato de Julio Cortázar, Casa tomada. Esto, más que una curiosidad, es una declaración de intenciones por parte de la autora. Es una muestra de lo que el lector se va a encontrar entre las páginas de esta colección de relatos. Cuentos que pretenden servir de homenaje a textos de grandes clásicos como Shakespeare, Carroll o el propio Cortázar, ya sea emulando sus obras o mimando al máximo la prosa. Además, como ya hicieran esos autores, Solsona exprime al máximo las posibilidades terroríficas de sus historias. A veces directamente, a veces de una forma sutil. Consigue dejarte mal cuerpo incluso en relatos, en principio, más inocentes, ya que un cierto aire gótico impregna siempre el ambiente de cada uno de los diez cortes.
Los relatos de Casa volada habitan el plano de la melancolía, de los recuerdos de aquel tiempo que ya se fue, de un pasado que fue difícil pero también bonito. Sus cortes parecen inspirarse en los fotogramas de Cinema Paradiso o en las notas de las composiciones de Erik Satie. Todo está revestido de color sepia, cubierto de olor a libro viejo y a pan de pueblo. Tienen un gran protagonismo la niñez como forma de reivindicar la pureza de una época pasada no tan viciada como la actual. También, por motivos muy similares a esto último, tienen especial peso elementos como la vieja casa familiar o los primeros amores. Está claro que luego esta nostalgia puede volverse escalofriante, como vimos antes, pero es parte de la gracia.
Antes de ponerme con los relatos uno por uno, si tuviera que hacer un resumen de Casa volada, diría que se trata de una colección bella, deliciosa a ratos, bien escrita y rebosante de imaginación e imágenes difíciles de borrar. Tiene ramalazos de fantasía y terror, pero es principalmente narrativa. Su capacidad de encandilar emana de las formas, del desarrollo y no tanto de giros y sorpresas finales —que también las hay—. Una lectura para paladearla con detenimiento.
Los cortes del pastel
El primer relato del libro es el que da título al conjunto, «Casa volada». Se trata de una emulación del relato cortazariano que guarda evidentes y conseguidas similitudes con el mismo por temática, tono y ritmo. Y con respecto a la escritura no se le queda demasiado atrás, cosa que, teniendo en cuenta que se trata de Cortázar, ya es mucho decir.
Le sigue «Cruces», un cuento de desarrollo lento, profundo, que se sumerge en el pasado con intenciones reivindicativas. Maravillosamente conseguida esa narrativa que coquetea con el terror.
Sin ser un corte de poca calidad, «Ácaros», el tercero por orden, podría ser el más flojo de todos. Se juega su efecto en la ingeniosidad, aunque deja la sensación de no conseguir del todo lo que se propone. La escritura tampoco fluye aquí tan bien como en el resto, parece más artificial y de alguna forma superpoducida.
Pero que no se preocupe nadie, que le sigue el que posiblemente sea el mejor relato de Casa volada: «Retales». Creo que es aquí donde la autora termina de destapar el tarro de las esencias y muestra de forma más pura de lo que es capaz. Y wow. Bien construido, maravillosamente bien escrito, es el que mejor ejemplifica qué es esta colección.
De su padre, que trabajaba en el banco, las vecinas decían que era «todo un señor» porque llevaba sombrero y tenía cada uno de los pelos del bigote siempre en su sitio, como si los hubiera fijado con alquitrán. Mi madre decía que no lo era tanto, aunque a mí también me lo pareciese, un señor digo, porque olía a lo que yo imaginaba que olían los señores, y guardaba en cajas de madera grabada aquellos puros maltrechos y fragantes.
El siguiente cuento, «La casa de agua», no se le queda atrás. Vuelve a la idea de la casa como un lugar maldito. Despliega aquí un terror que da miedo de una forma tan profunda como sutil. Y al final te deja con un mal rollo en el cuerpo que te obliga a parar de leer por un rato.
Y aspiré su rastro en la habitación donde ella dormía, vacía, junto al armario donde guardaba su ropa, habitado ahora por polillas y telas de araña. Vi su sombra asomándose a la ventana, esperando olvidar, algún día. Y la sentí de nuevo, dolorosamente ausente, en este salón que ha permanecido intacto como el interior de un galeón hundido.
A partir de aquí entramos en un periodo de aguas tranquilas que comienza por «Profecía atmosféricas», un bonito homenaje a la Alicia de Lewis Carroll, sigue con «El columpio», un cuento de terror que hace lo que quiere con el tiempo y está lleno de imágenes poderosas, y «Rómulo y Julieta», más terror gótico con casa encantada para emular en cierta forma la inmortal obra de Shakespeare.
Con «Misterium fidei» regresamos a la posguerra con un relato bien hilado, en cierto modo divertido, completo, con un final que da sentido a toda la narración. Redondo.
Y terminamos la colección con «El beso de las hadas», narrativa con unos toquecillos de fantasía. Un monólogo que contiene todos los elementos ya tratados en el libro, como si de un resumen se tratase: la vieja casa, la infancia, los recuerdos, la magia, las referencias literarias a grandes maestros, el pueblo, el pasado… Una historia de amor preciosa y tierna para ponerle el broche a una colección deliciosa. Os la recomiendo con ganas.
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Foto: Jakob Rubner. Unsplash