Título completo: Ceniza, historia de una niña y de su monstruo
Autor: Jonathan Auxier
Título original: Sweep. The Story of a Girl and her Monster
Idioma original: Inglés
Ilustraciones: Jonathan Auxier y Dadu Shin
Año: 2018
Editorial: Blackie Books (2022)
Traducción: Gemma Rovira
Género: novela (fantasía)
Ceniza, de Jonathan Auxier, no solo es la historia de una niña y de su monstruo, sino también la de los deshollinadores y de sus terribles condiciones.
Confieso que lo que más me llamó la atención de este libro fue su portada, realizada por Dadu Shin, porque me encantaban las texturas. Quizás la comparación con Dickens era lo que me tiraba un poco hacia atrás, pero decidí darle una oportunidad. Además, en la contraportada ponía que hay un Golem, ¿y quién no quiere leer una bonita historia sobre este ser? Así que cuando lo recibí, me zambullí en su lectura y, la verdad, no pude estar más acertada.
Los deshollinadores
Antes de ponernos a hablar de la novela, me gustaría que habláramos de la figura central de esta novela: el deshollinador. Ceniza no solo está relacionado con la niña, sino con la profesión a la que esta se dedica. Nan Sparrow es una deshollinadora, pero no una cualquiera, sino que la mejor de su profesión. Pero claro, va creciendo y ya no cabe como antes en los huecos tan pequeños de las chimeneas.
¿Pero qué es un deshollinador? ¿Y por qué trabajaban niños? Seguramente, cuando pienses en esa figura se te venga a la cabeza Bert, de Mary Poppins, cantando su alegre canción. De hecho, él dice «Las chimeneas son maravillosas. Es como una ventanita pequeña por la que uno se asoma al cielo y cuando el viento sopla a favor, hace subir el humo». Había cierto romanticismo en esta figura, en subir a los tejados y ver Londres desde arriba. De hecho, Nan Sparrow también habla de esta perspectiva única, pero mientras lo dice no puedes evitar pensar en todo lo que ha pasado para poder estar ahí arriba. En Mary Poppins 2 se sustituyó esta figura por los faroleros.
Los deshollinadores se encargaban de limpiar las chimeneas, metiéndose por el hueco y escalándolas para eliminar toda la suciedad que se acumulaba ahí, además de arreglar pequeñas grietas. Quitaban el hollín para evitar problemas higiénicos, sanitarios y que funcionara bien, algo indispensable cuando era la única forma de calentar la casa.
Sus condiciones no eran muy buenas, por no decir que eran de las peores. Y sí, eran aún peores que las que nos enseña el autor a lo largo de Ceniza. Aunque siempre se suelan ver deshollinadores adultos, la realidad era que los patrones solían alquilar, comprar o secuestrar niños porque era más fácil acceder para ellos al interior de las chimeneas. La esperanza de vida desde que empezaban a trabajar era de solo cinco años, así que imaginad sus condiciones. Y no es porque no hubiera alguna manera de mejorarlas, al menos no en la época en la que se sitúa el libro; sino porque muchos se negaban usar cepillos eléctricos, argumentando que no se obtenían resultados tan buenos como con los trepadores.
Yo me ocupo del tubo de la chimenea, señora. Pero mi patrón siempre viene a cobrar la cuenta y hace la «inspección final»
Y como en la novela, en aquella época los deshollinadores celebraban Los Mayos (nuestro Día internacional de los trabajadores), aunque no tal y como sale en el libro, sí que bailaban con el Hombre Verde en toda Gran Bretaña. Solamente dejaron de utilizarse los trepadores cuando un niño, George Brewster, murió de una manera horrible mientras trabajaba. Fue tal el escándalo que se hizo La Ley de Limpiachimeneas de 1875, terminando con los niños trepadores.
Hablemos de Ceniza
La historia de esta niña comienza con ella enseñándonos su vida y hablándonos de El deshollinador, una especie de figura paterna a la que nombra unas cuantas veces a lo largo del libro, dejándonos caer que le sucedió algo (seguramente, a causa de su profesión) y de que todo lo que le dejó fue un sombrero y ceniza. Esta última, la ceniza, la lleva siempre consigo y, a veces, parece estar caliente, pero no le presta mucha atención hasta El Día.
Había soñado con el Deshollinador. Estaban juntos preparando una sopa de historias, algo que ella ya había olvidado por completo.
Y es que si bien los primeros capítulos son introductorios, situándote en el mundo de Nan Sparrow, hay uno en el que lo cambia todo y empieza lo que parece la verdadera historia. Una mañana van al seminario para jovencitas de la señora Mayhew y a Sparrow le toca limpiar la chimenea, con tan mala pata que queda atascada. Ha crecido y claro, ya no cabe por los huecos más estrechos. En este panorama tienen que pensar qué hacer y cómo sacarla de ahí, poniendo a prueba varios métodos. Lamentablemente no funciona ninguno. Así que no les queda más remedio que poner en marcha uno que no suele acabar muy bien. Y cuando lo ponen en práctica, consiguiendo desatascar la chimenea, dan a Nan Sparrow por muerta.
Y ahí es cuando Nan descubre que la ceniza no era solo una ceniza, sino una criatura mágica hecha para protegerle. Vamos, lo que viene siendo un Golem. Y a partir de ahí, empezará lo que es el verdadero meollo de la novela. ¿Cómo va a manejar tener un monstruo? ¿Cómo se le controla? ¿Qué puede hacer con él? ¿Dirá al resto que está viva o preferirá estar muerta? Lo cierto es que a raíz de ese accidente, Sparrow empieza a descubrir un mundo nuevo y deberá descubrir si quiere estar en él o no.
Nan procuró no imaginarse a Tritón trepando por primera vez por el tubo de una chimenea. Los otros miembros de la cuadrilla ya habían aprendido que era mejor no limpiar chimeneas con Roger.
La historia es muy entretenida y fácil de leer, la protagonista está muy bien dibujada y los secundarios no quedan olvidados, sino que también tienen su miga. Si bien me daba miedo que fuera como las novelas de Dickens, que se me suelen hacer algo pesadas, esta no lo ha sido. Me ha mantenido pegada a sus páginas desde el principio, deseando saber todo lo que ocurría. Quizás se parezcan en que ambos tratan temas duros de la Londres victoriana, pero este, a diferencia del autor inglés, no se anda por las ramas.
Eso sí, advierto que si lo que buscas es pura fantasía y eventos extraordinarios, aquí no lo vas a encontrar. Porque al final, la historia de la niña y su monstruo no es más que una excusa para hablar de la amistad, del problema de la explotación infantil y de lo que les sucedió a un montón de niños en la época en la que las chimeneas aún se limpiaban utilizándoles a ellos.