Año:2017
Editorial:Ronin Literario
Género: Libro de relatos (Fantasía oscura)
Brujas, fantasía y mucha magia
No hay brujas buenas es una antología de relatos de ficción, cuyos nexos de unión son la magia y la fantasía oscura. De los siete textos que componen la antología, cuatro fueron seleccionados a través de un concurso homónimo, organizado por Ronin Literario. De esta manera, No hay brujas buenas prolonga la iniciativa de esta editorial de publicar antologías compuestas por textos elegidos a través de un jurado y textos de autores invitados, como ya ocurriera con Historia de un revolver.
Por regla general, No hay brujas buenas mantiene una línea común a lo largo de todas sus páginas, pese a la diversidad de autores y contextos históricos en que enmarcan sus relatos. En todos los textos se prima la presentación de un entorno llamativo y plagado de elementos paranormales, ubicado en lugares mitológicos o momentos históricos pretéritos y exóticos para el lector occidental. Los protagonistas suelen ser héroes o heroínas con algún poder especial y, generalmente representan la eterna lucha del Bien contra el Mal. Son lecturas ágiles y dinámicas, que priorizan ante todo la acción, los diálogos y el desarrollo inmediato de los hechos, sin pretender suscitar una reflexión ulterior o transmitir algo más que el propio worldbuilding y las aventuras de los personajes. En No hay brujas buenas encontramos mucha magia, mucha sangre, peleas entre buenos y malos y otros elementos típicos del género, como objetos ancestrales con poderes ocultos o divinidades veleidosas que interfieren en el devenir de la cotidianidad humana.
Coronada con sal
Del conjunto de relatos destaca, quizás por pasar de puntillas sobre esos clichés y sugerir una lectura más profunda, «Coronada con sal», de Alister Mairon (autora nominada a los PGB´17 por Sorgina). Si bien mantiene la agilidad y ligereza del resto de textos que componen No hay brujas buenas, se trata de un relato consistente y sólido, en el que los elementos fantásticos engarzan con naturalidad en el cuerpo narrativo y se combinan bien con el contexto histórico en que se ubica la acción — la Nueva Orleans del siglo XIX y la sociedad esclavista norteamericana —, y que además crece enormemente a medida que avanza la lectura.
El relato narra las vivencias de Madeleine, una joven esclava que al comienzo del texto sufre una violación por parte de su amo y decide vengarse. Pese al tópico, Mairon consigue crear un personaje con identidad propia, a partir del que construye una trama coherente que orbita alrededor del vudú y la magia negra y en la que, por esta vez, no queda claro quienes son los buenos y quienes los malos. El final del relato, de corte bizarro, culmina de manera magistral un texto muy bien trabajado.
Barnabas se giró hacia los muertos. Chasqueó los dedos y la macabra danza se convirtió en una vorágine de violencia en la que los muertos se atacaban los unos a los otros, desgarrando y abriendo terribles heridas en la carne. Cuando se cansó del espectáculo, el brujo volvió a chasquear los dedos y sus obedientes siervos reanudaron el baile ante la mirada aterrada de Madeleine.
—Los zombis son criaturas muy eficientes. Lo complicado es convertirlos. Es un proceso largo y costoso.
El Bien y el Mal, campo de batalla
«El sabor de la eternidad», de Miguel Tofiño Vian, propone una odisea en la que Arun sigue a su maestro Mahat a través de viaje tanto físico como espiritual, cuyo término será la lucha entre las fuerzas del Bien y del Mal. El relato pone en juego una trama bastante elaborada e introduce un giro final que logra sorprender al lector. Sin embargo el desarrollo dramático resulta en ocasiones poco convincente o demasiado arbitrario, y exige la introducción final de elementos hasta entonces ajenos al texto para poder justificarlo todo.
Esa falta de precisión en el desenlace no será exclusiva de «El sabor de la eternidad». Armando Boix utiliza el esquema del viaje de héroe para componer «Hijo de Marduk», el relato que abre la antología. Maru, esclavo pero a la vez hijo de un dios, se ve obligado a huir del hogar tras asesinar por accidente a su amo. Refugiado en los bosques, desarrollará habilidades increíbles con las que afrontar esa lucha entre el Bien y el Mal. De «Hijo de Marduk» destaca la construcción del mundo, muy elaborada y con elementos variados, especialmente en lo respectivo a la genealogía del protagonista.
Más original es el planteamiento de Libertad Delgado con «La marca de la muerte». En una aldea en la que los dioses preservan el bienestar a cambio de sacrificios puntuales, cada cierto tiempo nace un infante con una marca negra cruzándole el rostro, destinado a suicidarse en un momento indeterminado de su vida. Pero Yolihuani, la última niña nacida con la marca, se niega a aceptar su inevitable final. El texto está bien construido y se sostiene principalmente a través de la caracterización de la protagonista, reproduciendo a su manera el concepto de fatalidad de las tragedias clásicas.
Cada cierto tiempo, en mi aldea nace un niño con una marca negra en un lado de la cara. […] Hubo un eclipse cuando mi madre estaba embarazada de mí y, a pesar de la cantidad de embarazos que había en esa época, fui yo la que nació con la marca.
Eso significa que un día, nadie sabe cuándo, me suicidaré de forma violenta.
«Tan diferente de mi hermano», de Pablo Bueno, es un texto bastante pulp en el se mezclan secuencias violentas con algunos puntos humorísticos. Fas y Gedd son dos hermanos hijos de una bruja y un dragón, que sobreviven estafando a saqueadores. Mientras que Gedd tiene apariencia humana, Fas es una especie de babosa gigante capaz de moverse a gran velocidad. La trama orientará de nuevo el relato hacia la primigenia lucha entre el Bien y el Mal, en una sucesión de acontecimientos que retuercen la coherencia interna para otorgar al lector imágenes impactantes.
También contiene elementos pulp «Cielo gris sobre mares blancos», de Susana Torres, y también utiliza el esquema del viaje del héroe y la sempiterna batalla entre el Bien y el Mal. Ivar camina por tierras gélidas buscando a su hermana, secuestrada por una bruja, cuando en una aldea perdida entre la nieve conoce a Unalaq, hija del jefe. El relato está divido en dos partes, una de presentación en la que el protagonista permanece en la aldea, y otra en la que reemprende el viaje tratando de hallar a su hermana perdida. En el texto se prioriza el desarrollo de acontecimientos dinámicos, emociones primarias y entornos fantásticos, dejando en un segundo plano el tratamiento psicológico de los personajes o la profundidad en la prosecución de los hechos.
La obra que cierra la antología es «El final de todo», de Salvador Patricio. Se trata de un texto coral que sitúa la acción en Fort Preston, un pueblo que parece ubicarse en el medio oeste americano. Después de La Desgracia, los oriundos tratan a duras penas de preservar la magia ancestral, pero un forastero llega al pueblo dispuesto a destruirlo todo. El relato describe una multitud de capacidades sobrenaturales, objetos mágicos y luchas prodigiosas, en una cuenta atrás que se inicia «cuarenta y cuatro horas antes del final de todo». Pese a que tal exposición de elementos fantásticos resulta deslumbrante, el relato no llega a cuajar por la falta de definición de los personajes y, en la mayoría de los casos, por la ausencia de explicaciones que permitan mantener la lectura sin desorientarse.
Como indicaba al principio, «No hay brujas buenas» es una selección entretenida y de lectura sencilla y ágil, que cumplirá las expectativas de los amantes del género. Si bien no suscita planteamientos o reflexiones profundas, y reproduce patrones un tanto manidos, es cierto que encierra numerosos episodios de acción vertiginosa, evocaciones de ritos ancestrales o magias y secretos desenterrados. Además, cuenta con un relato, «Coronada con sal», que remueve al lector y lleva a término una propuesta original y llamativa, capaz de seducir tanto a los lectores acostumbrados a la fantasía oscura como a un público más generalista.