H. D. Everett: La máscara de la muerte

Máscara de la muerte, portada. Libros Prohibidos

Título completo: La máscara de la muerte y otras historias
Título original: The Death-Mask and other Ghost
Traducción: María Pérez de San Román
Idioma original: Inglés
Ilustración de cubierta: Rafael Martín Coronel
Año: 1920
Editorial: La Biblioteca de Carfax (2019)
Género: Libro de relatos (terror)

 

Esta entrada se adhiere a la iniciativa #LeoAutorasOct, que busca visibilizar las obras escritas por mujeres y fomentar su lectura.

Cuando una autora se quita la máscara

Henrietta Dorothy y un apellido que para lo que me interesa exponer es lo de menos. Enriqueta Dorotea, pido se me disculpe la prisa en la traducción,  que tuvo que masculinizar su nombre para poder publicar, ¿os suena la historia?, y hasta 1910 tuvo que firmar como Theo Douglas. Teniendo en cuenta que falleció en 1923, no parecen muchos años para poder dejar su nombre, o sus iniciales neutras aunque ya con su verdadera persona detrás, inscrito en el panteón de autoras de relatos victorianos.

Si uno de los objetivos del #LeoAutorasOct es visibilizar escritoras que lo hacen y lo hicieron, escribir, en la sombra o teniendo que mentir sobre sus identidades, en el caso de H. D. Everett esta intención cobra, si cabe, más sentido. No, no es alguien que te vayas a cruzar por la calle, su tiempo pasó, pero eso qué más da; si acaso nos demuestra que la carrera de obstáculos para mujeres ha estado de moda desde hace muchos años. En el prólogo a esta máscara de la muerte se menciona un hito clave para que Everett no haya caído en el olvido: apareció citada en El horror sobrenatural en la literatura, el ensayo sobre los apetitos lectores de un tal Lovecraft, y que para algunos fue Libro Sagrado en nuestra adolescencia (sucediera esta a los diez y tantos o a los ahora, ayer, hace un rato). En esa obra hemos hozado todos los aficionados al género de terror, por eso, estando entre sus páginas, nuestra escritora se aseguró algo de atención.Wendigo, máscara de la muerte. Libros Prohibidos

A pesar de lo dicho arriba, pocos habremos leído a Henrrietta Dorothy —qué nombre más sonoro—. Para mí, hasta este libro de relatos que nos trae La Biblioteca de Carfax, era una completa desconocida. Sí había buscado a Lord Dunsany o a Machen, gracias al ensayo del de Providence me topé con el Wendigo de Blackwood, pero no recuerdo la referencia a nuestra autora entre sus páginas. ¿Agravio comparativo? O, quizás, solo un hombre mirando con ojos de hombre. Por eso es tan necesaria esta iniciativa, para lavarnos los ojos y los gustos, para mirar con equidad y evitar así perdernos a auténticas maestras del terror.

Cuéntame un cuento a la lumbre

Me pasa con estos relatos victorianos —aunque aquí los hay ya entrados en cierta modernidad y que abandonan temas y estilos característicos de los mismos—, que siento el calor de la chimenea delante de la que se realizan las confesiones de los personajes o que puedo oler el humo de tabaco de pipa en la sala de fumadores donde los hombres (sí, a pesar de ser una mujer la autora, la norma es la norma y pesa) se retiran tras la cena. Esta evocación sensorial no es más que un efecto secundario encantador de mi afición por los relatos de terror. En esta obra encontraremos justo la estética que el cliché nos ha enseñado a esperar: caserones con habitantes extraños, ruidos inesperados, secretos tras la atildada forma de ser de la los aristocráticos personajes que sufren las situaciones que se nos presentan.

Aparece en La máscara de la muerte un horror de bajo espectro que va invadiendo todo el espacio del relato, extendiéndose y poniéndonos los nervios de punta. Se manifiesta en una sutil incomodidad y en miradas furtivas del lector a la puerta. Porque incluso hoy, época de tecnología radicalizada, el ser completo que somos, el que aún está en contacto con lo telúrico y animal, sabe que cuando menos lo esperamos salta la liebre ectoplasmática y viene el canguelo.

Máscara de la muerte, salón. Libros ProhibidosEn definitiva, muchos tópicos victorianos pueblan esta antología. Dicen por ahí que lo que funciona es mejor no cambiarlo y a mí me gusta entrar en trance con estos familiares temas y ambientes . Disfruto, ya lo dije arriba, como un cochino en un charco, de ese circunspecto personaje que, tras dar un par de rodeos, confiesa a su interlocutor, recordad que la mayoría de las veces será frente a una cálida lumbre en un suntuoso salón, el infierno de intriga y desasosiego en el que está viviendo. Eso nos trae esta selección de relatos: terrores detrás de apariencia de normalidad, miedos que no se pueden ocultar por más tiempo por muy civilizado que uno sea. Todo bien adobado con ese escepticismo tan de la época, con el «tiene que haber una explicación científica para esto».

Nuestro amplio catálogo de fantasmas incluye…

Vamos con los relatos. Suelo dejar un comentario de cada uno de ellos. Los incluidos en La máscara de la muerte tienen la chicha suficiente como para no romper esta costumbre, así que allá voy.

  • «La máscara de la muerte». Si estás paseando por esta reseña, supongo que habrás leído infinidad de relatos donde los difuntos se manifiestan de variadas formas. Pues bien, este viene a ser una vuelta de tuerca de ese afán que tienen nuestros seres queridos de hablar a través de los electrodomésticos o de cualquier medio que tengan para comunicarse con los que aún respiramos, para decirnos tres o cuatro cosillas sin importancia que se les habían pasado en vida. Efectivamente, los fantasmas son una notificación de tareas pendientes.
  • «Los dedos de una mano». Las mujeres solteras y sus vidas cuidando hijos ajenos. Porque hay que ser buena hermana si no se es esposa. Veladas alusiones a las existencias diferentes, desplazadas, en este relato que defiende el papel de las mujeres con recorridos vitales no normativos. Protagonistas inusuales para un cuento de fantasmas protectores. El título deja poco lugar a la imaginación, aunque el gran atractivo del mismo es la actitud desenvuelta y decidida de sus dos protagonistas.

Ese es uno de los grandes usos de las tías solteras, cargar con las responsabilidades de los demás. Yo, por mi parte, considero que el mundo sería un lugar mucho más pobre si las «millones de mujeres no deseadas» fueran, debido a alguna convulsión de la naturaleza, borradas de la faz de la tierra.

Recorre La máscara de la muerte la incredulidad de sus personajes, ¿cómo va ser eso un fantasma?, piensan siempre, y esa rigidez social algo pijotera que caracterizaba a los relatos de esta época. También cierta inocencia y despreocupación en un entorno de opulencia privilegiada. Pero cómo se disfrutan estos escalofríos que tenemos hoy tan olvidados, tan arrinconados detrás de nuestro fetichismo por lo que nos dicen que es progreso. También se hace patente, como consecuencia de esa incredulidad que mencioné, la curiosidad científica, el buscar un resquicio lógico para justificar lo que sucede y echar por tierra la apariencia preternatural de los acontecimientos.

  • «El teléfono». Todas nuestras líneas están ocupadas en estos momentos. Los vivos están hablando con los difuntos. En nombre de la compañía le pedimos disculpas, vuelva a intentarlo más tarde. Esta historia es sobrenatural, sí, pero habla de algo muy mundano: la pérdida de un ser amado e, indirectamente, de los estragos de la guerra (asunto que está en casi todos los relatos) en una época en la que si sonaba el timbre del aparato telefónico era siempre por alguna razón importante.
  • Máscara de la muerte-, niña fantasma. Libros Prohibidos«El pequeño fantasma de Anne». No podía fallar el tema de la criatura ida antes de tiempo. Pero este relato es más que un refocilarse en la tópica historia de niña fantasmal. Hay unas gotas de vampirismo psíquico, se habla de depresión y de la locura sobrevenida por un duelo resuelto a la remanguillé. Es una historia de turistas que van al campo a relajarse y no es precisamente reparación a sus cansancios lo que encuentran.
  • «La cortina carmesí». Ya se sabe que las casas con inquilino fantasmal tuvieron una época de apogeo, causaban furor. Todos querían su habitación con manifestaciones del más allá. Se puede ver en este cuento muy claramente una de las características de los relatos victorianos, ese cientifismo escéptico del que ya he hablado. Pero si después de una búsqueda exhaustiva de esa explicación más plausible no se encuentra ninguna, pues oye, terminamos la historia, lo dejamos todo en el aire y a convivir con el misterio, que nada perturbe las buenas costumbres. Mejor una presencia del más allá que un escándalo en la vecindad.
  • «El camino solitario». Una versión de la historia del ángel de la guarda. A quién se le ocurre salir a esos caminos de dios con el día ya cumplido y un ofrecimiento para pasar la noche en casa de tu prima viuda de la que, todo hay que decirlo, estás un poco enamoriscao. La decencia y una ayuda inesperada permiten al primo protagonista seguir siendo primo.
  • «La bruja del agua». Este es el relato más largo de todos los recogidos en La máscara de la muerte. Sin ser mucha la diferencia respecto a los demás, las páginas adicionales se notan y el desarrollo es más pormenorizado, dando al resultado final menos aires de anécdota escueta. Como en los demás cuentos, el final huye de la teatralidad y se limita casi a levantar acta de lo sucedido. Esta especie de narrador notario es muy común en las historias cortas de la época.
  • «Los gaiteros de Mallory». Es quizás este el relato donde se ve más claro un afán de independencia femenino. Todo, eso sí, siguiendo el estricto protocolo social y sus inquebrantables costumbres encorsetadas. Antes mencioné de pasada que la guerra mundial es trasfondo de muchos de los cuentos de esta antología, pues es en este donde toma un protagonismo más claro. También se recurre a tópicos escoceses y se construye la historia como una especie de loa al orgulloso caballero highlander. Si las gaitas de su vecino oyen sonar…

Peters, el criado de su madre, iba a encontrarse conmigo en Edimburgo y sería el que cuidaría de mí desde ese momento. Como ves, no podía librarme de ser «cuidada».

  • Máscara de la muerte, highlander. Libros Prohibidos«La pared susurrante». Un caballo balancín abandonado en un ático polvoriento junto a una caja de juguetes destartalados. ¡Qué podría salir mal con tan idílico diseño de interiorismo! Dos amigos, uno escéptico y otro, acostumbrado a lo sobrenatural, displicente e indiferente, se reúnen en la casa de este segundo para escuchar lo que tienen que decir las paredes y, años más tarde, cuando tienen que marchar a la guerra se dan cuenta de que el mensaje de esos muros era un regalo macabro.

Lea variado, lea de todo

Y hasta aquí la selección de relatos de La máscara de la muerte. Me suele suceder cuando leo obras de finales del XIX que me cuesta entrar en su registro. Pero lo acabo logrando y disfrutando mucho. Creo que el contraste es valioso y nos permite salir de la rutina lectora. El estilo más rígido, de cuidadas frases escritas con pulcritud, frente al actual, en general más partidario de la acción, de párrafos desprovistos de arabescos léxicos; la sugestión frente al martillazo; la contención frente al desborde. Distintos pero compatibles en el camino lector de cada cual. Variemos lecturas, conozcamos a los fantasmas de entonces y veremos mejor los nuestros, los actuales. Pasa siempre que uno se aleja en el tiempo y el espacio de su actualidad frenética.

Relatos victorianos, señoras y señores, para desengrasar el músculo de la sorpresa y para salir de la costumbre que suele acabar convirtiéndose en un pudridero para las circunvoluciones.

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Fotos en Pxhere y sharonang en Pixabay