Año: 2018
Editorial: Cazador de Ratas Editorial
Género: Novela corta (Terror)
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019
El terror está a la vuelta de la esquina
Por ejemplo en un pueblo que parece una maqueta para decorar el sueño húmedo de un ricachón. Un vecindario nacido a golpe de talonario y que se levanta en medio de la nada. Y allí se queda varado, entre el idílico trazado de calles y chalets, Carlos, nuestro protagonista. Pronto empezamos a correr con él, a conocer su condición y sus evidentes desequilibrios de personalidad. Contemplamos en plena noche, subidos en su furgoneta destartalada, el pueblo en cuestión: Torrenova. Allí es donde se inventó el olor a cuerno quemado, los vecinos inquietantes y los encuentros desagradables a las tantas de la madrugada. Sentimos el escalofrío de recorrer sus calles desiertas, sus inmaculadas viviendas alineadas y silenciosas que anticipan que algo está por suceder. De repente, la intención de Carlos de dejar atrás esa pija villa fantasma se trunca, tiene que dar un frenazo, la pesadilla está servida.
O más bien la remembranza, porque asistimos a la confesión del protagonista, que se nos va desvelando a media que recupera su tocada memoria después de un accidente que le ha dejado la furgo para el arrastre y, claro, tirando de uno de esos adorables tópicos, no hay piezas de recambio en el taller local y nos tenemos que quedar en Torrenova. Así se abre Te prohíbo volver a dormir. Enseguida se hace también presente qué es lo que ha jorobado el transporte de Carlos. Algo que pertenece al pueblo, a este pueblo fantasma pero chic, que no deja de hacer que nos rasquemos inquietos a la espera de que de cualquier rincón salte la liebre.
Pero necesitaba distraerse, y también necesitaba información. Cualquier dato que recogiese podía marcar la diferencia: era como la gacela precavida, que sabe juzgar el momento de calma por lo que anuncia. Y todavía no había decidido en qué dirección iba a correr cuando asomasen los dientes.
Perturbador y sorprendente son dos adjetivos que os vendrán a la mente si leéis Te prohíbo volver a dormir. Hallaréis una de esas tramas donde el olor a chamusquina se hace patente desde el principio y lo impregna todo. Al fin y al cabo estamos ante una novela breve que no puede andar con soliloquios y vueltas innecesarias, pero que no nos permite descubrir con qué se alimenta y dónde está la hoguera que apesta tanto hasta que no nos encontramos metidos de lleno en la tensión que el propio protagonista siente y que está más que justificada, además de bien acompañada por un continuo tono de extrañeza y secretismo pesadillesco.
Mezclar churras con merinas y lo que salga rebajarlo con anís seco
Hacer gazpacho con tornillos y protoplasma, llevar al niño a clases de balalaica sobre hielo. Porque lo demencial de la coctelería de horror también hace acto de presencia en esta historia. Vemos como el protagonista a mitad del texto descubre que le va a costar un pelín salir de Torrenova. Lugar de apariencia impecable que contrasta con una movidita vida nocturna. Las costumbres de sus habitantes son de lo más estimulantes y nos hacen pensar en películas snuff y en ese género bizarro que ahora parece despuntar. Como no hay mucho espacio en esta obra, hacia la mitad, Pedro Moscatel se propone hacer honor al título y pone toda la carne en el asador para intentar que no podamos volver a dormir y, oye, un poco sí que nos mete el asco y el miedo en el cuerpo. Lo hace con tanta vehemencia que nos llegamos a preguntar si no se le habrá ido la mano.
El eslogan, las banderas, los símbolos, todo eso cambia con el tiempo. Pero los cabrones eran y son los mismos.
La mezcolanza también se ve en los temas que toca la obra, de pasada y en formato comida rápida; y en la amenaza que justifica la tensión narrativa. Un mal difuso que se va definiendo y que es la unión de muchos factores. Ante él, incluso nuestro chabacano protagonista, que si nos lo topáramos en cualquier otra situación nos parecería un gañán peligroso, parece una caritativa monja de clausura.
En definitiva, todo está muy apretado en este libro. Hay vértigo en la acción y en los temas tratados, por su cantidad. No quiero ponerme aquí a endilgar etiquetas a este traje hecho jirones que es Te prohíbo volver a dormir, sobre todo no quiero aguar la sorpresa al lector que venga a sus páginas, pero es que esa osada mezcla es uno de los puntos fuertes del libro. Se lee como un cóctel explosivo que nos hace dudar por sus colores y emanaciones si no sabrá a tocino de cielo con papas alioli. Pero confiamos, nos lo echamos al buche de un solo trago, algo hay que nos recuerda a otras lecturas, a otros géneros, a otros lugares ya transitados pero que quizás no se nos había ocurrido poner en una misma historia.
(…) y todo está lleno de esta cosa viscosa que me hace querer vomitar. La otra pierna está muy lejos, no es natural. Y el ángulo en que se tuerce tampoco lo es. Las correas se han roto, la cama se cae. Tengo miedo. Me duele. Me duele mucho. Por favor. Por favor que pare. Que pare ya.
Locura, carnicería casera y mala juntiña
Quizás pueda achacársele algo de precipitación en la explosión de la trama y también cierta tendencia azarosa en las motivaciones de los personajes. Pero esta novela ligera, concebida con seguridad para entretenerse y gozar de su alma pulp, para hacer un poco el cabra loca, puede permitirse este sálvese quien pueda, este órdago narrativo. Enseguida nos contagiamos de la demencia imperante y, una vez comprobado lo que podemos esperar, lo más normal es dejarse llevar.
El asco y la repulsión están muy presentes en esta historia de terror veloz. Lo que acecha en el pueblo es viscoso, es inhumano, es despreciable y da mucha grima. Torrenova, salvando las distancias, recuerda al Innsmouth de mi querido Lovecraft, pero con un ambiente más montaraz que marino.
Ya he señalado que Te prohíbo volver a dormir corre que se las pela, así que es normal que el final sea algo forzado y caótico. A la influencia anterior del de Povidence se añade un regusto al más sangriento Barker y, claro, el buen aficionado a la casquería fina, olvida la precipitación y se centra en el despiece. Sí que queda la sensación de que la historia es un pasaje de algo mayor, por su rápida entrada en acción, sin mucho preámbulo, y por su final de pesadilla abierta.
Estamos ante una novela que se termina en dos ratos, que disfrutarán mucho los amantes de lo que se arrima al pulp y al horror más cósmico que tira de criaturas extrañas y amenazantes. No pedidle a esta lectura que se convierta en una obra de referencia, mejor id a sus páginas buscando el deleite de hurgar en las vísceras aún calientes de lo que un día fue humano.
Entretenimiento, horror, y un caos que desconcierta lo justo para que bajemos las defensas y saquemos el crédulo que quiere ser zarandeado.