José Antonio Cotrina: Las fuentes perdidas

Las fuentes perdidas. Libros Prohibidos

Año: 2003
Editorial: La Factoría de Ideas / Alianza (2017)
Género:
 Novela (fantasía oscura)

El viaje del antihéroe

Vamos allá con la que creo que es la tercera obra de José Antonio Cotrina que reseño en lo que va de año. Y porque la pila de pendientes no me lo permite, porque tengo más material suyo esperando. En esta ocasión se trata de Las fuentes perdidas, ópera prima del autor vitoriano que Alianza ha tenido el acierto de rescatar. Porque sí, porque esta obra que supone la puerta de entrada al multiverso de La canción secreta del mundo tiene que estar disponible para ser leída como uno de los referentes de la fantasía en castellano.

Un mundo secreto se oculta entre las líneas del nuestro. Un mundo donde el horror y la maravilla se mezclan y confunden. Délano Gris, aventurero a sueldo y conocido canalla, se ve envuelto en una expedición en busca de las fuentes perdidas, un lugar legendario donde, según se cuenta, se cumplen todos los deseos. Acompañado por un grupo insólito de personajes, Délano se abrirá camino por las entrañas del mundo oculto. Lo que ignora es que ese viaje delirante lo conducirá de regreso a lo más sombrío de su pasado, a la pesadilla que gobierna su vida y marca su destino.

La primera consideración que tengo que hacer es que Las fuentes perdidas, pese a ir cronológicamente —si es que es posible decir eso en el universo que el autor aquí nos plantea— antes que La canción secreta del mundo, se puede leer previa o posteriormente y tendrá el mismo sentido, ya que ambas son obras independientes y autoconclusivas. Pese a ello, es recomendable empezar por la primera, ya que es una buena toma de contacto con este mundo que luego se ve ampliado en su «continuación». Y, además, y en mi opinión, La canción secreta del mundo mejora a su predecesora en muchos aspectos y es posible que os deje con malas sensaciones por la comparación.

¿Estoy siendo injusto con Las fuentes perdidas? En absoluto, ya que, para empezar, y como dije en su momento, creo que La canción secreta del mundo es la mejor obra de fantasía escrita en español. Y para seguir, una cosa que no se nos puede olvidar aunque parezca increíble: Las fuentes perdidas es una primera novela. Para la mayor parte de los autores —entre los que me incluyo—, la ópera prima es un despropósito del que arrepentirnos hasta el fin de nuestros días, pero en este caso es una señora novela llena de acción, intriga, con un worldbuilding deslumbrante y una ambientación tenebrista que puede arrugar a los lectores que no vayan preparados. Vamos, lo que después vino siendo el sello distintivo del autor, ni más ni menos.

Me estoy encontrando un problema en esta crítica a la hora de plasmar mis impresiones sobre la imaginación volcada en este libro. Puedo empezar por la magia, que carece de un sistema propiamente dicho y que se basa sobre todo en objetos o lugares cargados de poder y habilidades específicas. Esta plasticidad permite mayor libertad de acción, constriñe menos las cosas de las que son capaces unos y otros —lo que no ocurre con sistemas definidos pero rígidos—, y también ayuda a alimentar situaciones inesperadas. La sorpresa es un arma poderosa también en este libro. Seguimos con el worldbuilding, que si bien es cierto que «solo» se centra en los lugares de paso y prácticamente todo ocurre en estos, deja muchas pistas sobre los demás lugares contenidos en un multiverso que es, por definición, infinito. Y es tanto lo que insinúa y se deja en el tintero, que no me extraña que existan más obras que completan este mundo.

Los lugares de paso están formados por miles de caminos arrebatados al olvido. Miles de caminos que se pierden en giros y piruetas alocadas o avanzan serios y bien dispuestos sobre el academicismo rígido de la recta. Hay sendas que solo llevan donde uno más teme ir, atajos que acumulan sobre sus espaldas polvorientas el retraso de siglos, senderos olvidados que languidecen a las puertas de la próxima maravilla y el siguiente milagro…

Pero lo que más me ha impresionado de esta locura ha sido, una vez más, los monstruos. Y no me estoy refiriendo a tipos malvados, ni siquiera al antihéroe que protagoniza la historia, sino a monstruos de verdad, salidos de la mente del autor, y que conforman otra de las características de su obra, al menos en lo referente a la fantasía oscura. En esta ocasión no aparecen tantos como se puede llegar a ver en Crónicas del fin o en la propia La canción secreta del mundo, pero sí algo que me ha dejado estupefacto: la existencia de su propio panteón de dioses primigenios a los que es mejor no molestar —o atraer—, en un particular homenaje al terror cósmico de Lovecraft. Y es que nunca deja de sorprenderme.

Cuando el cómo y el qué se aman

Las fuentes perdidas. Cielo. Libros Prohibidos

Y yo quiero hablar —una vez más— de cómo escribe este hombre. Esa facilidad para situarte con dos pinceladas, esa forma de encontrar el símil adecuado, esa naturalidad para mostrarte una imagen descabellada ¡y que tenga sentido! En esta ópera prima se ve que todavía no estaba tan pulido su estilo y que se tomaba demasiado tiempo en crear el ambiente y en hacer descripciones, cosa de la que se ha ido desprendiendo con el paso de los años; pero ya teníamos a una gran pluma en ciernes, a un escritor que es la prueba viviente de que la acción, el ritmo y la velocidad de lectura no están reñidas con la belleza estilística. Sin ir más lejos, y que esto sirva de ejemplo, he de decir que las primeras 50 páginas de Las fuentes perdidas son para enmarcar. Para comprar un terreno en ellas, construir una cabaña y quedarse a vivir.

Se titulaba Mientras me desangro. Era un libro fino, formado por un prólogo de veintiocho versos que había escrito Ernest Albor mientras, como indicaba el título, se desangraba y moría. El poeta escribía a la par que la conciencia se le escapaba, ahíta de absenta y pociones, por la herida que, en vertical, se había practicado en la muñeca izquierda con la espina de una rosa. La última palabra del poema aparecía truncada; la inconsciencia que precede a la muerte le había arrebatado la pluma de la mano antes de poder terminarla. Si Albor había finalizado la palabra en la otra vida, era algo que el hechicero no podía averiguar.

Termino dándole las gracias a Alianza por esta reedición que, por cierto, incluye al final un relato también ambientado este universo. Si estabais esperando una señal para haceros con esta obra, sin duda, es esta reseña.

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Foto: Robson Hatsukami Morgan. Unsplash