Año: 2017
Editorial: Cerbero
Género: Novela corta (ciencia ficción)
La belleza de que te reviente la cabeza
Espero que me creáis, pero me hice con el libro del que voy a hablar hoy antes de que Origen Cuántico iniciase su disección y todo el hype que generó sobre el mismo —esto significó la primera piedra a los grupos «Diseccionadores de novelas» en Facebook y Goodreads; altamente recomendables si sois de los que os gusta llevar la experiencia literaria más allá—. La verdad es que La belleza del Uróboros ya había llamado mi atención antes, y no solo porque tengo el placer de haber coincidido en personal con el autor un par de veces. Simplemente me atraía. Vamos con la sinopsis.
«25=2; 12+4=miles de millones. Asúmelo cuanto antes».
¿Quién firma el extraño telegrama? ¿Qué quieren decir esas cifras? ¿Qué relación tienen con un absurdo asesinato del pasado? El uróboros, la serpiente que se muerde la cola, el bucle infinito de la paradoja. ¿Deben los hijos cargar con los pecados de sus padres?
Efectivamente, a partir de ahora voy a pegar aquí la sinopsis que viene en el libro. No siempre me gustan, pero suelen cumplir su función. En fin, vamos allá con la crítica. Como ya digo, he recibido mucha información sobre este libro antes de ponerme con él. Que si comentarios, valoraciones, su propio editor dando la turra… Y sí, puede verse todo lo que dicen de él: se trata de una historia profunda, escrita a muchos niveles, con significados ocultos e información cruzada que lleva a más información. Una huida vertiginosa hacia adelante. Javier Castañeda ha construido un intrincado y ambicioso laberinto para tratar de ocultar el principal escollo de toda obra basada en el uróboros, en la pescadilla que se muerde la cola: el final siempre va a volver al principio, por lo que ya se conoce.
No entiendo esto como error; es más bien un riesgo que el autor ha corrido conscientemente. Y es que la principal característica de La belleza del Uróboros no es ese final —que ya digo que es anunciado desde su mismo arranque—, sino la forma de llegar a él. Javier Castañeda ha procurado revestir la narración de datos, documentación, de ese arte fabuloso que aúna filosofía y matemáticas llamado lógica. Y las paradojas, no olvidemos las paradojas. De esta forma, el libro se apoya en las famosas paradojas planteadas por personajes como Bertrand Russell —en la foto— para armar la trama de la novela. Digamos que es capaz de crear su propia paradoja y resolverla para dar sentido a ese final que es el mismo principio en una rueda que gira y gira sin fin.
Durante una clase [Russell] afirmó que si las matemáticas fuesen falsas, entonces se podría demostrar cualquier cosa. Un estudiante le desafió: «Imaginemos que las matemáticas son falsas. Demuestre entonces que usted y el Papa son la misma persona». A lo que Russell, con la serenidad de un estoico, contestó:
«Si las matemáticas fuesen falsas, dos serían igual a uno. Como el Papa y yo somos dos personas y dos es igual a uno, entonces se deduce que el Papa y yo somos uno, luego yo soy el Papa».
¿Podría considerarse La belleza del Uróboros como un libro que te revienta la cabeza? Definitivamente sí. Creo que encaja en esa descripción sin ningún problema, puedo afirmarlo incluso siendo uno de los que no hemos pillado del todo el libro. Lo confieso. Tuve unos profesores que solo escribían fórmulas en la pizarra y que nunca explicaban el verdadero significado de las matemáticas, el qué quería decir todo aquello, cómo se averiguó, para qué se usa en nuestro día a día. Bueno, tampoco es que yo sea una lumbrera, también hay que decirlo, pero me imagino que muchos sabréis a qué frustrante sensación me refiero. De modo que mis conocimientos con los números son limitados. El tema de las paradojas tampoco lo tenía muy transitado, y aunque es verdad que esta novela ha conseguido que se despierte en mí un sano interés por ellas y me haya puesto a buscarlas, no he dejado de quedarme en tinieblas. Las distintas capas de La belleza del Uróboros se intuyen, pero son más disfrutables si el lector de verdad conoce sobre el tema, domina al menos una parte de las numerosas referencias.
Tanto hablaros de las virtudes de esta novela corta para al final confesar que me he quedado escarbando en la superficie. Era este, como ya dijéramos antes, el principal riesgo que el autor corría desde el principio. De modo que no consigo saber si al final La belleza del Uróboros consigue lo que se propone. Yo me he quedado frío y perplejo. Y mucho que lo siento. Tal vez, siguiendo la recomendación de varias valoraciones que he encontrado, y dada la cantidad de temáticas que el libro aborda y la profundidad que alcanza, me vendría de perlas una segunda lectura. Pero mucho me temo que no dispongo de tiempo para ello, aunque se trate de una obra que terminar en una tarde.
De modo que recomendaría este libro, sí, pero solo a verdaderos amantes de la ciencia ficción, y les avisaría de que tienen que venir estudiados y preparados antes de introducirse en este laberinto, porque se corre el serio riesgo de perderse en la paradoja. Y también, que es posible que necesiten una relectura.