Título original: El Misteri de l’amor
Idioma original: Catalán
Año: 2008
Editorial: Barrett (2016)
Género: Novela (narrativa)
Traducción: Jenn Díaz
Valoración: Está bien
Un delirio inclasificable
El misterio del amor ha estado esperando en mi estantería mucho tiempo. Y es que con esa portada, qué queréis que os diga, no me apetecía lo más mínimo. Será obra del cofundador de La Fura dels Baus y todo lo que tú quieras, pero a mí el estilo de dibujo a lo niño de cuatro años (algo que, por otra parte, se está poniendo de moda) no termina de hacerme tilín. En fin, una que es muy tiquismiquis, qué se le va a hacer. El caso es que cuando ya no me quedaba otra que enfrentarme a esta novela (por llamarla de algún modo, porque ya veremos que las clasificaciones no terminan de funcionar en este caso), el resultado ha sido bastante más gratificante de lo esperado.
El misterio del amor nos cuenta la historia de Biel y de Toni, y de sus respectivas parejas, Mònica y Marga, y de la obsesión que cada uno de ellos siente por fornicarse a la pareja del otro. Esto es al menos en un principio de lo que va la historia. Muy pronto, esta trama a lo El otro lado de la cama se irá diluyendo y siendo sustituida por algo que solo podríamos denominar como… una paranoia de tres pares de cullons.
ya lo sé, que el amor solo es una hormona, no sé si exactamente una hormona, pero que se acaba por eso, porque se nos funde en la sangre igual que tu imagen se pierde en la terminal y ya ni eres tan alta ni tan inteligente.
El autor de El misterio del amor, Joan Miquel Oliver, imagino que es un tipo bastante famoso en su tierra, porque se nos anuncia a bombo y platillo que es una novela suya, e incluso en las solapas, la sobrecubierta y las primeras páginas del libro, nos vamos a encontrar con citas (¡citas!) del propio autor hablando de sí mismo y de su proceso creativo. Para quienes conozcan a Joan Miquel Oliver o sean fans de su grupo, Antònia Font, esto debe de ser como muy deslumbrante. A mí, que no tengo n.p.i. de quién es este señor, lejos de impresionarme, me resulta todo un poco bizarro. Digo esto para aclarar que el libro lo voy a juzgar como tal, con independencia de quién lo haya escrito, porque sinceramente me la trae al pairo.
Una vez aclarado esto, sigamos hablando de la obra en cuestión. En un principio nos encontramos con unos capítulos escritos en modo hilo de pensamiento o escritura automática (sin mayúsculas ni apenas puntos, con muchas frases sin sentido gramatical o que se quedan a la mitad, y saltando de un tema a otro con poca coherencia interna), que se alternan con otros escritos al modo tradicional. En los primeros, el narrador nos habla de amor y desamor, sin que sepamos muy bien de quién esta tratando. En los segundos, se nos cuenta la historia del matrimonio entre Biel y Mònica (él, escultor; ella, modelo) y de la escultura gigante en forma de vulva que él quiere hacer para el día de la mujer. Cuando leía este comienzo, la verdad, me interesaban muy poco estos segundos capítulos (la historia es bastante aburrida y está resumida a toda leche, más que narrada), y eran los de escritura automática los que me parecían realmente disfrutables. Por suerte para mí, en un punto dado del libro los capítulos más “tradicionales” dejan de aparecer y nos sumergimos ya de lleno en el delirio.
A partir de ese momento, prácticamente todos los capítulos se presentan en modo escritura automática. El narrador es a veces Biel y a veces Toni, pero pasado cierto punto parece que se fusionan. Realmente importa poco, y es que no hay aquí una historia que seguir. En estos capítulos nos encontraremos las mismas escenas repetidas varias veces con algunas variaciones, saltos en el tiempo sin aparente orden y, en general, una trama que no es tal. Es más bien todo una gran ida de olla, que servirá como excusa al autor para reflexionar acerca de lo divino y lo humano, y especialmente acerca del amor y el sexo. Nos podemos encontrar aquí de todo, desde una digresión sobre el apareamiento de los pingüinos, hasta una descripción de cinco páginas de la foto de carné de un tipo que uno de los personajes se encuentra por la calle, pasando por una enumeración de días inventados de boca de una escultura de vulva gigante, o una rayada de proporciones épicas acerca del significado que tiene encontrarse una zapatilla solitaria tirada en la acera.
Yo bajaba por la acera y allí de repente una zapatilla, me miré los pies y dije, mira una zapatilla. Seguramente alguien. ¿Alguien qué? Eso digo yo, puta cosa rara una zapatilla, para qué nos vamos a engañar, qué hace una zapatilla sin pie fuera del armario.
En la nota de la editorial al comienzo del libro, se nos dice que El misterio del amor va de «unos viajes cósmicos a través de las vidas microcósmicas de dos parejas, cruzadas en ese momento determinante en la vida en que decides con quién vas a compartir la tuya». Pues bien, yo eso de los viajes cósmicos no lo veo, más que por un par de capítulos al final cuando ya se ha desatado el delirio del todo. Pero no me parece que sea suficiente para englobar todo el libro. Y es que en el prólogo la editora nos confiesa que el autor cambiaba de parecer cada dos por tres mientras lo iba escribiendo, razón por la cual el estilo da ese volantazo y la obra es tan difícil de clasificar. Es verdad que al final del libro se ve un intento por darle un sentido a todo, pero está bastante cogido con pinzas y dudo mucho que sobreviviera una segunda lectura.
Y pese a todo, funciona
Pero al grano: ¿esto funciona o no funciona? Hay que decir que algunas de las idas de olla son genialidades con las que me he reído a mandíbula batiente. Y en general, El misterio del amor funciona bastante mejor de lo que cabría esperar para una obra escrita con brújula en vez de mapa. Pero, como toda obra escrita con brújula, tiene partes que no están a la altura. Creo que le hubiera venido bien un buen podao, sobre todo porque son 240 paginacas, que se hacen un poco cuesta arriba cuando no hay una trama que nos mantenga en vilo.
Por lo demás, he de mencionar que el tratamiento de las mujeres me ha resultado un poco cansino. A los personajes masculinos se les da una cierta profundidad, y tienen siempre un oficio artístico u otros intereses que llenan sus vidas. Las mujeres están ahí para ser juzgadas por su aspecto físico. Como mucho son madres, y la que tiene oficio, es modelo. Un libro que habla tanto del amor y que reduce a las mujeres a objeto de deseo por su apariencia física, como si lo máximo que se pudiera pedir de una mujer es que sea guapa y tenga unas tetas perfectas, resulta un poco cargante a estas alturas del siglo XXI.
En la fila de al lado Mònica Briand con su hijita rubita de tres añitos mira a un lado y a otro. Es en lo primero que me he fijado porque es preciosa y alta y tiene el cráneo perfecto, los ojos claros y aún ni treinta y cinco, seguramente. […] qué tierna con su niñita, juega con ella sentada en la maleta sobre el suelo, ¿de verdad se lo está pasando bien? o solo hace el papel de mujer ideal que le gustaría ser y que todo el mundo la vea y la admire. […] Cómo me gustaría poder decirle que no, que es perfecta y que todo el mundo lo sabe y lo piensa, y que es imposible que un chasis como el suyo no lleve por dentro una suma geodésica de cosas buenas. Es imposible, ¿no lo ves?
Dejando a un lado estos micromachismos, la obra ha terminado por convencerme. No me creo que pueda encontrarse un sentido a todo lo narrado, una trama subyacente que lo pueda englobar, pero creo que importa poco. Los pasajes más inspirados del libro son tan brillantes que la sensación final que deja El misterio del amor es buena. Eso sí, la portada sigue siendo una cagada.