Título original: De Bewaker
Idioma original: Neerlandés
Año: 2010
Editorial: Rayo verde (2014)
Traducción: Maria Rosich
Género: Novela
Valoración: Ovación
No sigan leyendo. En serio. No pierdan más tiempo. Cierren esta ventana, apaguen el ordenador, pónganse los zapatos y vayan corriendo a por un ejemplar de El vigilante.
¿Siguen aquí? ¿No les he convencido? No importa, en sólo unos minutos cambiarán de opinión.
El vigilante es una novela del escritor belga Peter Terrin, publicada originalmente en 2010 y ganadora del Premio de Literatura de la Unión Europea. Ha sido editada recientemente en español por Rayo verde, a los que agradecemos la amabilidad de habernos hecho llegar un ejemplar. Pero lo verdaderamente importante, lo que quiero hacerles llegar ante todo, es que tenemos aquí una de esas pocas novelas de las que se puede afirmar con rotundidad que se trata de una obra maestra.
Harry y Michel son dos vigilantes de seguridad encargados de proteger el garaje de un edificio de pisos de superlujo. Han sido sometidos a un estricto entrenamiento y tienen prohibido tanto salir de las inmediaciones del sótano como comunicarse con los residentes. Un día observan cómo todos los vecinos menos uno abandonan el edificio. Su sentido del deber será entonces puesto a prueba cuando empiece a escasear su aprovisionamiento y se alargue la espera del relevo que tienen prometido.
La trama se desarrolla en unas coordenadas espacio-temporales desconocidas. No sabemos en qué ciudad ni en qué momento de la historia nos hallamos. Pero no es este el único misterio. El lector tiene la misma información que los protagonistas, que es muy poca, poquísima. Harry y Michel no saben qué clase de catástrofe ha podido ocurrir fuera, y tampoco reciben noticia alguna de sus jefes. La falta de información, y la especulación a la que esta les lleva, harán que vayan perdiendo poco a poco la cabeza, en un proceso lento pero inexorable.
Uno de los múltiples puntos fuertes de esta obra es el suspense, la tensión que se palpa en todos los capítulos sin excepción. Sabemos que va a ocurrir una tragedia (o varias). Lo sentimos en cada una de las frases que leemos. Casi lo podemos oler. Pero en ningún momento nos imaginamos qué puede ocurrir a continuación. Y este es el segundo punto fuerte a mencionar: lo impredecible que es la trama. A mitad de libro no tenía ni idea de por dónde me iba a salir. Cuando me quedaban sólo 20 páginas, seguía sin tenerla. Y Terrin en ningún momento defrauda. Los giros argumentales son impresionantes y el final es, simplemente, perfecto.
Todo lo que ocurre en el libro es inesperado, y sin embargo, nada podría ocurrir de otra manera. Y es que Terrin tiene el control absoluto tanto de la narración, como de la psicología de sus personajes. Nos da la información justa, en el momento exacto, con total precisión. El lector siempre está como quiere Terrin que esté. Sabe siempre justo lo que quiere Terrin que sepa. Y sus personajes siguen el camino al que él les aboca; la locura como resultado de un determinismo absoluto.
Ojo, es una lectura ardua. Los acontecimientos narrados son duros, en ocasiones trágicos (aunque siempre quede un resquicio por el que se pueda colar un finísimo humor negro). El ritmo es lento, la narración densa, claustrofóbica. La realidad de los vigilantes se confunde con sus paranoias, con sus sueños, con sus espejismos. Uno siempre encuentra la orilla, pero no sin antes sentir que tal vez se ahogue. No obstante, la narración de Terrin es calculadísimamente deliciosa. He leído en algún blog que usa cero florituras. No estoy de acuerdo. Su lenguaje es seco y sobrio cuando quiere que así sea, pero los pasajes más oníricos rozan la poesía, y en general, el autor siempre parece dispuesto a colar un giro estilístico donde menos te lo esperas, haciendo uso de imágenes tan hermosas como precisas.
Decía que El vigilante es una obra maestra. Y como tal, no le podía faltar su doble lectura. Todo lo que aquí se contiene puede ser interpretado en clave alegórica. Los de Rayo verde, en su característica nota al final del libro, nos dicen que tal vez la prisión de los vigilantes sea la nuestra propia; que Terrin está hablando aquí de la libertad y del poder de la falta de información. Aún diría más: entre líneas hay también reflexiones sobre la sumisión al poder, la banalidad del mal, la xenofobia, la manipulación de las masas, el miedo a lo extraño, y tantas otras características de nuestra decadente sociedad occidental.
No pueden no leerlo.