Emilio Bueso: Antisolar

Título completo: Antisolar. Los ojos bizcos del sol 2
Año: 
2018
Editorial: Gigamesh
Género:
 Novela (Ciencia ficción)

Atrévete a resistir la avalancha de hielo 7

La crítica de hoy es una rareza por estos lares. Por regla general no hablamos de libros pertenecientes a sagas por separado, sobre todo si no son la primera parte. Si acaso, los ponemos todos juntos. Pero no es ninguna ley cincelada en basalto, así que, como ya hicimos hace unos meses con Transcrepuscular, la primera parte de la trilogía Los ojos bizcos del sol, hoy hablaremos de Antisolar, su continuación. El autor, como todos ya sabéis, o deberíais saber, es Emilio Bueso.

Esta es la crónica de cómo viajamos hasta la cara oculta del mundo para alcanzar lo más hondo del Agujero. De cómo hicimos para atravesar latitudes adonde jamás ha llegado la luz del sol, adonde la oscuridad lacera y muerde con la fuerza de los glaciares. Seguimos adentrándonos con determinación en la negrura terminal. Seremos leyenda o pasto de la mente colmena.

Antes de meternos en faena, aviso a aquellos que no hayan leído todavía Transcrepuscular, que es más que posible que este artículo contenga SPOILERS. Ya de paso, recomiendo a esas personas echarle un ojo, ya que, aunque finalmente no disfruten de su lectura, se trata de una obra tan especial que merece la pena. Por ese mismo motivo, aquellos que sigan leyendo esta crítica es porque ya habrán comenzado la saga y estarán interesados en seguir adelante. O acaso serán haters de Bueso, que haberlos, haylos.

¿Qué hace a esta obra tan especial, tan característica como para que pueda recomendarla tan alegremente a todo el mundo sabiendo que a muchos no les va a gustar y sin importarme lo más mínimo? Pues podría contestar con una sola palabra: atrevimiento. Tanto Transcrepuscular como Antisolar van de eso, de saltar al vacío, de hacer piruetas más y más locas sin red. No hay más vuelta de hoja. Todo —y cuando digo «todo» no es una exageración para crear hype—, lo que rodea a esta obra es una apuesta arriesgada, un all-in, un poner el cañón en tu sien cuando solo quedan dos disparos y todavía no ha salido la bala. Por supuesto que la apuesta no siempre sale bien, pero considero que este atrevimiento, ya de por sí, hace que merezca la pena acercarse y abrir sus páginas. Y en estas líneas que siguen voy a contaros por qué.

Antisolar. Glaciar. Libros ProhibidosVaya preámbulo me he marcado, ¿eh? Espera a leer lo que sigue.

Cuando hablo de «atrevimiento» no solo me estoy refiriendo a la campaña de marketing editorial que se hizo desde Gigamesh: ediciones limitadas —y preciosas— a precio de oro —nunca mejor dicho—, y anunciar a bombo y platillo que estábamos ante la obra definitiva. No me refiero solo a esto por muy bien que les haya salido, sino a la parte literaria. La apuesta de Emilio Bueso es una locura desde la primera página, donde ya se puede atisbar que el autor no reserva ni una gota de combustible, que va con todo. Tiene un estilo apabullante, poderoso, que te busca las cosquillas todo el rato, que te recuerda sin parar que estás ante una cosa que es nueva y que no has visto antes. El narrador tiene presencia, carisma, te pega puñetazos en los hombros para que sigas adelante. La osadía no termina ahí, sino que Bueso juega también con la estructura, con los párrafos, con frases que se descuelgan del resto solo para arrearte en los morros. Y pese a que este estilo, tan presente y contundente, puede llegar a cansar más de lo normal, el ritmo de lectura sigue siendo fluido. Porque el autor está en absoluto control de la situación, hace lo que quiere, todo lo que ocurre responde a sus deseos. Hasta parece fácil.

Pero no solo hay chulería en el estilo de Bueso, sino amor por el lenguaje, preocupación, incluso obsesión, por que cada página sea diferente, por que cada frase sea un copo de nieve distinto del resto. He visto un esfuerzo por sacarle todo el jugo al vocabulario, por no conformarse con un lenguaje simple. También he asistido a una evolución desde Transcrepuscular, a un inconformismo, a un querer seguir creciendo. En fin, que entre las líneas de Antisolar he visto a un autor vaciándose, entregándose por entero para crear un libro mejor que vaya más allá todavía. Y ante eso solo me queda levantarme y ponerme a aplaudir.

Lo peor es la voz, porque no es una voz.
Es un coro. De animista, de hombre habitado. Habla con muchas voces de falsete al unísono. No es una persona, sino una infestación compleja, un entramado horizontal de criaturas. Una mole de muñecos cosidos con seudópodos, cilios, brazos, tela y tentáculos. Algunos no caminan, ruedan, o se arrastran.

Tal y como me pasaba con la primera entrega, en Antisolar he seguido teniendo problemas con el tono. Sé que es una parte más de esta oda al atrevimiento, de esta chulería cuya máxima expresión es el personaje del Trapo, pero, como lector, estas discordancias me sacaban una y otra vez de la lectura. El Trapo me parece un buen personaje, un dinamizador excelente como contrapunto al resto, pero es que lo que sale por su boca no pega. Es un agregado antinatural que sí, que puede servir como una perfecta metáfora de los moluscos que se simbiotizan con los humanos, pero sigue resultando, a ratos, enervante. En este libro en concreto va más allá con sus múltiples referencias de la cultura pop extraídas de Futurama, La guía del autoestopista galáctico o Los guardianes de la galaxia. Ese comportamiento no casa bien aunque luego tenga una explicación. Sobre todo porque, después de todo, el tono del libro tiene una tendencia bastante acusada a la épica. Para mí es el PERO con mayúsculas y lo que hace que no lo considere merecedor de las dichosas cinco estrellas.

Un mundo entero para ti

Y de lo que menos me ha gustado a lo que más. Porque podemos estar más o menos de acuerdo, que nos gusten más unas cosas u otras, pero el escenario que ha creado Emilio Bueso para esta trilogía es una barbaridad. En Antisolar comprobamos que lo visto en Transcrepuscular no era más que un aperitivo. No solo se muestra la cara oscura y gélida del planeta —recordemos que hay acoplamiento de marea—, sino que se profundiza en la historia, cultura, creencias y filosofía de este mundo. Además, aquí conocemos distintas culturas, tenemos más datos y diferentes puntos de vista sobre los curiosos moluscos que acompañan a la población, y sabemos más sobre la mente colmena. Este worldbuilding que tanto llamaba la atención en la primera parte, en esta segunda alcanza la mayoría de edad y gana protagonismo por derecho propio. Esto compensa con creces el hecho de que muchas veces la acción avance de forma desigual, incluso caótica. Vamos, que a ratos se tiene la sensación de que los personajes van corriendo de un lado para otro como pollos sin cabeza. No pasa nada, esto ayuda a conocer mejor el mundo de Los ojos bizcos del sol.

Al acercarme, distinguí sus mil patas.
Nunca las había visto. Para mí, la oruga quitanieves no era más que un trallazo descomunal, un alud de nieve viva que se llevaba las tormentas. Así había sido desde mi infancia. Había leyendas que contaban que podía llevarse algunas enfermedades y la mala suerte.
Y de pronto, aquel semidiós, una fuerza de la naturaleza, tan cierta como las estaciones cálidas y los inviernos, era una cumbre de podredumbre apartada del fuego del sol. No un vehículo de mantenimiento, sino un resorte de la creación. Muerto a mis pies. Por mi culpa.
Tenía un cráter por cabeza.

En fin, que os recomiendo darle un tiento a Antisolar tanto como a Transcrepuscular. El único tópico que contiene es que no te dejará indiferente.

Hazte con un ejemplar de Antisolar aquí. 
¿Quieres conocer más ciencia ficción de calidad en español? Hazte mecenas de Libros Prohibidos para que podamos seguir con nuestra labor sin recurrir a publicidad. Sorteamos todos los meses UN EJEMPLAR EN PAPEL de nuestros libros favoritos entre nuestros mecenas.
Y si quieres conocer más sobre nosotros y estar al tanto de todas nuestras publicaciones y novedades, apúntate a nuestra maravillosa lista de correo.

Foto: Robert Magnusson. Unsplash