Año: 2013
Editorial: Autopublicado
Género: Relato
Valoración: Está bien
Los libros de relatos están en auge, es algo que no podemos negar. Esto no lo decimos sólo por el alto porcentaje de ellos que nos llegan mensualmente a Libros Prohibidos, sino por otros factores como el boom de la difusión de los grandes maestros (sobre todo Cortázar y Borges), la aparición de nuevos talentos que les siguen (más o menos de lejos), la proliferación de concursos especializados y, por qué no decirlo, la facilidad para los autores de reunir una serie de relatos escritos a lo largo de x años, darles una manita de pintura y publicarlos.
Esto último es lo que parece haber ocurrido con El hombre imaginado. No quieran ver aquí una crítica a esta práctica; creo que si los cuentos tienen suficiente calidad e interés, muy bien pueden ir reunidos en una antología y ser igualmente disfrutados. No veo necesario que un libro de relatos tenga que tener una misma temática, ni siquiera los autores tienen por qué ser los mismos. Sin embargo, cuando los cuentos han sido escritos uniformemente, en un espacio de tiempo relativamente corto (lo que suele coincidir con una época concreta del autor), bajo unas ideas o puntos de vista similares, y con una intención concreta, nos encontramos con trabajos mejor finalizados y más disfrutables. Y para muestra un botón.
Todo esto no desmerece a las selecciones de cuentos diversos, aquí mismo hemos tenido algunas muy buenas. Pero, en el caso de El hombre imaginado, se nota demasiado la falta de cohesión de los cuentos entre sí. Los hay largos, cortos, simples, de temática más enrevesada, que implican poco transcurso del tiempo, algunos donde pasan años, históricos, de fantasía, de ciencia ficción, de narrativa pura y dura… No estamos juzgando la calidad de las obras, que por regla general es bastante alta, sino la falta de unidad (aunque haya tres divisiones temáticas más o menos justificadas). Y es que no es lo mismo escuchar un disco de un grupo en concreto, que poner todas las canciones del reproductor en modo aleatorio, aunque sean nuestras favoritas. Por eso creo que la lectura se hace, tal vez, demasiado larga (bueno, por eso y porque 300 páginas de cuentos me parece excesivo).
Una vez explicado este inconveniente pasamos a hablar de los relatos en sí. Personalmente, y aunque tengo un especial cariño por la fantasía y la ciencia ficción, he disfrutado más los cinco primeros, que son más de narrativa. En ellos las virtudes del autor destacan. Los dos primeros en concreto, El encuentro y No hay prisa son, sencillamente, para enmarcar. José Ignacio Becerril sabe llevar al lector, transportarlo en una trama envolvente para, ¡zas!, soltarlo en un desenlace inesperado. Además, la extensión de estos primeros cuentos es más acorde con su estilo descriptivo de ritmo incansable y alta densidad de detalles.
La cosa cambia cuando se mete en historias más largas. Ese mismo estilo, perfecto para relatos cortos, se vuelve demasiado pesado cuando hay muchas páginas de por medio. De ahí que Vlad me resultase poco inspirador, Horda (pese a mi amor por el género fantástico) fuera repetitivo y cargante, y El corazón del héroe se quedase en una mezcla de una cosa y la otra. Estoy convencido que estos relatos en cuestión, de leerlos por separado, me habrían resultado más amenos.
Lo que tiene que quedar claro es que no se debe desmerecer la escritura de José Ignacio Becerril en ningún caso. Su pulso narrativo es seguro, rico y solvente. Está bastante por encima de la media de los autopublicados actuales y es un autor a tener en cuenta pese a que El hombre imaginado no ha quedado tan redondo como podía. Hay ganas de leer su siguiente obra.