Título original: Hell Hound
Idioma original: Inglés
Año: 1977
Editorial: La Biblioteca de Carfax (2020)
Género: Novela (terror)
Traducción: Blanca Rodríguez «Bandarrita»
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2020
Cierra, que se escapa el perro
Es un gusto volver a leer un libro salido de las entrañas de La Biblioteca de Carfax, editorial madrileña audaz donde las haya, que se ha decidido a traernos y traducir lo mejor y más terrorífico de cada casa más allá de nuestras fronteras. En esta ocasión se trata de Baxter, novela de Ken Greenhall publicada por primera vez allá por 1977 y que todavía no había sido publicada en español. Pues ya no más; error resuelto de una vez por todas. Vamos con la sinopsis y justo después nos arremangamos para hablar de esta pequeña maravilla.
En un suburbio de una ciudad, lleno de casitas y familias, vive Baxter, un bull terrier sociópata. Gracias a su búsqueda de un amo a su altura, iremos conociendo a distintos integrantes del barrio que nos llevarán a darnos cuenta de que los más crueles animales somos siempre los seres humanos.
En un mundo como el nuestro, donde todo avanza tan rápido y hay tantas distracciones, una de las mayores cualidades que pueda presentar una novela es la concreción: usar las palabras adecuadas, no excederse en la longitud de las frases, decir mucho con muy poco. Con Baxter, Ken Greenhall demostró ser en maestro en esto. El estilo es sutil, que no por minimalista deja de contar todo lo necesario. Funciona como un reloj, no, como una máquina de precisión, como el CERN. Creo que el autor se adelantó a su época y que, conscientemente o no, nos regaló un título perfecto para nosotros.
A la facilidad de lectura de Baxter se le suma también la reducida extensión de los capítulos y que, además, estos están delimitados cada pocos párrafos. La fluidez del texto es para agarrar una zodiac y hacer rafting por ella, ya que no para de saltar de un personaje a otro, de un punto de vista a otro —entre ellos el del propio Baxter, el perro protagonista, cosa que comentaré en detalle más adelante—, contribuyendo e invitando al consumo masivo de páginas.
Este tiovivo de lectura no debe interpretarse como que es una historia precipitada o falta de profundidad. En absoluto. Porque Baxter es una obra impregnada de un criticismo tan hiriente que da gustito. Entre sus páginas nos encontramos con un buen puñado de seres despreciables, de estos que si no salen en los tratados de Historia junto a sus atrocidades es porque, simplemente, son personas normales, como nosotros, como los que se nos cruzan por la calle día tras día. Monstruos de ciudad dormitorio que si no te montan un genocidio no es por falta de ganas, sino porque, gracias al cielo, no les alcanzan los posibles. Y en esto, amigos, en estas ciento y pico páginas —casi doscientas— tenemos una crítica BESTIAL a nuestra sociedad. Lo dicho, tan hiriente que da gustito.
Ya pocos perros fuertes se acercaban al vertedero y Carl comenzó a observar con detenimiento las mascotas de la ciudad, juzgando su fuerza, buscando ojos que tuvieran la misma expresión que los de Baxter.
Era incapaz de definirla y la encontró en contadas ocasiones, pero no en los ojos de las mascotas, sino en los de sus amos.
El terror, por lo tanto, no nos llega solamente por las escenas fuertes y por la tensión que se genera por la anticipación de las mismas —que, oye, también, también—, sino por lo podrido que está el mundo que queda retratado, por la posibilidad de que el horror esté al otro lado del murete o del seto que divide tu parcela de la del vecino. De las largas sombras que proyecta una sociedad enferma. Buf.
El mundo desde los ojos de Baxter
He querido dejar esto para el final, ya que Baxter muy bien podría definirse como «el libro ese donde hay partes vistas desde el punto de vista de un perro». Y sí, creo que es el punto fuerte de la novela, aunque no me parecía justo centrarme en ello o resaltarlo por encima de lo demás. Pero, ya metidos en faena, hablemos de esos capítulos.
En realidad son partes dentro de los capítulos, ya que, como vimos antes, la estructura interna de cada corte es tan frenética que obliga a cambiar de punto de vista cada muy pocas páginas. Bien, siempre hay un apartado reservado para nuestro amigo peludo. Aquí la sutileza con la que percibe el mundo Greenhall alcanza la sublimación. El autor de Detroit tiene la asombrosa habilidad de meter al lector en el pellejo de un bull terrier y que quede verosímil. Es cierto que Baxter es un poco más cabroncete de la cuenta —recordad, no hay perro malo, hay mucho tipo despreciable que no debería tener perro—, pero todo en él resulta posible, cierto, real. De verdad que ves el mundo por los ojos de un perrete. Uno maligno, de acuerdo, pero está conseguido y solo por eso ya merece la pena leer esta novela.
Viven demasiado lejos de la realidad. Se quedan mirando al televisor como si fuera algo real y no un mero caos de sombras ruidosas. Supongo que hasta esas sombras les despiertan sentimientos.
Tienen incontables formas de engañarse a sí mismos.
Por lo que llevo expuesto en esta reseña, el lector agudo habrá podido intuir que lo que le ocurre al autor es que desea poner de manifiesto una misantropía importante. Y, una vez más, lo logra con una sutileza y efectividad innegables. De modo que, te advierto, si 2020 te tiene comida la moral y echas de menos lo mucho y bueno que tiene el contacto humano, a lo mejor Baxter no es tu lectura. Lo que sí te digo es que esperes a un momento más idóneo, pero no lo dejes pasar en ningún caso. Te lo recomiendo con ganas.
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Fotos: Katie Bernotsky. Unsplash