Obra finalista de los VI Premios Guillermo de Baskerville, categoría de Novela
Año: 2019
Editorial: El Transbordador
Género: Novela (fantasía)
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019
Un ariete literario
Y finalmente me llegó la onda expansiva de Ferrán Varela. Siendo justos, esto ya había ocurrido hace unos meses cuando leí la primera obra publicada de este autor, La danza del Gohut, que también había armado bastante revuelo. En esa ocasión me sentí un poco defraudado, no porque el libro fuera malo —cosa que no creo en absoluto— sino más bien porque no se ajustaba a las expectativas generadas. Eso hizo que recelara y, por muy buena pinta que tuviese este El arcano y el jilguero, esta vez decidí pasar. Entonces oí a varias personas en quienes confío decirme que a ellas les ocurrió lo mismo que a mí y que cuando leyeron este libro ¡BUM! Esta reseña es la crónica de esa segunda oportunidad.
Mezen el Ariete es un Arcano del Tormento, un demonio inmortal que disfruta desollando a sus víctimas. Su oficio, torturador al servicio del Imperio, lo ha llevado a cometer crímenes aberrantes contra personas indefensas, y la única ayuda con la que cuenta para sobrellevar la culpa es el convencimiento profundo de que lo hace por un bien mayor.
Pasa los días viajando de un frente a otro, rindiendo ciudades asediadas y sofocando rebeliones para el Emperador Thien Seedveen, un tirano megalómano del que ha jurado vengarse en cuanto no haya más tierras por conquistar. Sin embargo, el precario equilibrio de la danza que debe bailar para perseguir sus propios fines mientras finge lealtad al Imperio se ve alterado cuando conoce a Nara, una huérfana de guerra que no lo trata como al monstruo que él mismo cree ser.
Los primeros compases en una novela son importantes, especialmente en una más bien gruesa como es el caso. Bien, el primer capítulo de esta obra es de una potencia arrolladora. Qué bien empieza. Te lleva por delante con una prosa insolentemente segura de sí misma, con una solvencia y un ritmo que empujan a leer. Su energía y vigor me han recordado, a ratos, a la narración de David Luna y eso no es algo que se le pueda conceder a cualquiera. Luego, conforme la lectura avanza y la historia se va desarrollando, el ritmo varía. También sabe manejarse el autor en los momentos donde la trama pide pausa —y en las transiciones—. La historia respira y eso se traduce en largas sesiones de lectura sin interrupción. Satisfacción garantizada.
Tener las ideas tan claras y escribir con ese pulso tan firme sorprende cuando nos enteramos de que El arcano y el jilguero es, en realidad, la ópera prima del autor, pese a que publicase primero La danza del Gohut. Esta fue su primera novela y no, no lo parece en absoluto. Ferrán Varela acaba de empezar en esto como quien dice —aunque ya pudimos leer algo de él en la ganadora del Premio Guillermo de Baskerville al mejor libro de relatos 2017, Dark Fantasies— y, además, es bastante joven. Si sigue mejorando y puliendo aquellas cosillas que todavía tiene, nos va a enterrar a todos. ¿Estamos hablando del futuro de la fantasía oscura en España? No me estoy arriesgando tanto si digo que, sin duda, será uno de sus nombres propios. Tiempo al tiempo.
Sigamos hablando de la estructura de esta novela, pues me da que es, junto a la ya mencionada prosa, el mayor secreto de El arcano y el jilguero. Tras el arreón inicial propio de un ariete, como el protagonista, la cuerda se destensa un poco, en parte aposta, en parte porque es casi imposible contener una presentación semejante. Sin embargo, la depresión es momentánea, está medida, y sirve para dar nueva información y para a la vez formular nuevas preguntas, crear nuevas necesidades en el lector. Si a esto le sumamos un trabajo de worldbuilding serio, sembrado de mitología, personajes y lugares que le da más empaque todavía a la trama principal, nos encontramos con una historia redonda, que va creciendo con el transcurso de los capítulos y que te atrapa más y más sin que puedas —ni pretendas— hacer nada.
Pero todavía no he terminado con la estructura, que le queda más tela que cortar. A primera vista, podría parecer que se trata de una novela de fantasía con ingredientes de épica, oscura e incluso grimdark. Esto, salvo excepciones, suele traducirse en presentación/nudo/desenlace muy definidos, mucha acción, pum-pum, gran importancia del sistema de magia, el worldbuilding muy presente, la trama como elemento más importante y casi todo el éxito en manos de los giros. Bien, El arcano y el jilguero no es así. No recurre a trucos ni se ajusta a parámetros tan rígidos; no por convicción, simplemente porque no lo necesita. Su trama tiene poca elaboración, pero es honesta y cede toda la carga dramática y los focos al trío protagonista —sí, he dicho bien, trío—, como explicaré mejor en la siguiente parte de esta reseña. Simplifica al máximo, como muestra el hecho de que ni siquiera tiene subtramas. Y funciona, vaya que si funciona.
[…] una capa de rostros que yo mismo arranqué de sus dueños cuando aún aullaban su último aliento. Veintiocho caras de párpados vacíos y bocas abiertas en un rictus agónico, cosidas una junto a la otra. Veintiocho. Una por cada urbe, cada pueblo y cada aldea rendida a mis manos. […] La llevo arrastrando como una cola de rata, dejando una estela en la nieve. Soy la Parca vestida de novia.
El viaje del villano
Vamos a hablar un poco de los personajes, motores de la acción. Y es tanto así como que los conflictos principales que mueven la obra son, en realidad, conflictos internos de los protagonistas. Sobre todo de Mezen, claro, que además es el narrador. Otro motor importante es la relación entre los tres lados del triángulo protagonista: el propio Mezen, Nara y Susurro, el caballo que les acompaña todo el viaje y que es mucho más que un simple animal de carga. Aciertazo, por cierto.
Estos tres compañeros realizan la versión oscura del viaje del héroe, lo que yo me he tomado la licencia de bautizar como «El viaje del villano», ya que al ariete es difícil llamarlo héroe. Ni siquiera antihéroe. Este viaje que se intuye estéril, esta odisea actualizada, este siniestro homenaje al Quijote, esta lucha del Mal contra el Mal termina convenciendo porque, como se puede intuir, es como si contuviera muchas historias en una sola. Una especie de mash-up que Varela se ha sacado de la manga para contar algo totalmente nuevo y cautivador.
El vaivén de las olas nos mece la cuna y el rebramar del océano nos marca un tempo quedo y tranquilo. Nara y yo estamos aislados del resto del mundo, a solas, en una burbuja de tinieblas.[…] Somos en parte sueño, en parte delirio. Somos poesía en la oscuridad.
Sonrío, aclaro la voz y abro el telón del teatro de las historias.
Voy cerrando la reseña. Creo que El arcano y el jilguero tiene la fama bien merecida, pero no os voy a recomendar que os quedéis con las opiniones que tenemos los demás sobre ella; leedla, juzgad por vosotros mismos porque en este viaje seguro que encontraréis vuestras propias lecturas y significados.
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Fotos: John Roberts. Unsplash