Alberto Bermúdez: En la piel del lobo

por Lucas Albor
Hace 6 años
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Año: 2018
Editorial: Dilatando Mentes
Género: Terror fosco

Hoy apenas si se escucha ya el canto del lobo

Si hace unos días discutíamos el sentido que puedan tener las atribuciones de género literario, al hilo de El zoo de papel, hoy encontramos una obra que pasa de puntillas por las etiquetas de género y combina elementos de terror fosco con un cierto realismo mágico, ubicándose además entre la novela costumbrista y la fantasía de cachava y boina. Se trata de En la piel del lobo, de Alberto Bermúdez.

Como en el resto de títulos publicados por Dilatando mentes, es importante mencionar su maravilloso trabajo de edición y diseño, que sin duda estimula la lectura y genera un acercamiento más profundo al contenido de la obra.

El estilo literario de Alberto Bermúdez

Quizás el elemento más destacable de En la piel del lobo tenga que ver con el desarrollo de un estilo literario con personalidad propia, capaz de distinguirse tanto de autores consagrados como de autores nóveles. Frente a composiciones de apariencia más ambiciosa pero estéticamente planas, Bermúdez hilvana un texto con una trama sencilla y fácil de seguir, que adquiere entidad a través de su particular uso de recursos literarios y formas de narrar.

En la piel del lobo nos presenta en tercera persona la figura de Miguel, un joven con pretensiones de escritor que regresa a su pueblo después de una experiencia fallida en la ciudad. Allí reencontrará a Carmen, con la que mantiene sentimientos ambivalentes, y descubrirá la amenaza de una camada de lobos que aterrorizan al pueblo. El desarrollo de su relación con Carmen y sus tribulaciones acerca de su disposición personal para la escritura serán los elementos en los que se desplegará la novela, con el trasfondo casi paisajístico de los lobos.

Como decíamos, el entramado narrativo multiplica su valor en la medida en que es potenciado y se entrelaza con los aspectos estéticos. Bermúdez emplea un lenguaje que combina a la perfección expresiones de corte costumbrista con pasajes poéticos muy elaborados, tanto en la voz narrativa como en las intervenciones de los personajes, en los que reverbera esa impresión de realismo mágico que indicábamos al principio. Ello nos permite sumergirnos en el contexto rural que presenta con absoluta naturalidad, identificarnos con los personajes e ir descubriendo sus caracteres. En ese sentido, el manejo de los diálogos es excelente, así como las descripciones de contexto:

Eligió el viejo camino que unía los pueblos que se alzaban a las faldas de la montaña. Estaba bastante deteriorado y seguía irradiando calor a borbotones. Recorriéndolo, el viajero confundía el crepitar de sus pisadas con el canto de las chicharras. En él reconoció el larguero que antaño cruzaba su ancho soportado por los muros de piedra que aún se conservaban: la madera no tenía ya el brío y los grandes remaches que unían sus partes estaban comidos por el tiempo.

Además, Bermúdez, con la misma naturalidad con que articula el resto de la obra (es decir, tratándose de un texto que ni en la forma ni en el contenido pretende resultar subversivo ni presentar una ideología rupturista del lenguaje) introduce dos elementos llamativos. Por un lado, la omisión casi constante del sujeto en la descripción de acciones. La mayoría de veces las frases referidas a los personajes se inician con el verbo, lo cual otorga limpieza a En la piel del lobo y evita repeticiones innecesarias, ensamblando el devenir de los personajes con el ambiente en que se encuentran inmersos. Por otro lado, Bermúdez alterna el uso del pretérito perfecto simple con el del pretérito imperfecto, en construcciones en las que lo habitual es utilizar solo el primero. La combinación de todos estos elementos, unido a un control escrupuloso del contenido que se está narrando, consigue generar una experiencia estética envolvente en la que el lector se sumerge por completo:

—Necesito uno de esos cafés que reviven a los muertos — reclamó sentándose a la mesa.
—¡Ay, calla, por Dios Santo! Que con la noche que me han dado solo falta que vengas mentando a los muertos.
Lola tenía unas ojeras que le llegaban a los pies. Julio parecía que tampoco había tenido una noche apacible—Vaya nochecita. Habrás pasado mucho miedo, ¿verdad, tía?
—Más que Carracuca — le contestaba alzando las cejas — ¿Pero tú los has escuchado?
—Si, claro que sí, ¿y a ti no te han despertado?
Antes de hablar Julio se restregaba las manos por la cara pretendiendo sacudirse el sueño del cuerpo.
—A mí me ha despertado tu tía a codazos.

Homo homini lupus

Quizás sea esa sentencia explotada por Thomas Hobbes la que mejor defina el trasfondo que encierra la obra. Durante toda la lectura percibiremos la presencia de esa amenaza latente, la del lobo, que nunca termina de concretarse pero que parece controlar las acciones de los personajes, especialmente las del protagonista. El interés de En la piel del lobo, además de las cuestiones de estilo ya mencionadas, radica en el tratamiento de Miguel y las motivaciones que dirigen sus actos. La narración gira en torno a su evolución personal, y los personajes secundarios operan como reflejos o puntos de vista que devuelven distintas visiones de su carácter o sus estados emocionales, contribuyendo así al desarrollo de la trama.

En la piel del lobo cierra de manera coherente la tensión dramática y los interrogantes desarrollados en el nudo, introduciendo un juego de perspectivas que además sugiere una segunda lectura de corte moral.

En cualquier caso, lo decisivo de En la piel del lobo resulta ser la manera de narrar. Nos encontramos ante una voz diferente que aúna distintos elementos y corrientes literarias para construir un producto original y de alto valor artístico en sus aspectos formales. La trama es fácil de seguir y está bien desarrollada, e incita a la reflexión personal. Por encima de todo, destaca el trabajo estético y el manejo del lenguaje, que convierten a En la piel del lobo en una obra interesante y a tener en cuenta.