Año: 2018
Editorial: Cerbero
Género: ¿Novela? (Ciencia ficción)
El sentido literal de «vas a flipar»
Supe de la existencia de este novela directamente de su editor, va a hacer ahora un año. Me comentó que se iba a tratar de una novela con nazis, Tesla y Orson Welles, pero apenas atendí a eso al escuchar las palabras clave con la que la definía: ucronía lisérgica. Obviamente, yo tenía que hacerme con un libro que encajase en una descripción así —por el interés histórico de un pasado alternativo en pleno s. XX, que fue mi segunda especialidad de la universidad, no por las drogas, malpensados—. Y en las siguientes líneas os cuento cómo fue mi viaje con Blitzkrieg!, de Roberto Bartual, primera novela larga publicada por Cerbero.
¿Es Nikola Tesla el inventor de la tecnología de rayos sónicos usada por los nazis para bombardear Londres y por los japoneses para provocar el tsunami de Pearl Harbor? Tras diez años desaparecido, deberá regresar para desmontar la red de mentiras que sus propios compatriotas han tejido en torno a él. Para ello será necesario viajar en el tiempo, reclutar ministros nazis, suministrar LSD a todos los espectadores de cine de los Estados Unidos, organizar el Watergate y manejar desde la sombra todas las conspiraciones de las que se tienen conocimiento. Esto es Blitzkrieg, su guerra relámpago.
En la crítica de hoy voy a analizar las muchas cosas que me han gustado de Blitzkrieg!, que puedo adelantar que es casi todo, pero ese «casi» fue creciendo y creciendo hasta convertirse en un señor escollo que me hizo naufragar. Podría decir, así a grandes rasgos, que los ingredientes de la receta me parecen excelentes, que los tiempos de cocción son inmejorables y que las herramientas usadas son top, pero que algo ocurre que hace que la mezcla se corte y la mayor parte se eche a perder, o que al menos el resultante no llega a estar todo lo rico que presagiaba. Eso fue lo que me pasó a mí en mi cocina.
Vamos a empezar por el principio. Roberto Bartual ha traspasado con este libro no una, sino unas cuantas de las líneas rojas que todo escritor responsable respeta. Viajes en el tiempo con capacidad de cambiar la propia trama, personajes históricos reales en un pasado alternativo, drogas alucinógenas masivas, conspiranoia y, por si fuera poco, contado con una estructura demencial sin narrador ni nada, ahí, a lo bruto, en una apuesta metaliteraria kamikaze. Así, con la suspensión de la incredulidad boqueando en el suelo y tiritando, se lía una madeja tan grande como para abrir dentro un planetario con tienda y todo. Porque este libro NO es una novela ni pretende serlo. Y lo más serio del asunto —aquello que terminará de volaros el cráneo— es que funciona. ¡FUNCIONA!
Por unas 400 páginas al menos.
¿Es la misma película, o quizá la psilocibina, la que invita a contemplar todas las imágenes como si no fueran más que movimiento puro de partículas, mera vibración y desplazamiento de ondas que apenas es posible describir si no es comparándolo con las formas móviles de otros cuerpos, las dunas de un desierto, una manta doblada por el contorno cubierto de una mujer? El lenguaje no tiene recursos suficientes para describir lo que ven los ojos, porque ¿cuál es la palabra que se utiliza para nombrar las manchas de luz que esparcen por el suelo las sombras entrelazadas de las ramas de un árbol al atardecer?
He pensado, bastantes veces además, que Roberto Bartual no hubiera conseguido mejor el efecto caleidoscópico-alucinógeno de untar las páginas del libro con LSD, a lo El nombre de la rosa. Entiendo que ese el objetivo primario de Blitzkrieg!, ofrecerle al lector una experiencia lo más cercana posible al mundo lisérgico, a la alucinación, al viaje astral. Pero sin drogas, con literatura, esa sustancia —todavía— legal. Vuelvo a mencionar el riesgo que ha corrido el autor, pero es que forma una parte intrínseca de la obra. No puedes pretender pegarle una dosis delirante al lector desde la tranquilidad y la armonía. Y tanto se acerca la experiencia al viaje de ácido, que el efecto no es el mismo para todos los lectores. Como comenté antes, a mí se me bajó el efecto alrededor de la página 400, cuando me pregunté a mí mismo por primera vez que qué cojones estaba leyendo. Me perdí, dejé de encontrar al sentido de lo que pasaba entre tanto salto temporal, tanto ácido, tanto pasado probable y tanto personaje involucrado. A unos lectores les ocurrirá antes, a otros después, así como habrá algunos que finalicen el viaje, no solo sin problemas, sino totalmente cambiados y renovados. Y otros que tengan que ser atendidos prematuramente por el personal sanitario.
No es ácido todo lo que brilla
Reconozco que me he tomado bastantes licencias a la hora de hacer esta crítica. Tomáoslo como un acercamiento, no como una incitación a las drogas. No consumáis sustancias ilegales, sed sanos, dormid 8 horas. Una vez dicho todo esto, y antes de terminar, quiero resaltar otros puntos de esta lectura que por momentos me ha maravillado. Y empiezo por el estilo. Más allá de que la locura de lo que ocurre, el texto rezuma calidad por los cuatro costados. No solo está bien escrito, sino que consigue sacarte la sonrisa con su arsenal de recursos literarios y escenas esperpénticas. Es más difícil de lo que parece: requiere temple, vis cómica y gran dominio de la escritura.
Tampoco hay que pasar por alto la documentación necesaria para armar Blitzkrieg! Ya no solo me refiero al conocimiento de Historia general de todo el siglo XX —y parte del XIX—, sino de lo referente a casos concretos como el nazismo, la vida de Nikola Tesla, Thomas Edison, Orson Welles o Richard Nixon. Hay muchas horas de lecturas y visionado de películas —sobre todo Ciudadano Kane y otras del estilo RKO 281. La batalla por Ciudadano Kane— detrás de la confección de esta obra.
Tesla ya no recibía invitaciones, sus amigos habían desaparecido, sándwiches y café con leche constituían su dieta primaria, las habitaciones de hotel donde vivía menguaban año tras año hasta que, una mañana, se encontró viviendo en lo que antes había sido el almacén de material de limpieza, del cual apenas salía, víctima de su terrible fobia hacia los microbios y las mujeres. Y, sin embargo, casi todos los días visitaba Central Park para encontrarse con sus nuevas colegas, las palomas, por las cuales había desarrollado un extraño afecto que, a pesar de ser incompatible con su terror hacia cualquier tipo de suciedad, le llevó a poblar de aves su humilde cuarto, alimentándolas, curándolas si estaban heridas e incluso duchándolas dos o tres veces por semana.
La conclusión de esta crítica es que no hay conclusión. Podéis seguir vuestra vida sin leer esta anti-novela y no ocurrirá nada malo, como, en principio, tampoco os ocurrirá nada si vivís sin haber probado un poquito de LSD. Pero si lo que queréis es experimentar un viaje alucinante, pues…
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Foto: Nicolas Ladino Silva. Unsplash