Raúl Gonzálvez del Águila: La balada de Kure-Kagira

Mejores libros independientes de 2017. La balada de Kure-Kagira. Libros Prohibidos

Año: 2017
Editorial: Autopublicado
Género: Novela corta (ciencia ficción)

Haciendo posible mundos imposibles

El libro que traigo hoy es el primer autopublicado de ficción que entra en la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville del año que viene. Sí, a la edición actual le queda más de un mes todavía y yo ya estoy pensando en la siguiente. Esto funciona así, y ya vamos tarde. Hoy voy a hablar de La balada de Kure-Kagira, una locura futurista de Raúl Gonzálvez del Águila.

La primera Kure-Kagira en varias generaciones está a punto de caer sobre Este Mundo Helado. Tuerto se dirige hacia ella junto a los demás miembros de su clan con la esperanza de ser los primeros en alcanzarla y hacerse así con su carne y sus dones. Así ha sido durante eones, pero hace tanto que no aparece una Kure-Kagira que todos dudan de que sea real o parte de la leyenda.

Lo primero que tengo que decir de este libro es lo sorprendente que me ha parecido. No esperaba algo así en absoluto, y esa sensación me ha encantado. Cuenta con un planteamiento arriesgado y demencial que recuerda en gran medida a los relatos de mundos imposibles que podemos encontrar en La mirada extraña de Felicidad Martínez. Este Mundo Helado pronto se consigue relacionar con una de las lunas de Saturno, pero sus protagonistas, estos seres primitivos y bestiales que se llaman a sí mismos como «los verdaderos hombres», no parecen encajar muy bien en su medio. Las preguntas surgen de sopetón nada más empezar a navegar por las páginas de este libro: cómo han llegado allí, qué ha sido de los hombres de verdad y, sobre todo, cuándo está ocurriendo esto. Lo que viene siendo un worldbuilding imaginativo, rico, inesperado y muy bien expuesto.

Y es que, junto a la construcción de este mundo bizarro e ignoto en el que viven los protagonistas, la gestión de la información es uno de los puntos fuerte de La balada de Kure-Kagira. Esa incertidumbre, esa sensación constante de que el autor te está tomando el pelo, ese no saber nada y no querer fiarte de los datos que te van llegando con cuentagotas por contradictorios y extraños hace que el interés de la historia sea siempre creciente. Al menos durante la primera mitad de la obra, como veremos más adelante.

La balada de Kure-Kagira. Saturno. Libros ProhibidosEl equilibrio entre la gestión de la información, el worldbuilding y la tensión creciente, la consigue el autor con detalles sutiles como los nombres que utilizan estos «verdaderos hombres» —o Djkain— para referirse a cosas cotidianas de su realidad. Las unidades temporales, por ejemplo, son totalmente ajenas a nosotros, con términos como giros, miligiros o demil, que el autor usa para sustituir a nuestros años o segundos. El texto está sembrado de términos como estos para referirse a otras realidades comunes para estos seres y que conforman un vocabulario nada desdeñable. Pero que no se me asuste nadie, que no son tantos como para necesitar un glosario y resulta bastante fácil hacerse a ellos. Solo dan color —y mucho—, no quebraderos de cabeza.

Sin embargo, una vez que salvaron el saliente y pudieron llegar a lo alto de la loma, cansados y vapuleados, algunos tan cubiertos de barro anaranjado que era difícil decir quiénes eran, a ninguno le importó la jornada de viaje, ni el dolor, ni el aire abrasador que les quemaba las gargantas.
Nada de eso importaba cuando, por primera vez en seis generaciones, podían contemplar con sus propios ojos, y no a través de meros recuerdos, el regalo supremo del Dador: la Kure-Kagira había caído, y su cuerpo sacrificado aguardaba al fondo de los bordes afilados del kurs recién creado.

No quisiera cerrar esta parte de la crítica sin mencionar la mnémone, lo que a mi entender es una de las grandes aportaciones de esta novela corta. El concepto de una conciencia colectiva que les sirve a estos hombres como una especie de base de datos o archivos comunes, y a la que se accede por medio de vibraciones, es, simplemente, toda una maravilla. Como hoy en día todo está ya inventado, supongo que habrá cosas parecidas en obras anteriores, pero para mí fue la primera vez que vi algo semejante. Y me pareció todo un hito a tener en cuenta.

A vueltas con la información

Antes comentaba que la gestión de la información es impecable en La balada de Kure-Kagira durante su primera mitad. Pero esto cambia cuando entra en juego un factor que no voy a desvelar para no ser un maldito spoiler. La narración, que es apropiada e intencionalmente misteriosa durante los primeros dos cuartos de la historia, entra de pronto en el campo de las —¿necesarias?— explicaciones. No se trata de un Deux ex machina, pero sí que aparece un elemento que le explica al protagonista y, ya de paso, al lector qué está pasando, desde cuándo y por qué. Pese a que es entonces cuando se nos abre un abanico de posibilidades al conocer lo intrincados y creativos que son el mundo y la historia creados para la ocasión, no deja de parecerme una forma poco hábil de desvelarlo todo. Porque, al final, resulta que todo esto iba sobre el worldbuilding, no sobre la historia en sí. Al final no eran tan importantes los personajes ni qué pasaba con ellos, sino el escenario. Repito que me parece un trabajo de gran mérito, pero a mi entender se trata de una solución que desluce un poco la propia novela.

Entiendo que esto no sea ningún impedimento para muchos lectores a la hora de disfrutar este libro. Yo animo a todos los amantes de la ciencia ficción a darle un tiento. Bien merece la pena.

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Foto de paisaje con Saturno de fondo:PJ Nelson