Año: 2017
Editorial: Cerbero
Género: Novela corta
Valoración: Recomendable
Traspasando fronteras prohibidas
Desde su nominación el año pasado al Premio Guillermo de Baskerville a la mejor novela por De acero y escamas —convirtiéndose, por cierto, en el segundo autopublicado que lo consigue—, Juan González Mesa no necesita presentación en esta web. Este año volvemos a tenerlo por aquí con Rubicón, otra novela corta de ciencia ficción que nos traen nuestros intrépidos amigos de Cerbero. Que siga la fiesta.
En un futuro no tan lejano, la humanidad se prepara para afrontar su mayor reto hasta la fecha: emigrar en masa a Marte. El motivo es el inminente impacto de Dolmen, un asteroide mayor que el que extinguió a los dinosaurios descubierto cuarenta y ocho años atrás. Cuando solo quedan unas horas para la llegada de este monstruo que acabará con casi toda la vida en el planeta, los tripulantes de la nave Julio César buscan completar su quijotesca misión: cazar un león vivo para unirlo así a varias de las más importantes especies de depredadores terrícolas y llevarlos a Marte.
Después de leer Rubicón, segundo libro que cae en mis manos de este autor, ya puedo decir que me encanta el estilo chulesco, echao palante y hasta casi soberbio de Juan González Mesa. Me parece perfecto para obras que retratan un futuro tan oscuro, tan desesperado. y, al mismo tiempo, tan inquietantemente posible. El autor crea personajes tridimensionales y los pone a actuar de una forma más que convincente. Es de agradecer que una obra que especula con un futuro probable se tome tan en serio mantener siempre un nivel de realismo elevado. Y es que Rubicón te da en los morros con una buena dosis de seca y áspera verosimilitud, valiéndose de una prosa intrépida y descarada. Nada de cuentos de hadas ni cosas amables.
Dos de dos, veo un cien por cien de posibilidades de que este autor pinte el futuro para retratar nuestro presente, nuestro mundo. Lo encuentro lógico, saludable y hasta obligatorio en los relatos especulativos, ya que juegan con el siempre potente miedo a lo desconocido del lector; y Juan González Mesa parece ser de mi misma opinión. En Rubicón, nos encontramos con una nueva historia sobre la maldita posibilidad de que un asteroide nos liquide de una vez por todas, que si bien no es lo más original del mundo, sí que nos ofrece una nueva vuelta de tuerca —con ciertos aires conspiranoicos que me callo para no dar más pistas de las necesarias—.
El avistamiento de Dolmen, junto a todos los nuncios que lo precedían, fue el evento astronómico más importante y nefasto de la Historia, cuarenta y ocho años atrás, ya que llevaba en su trayectoria, composición, velocidad y masa, la fecha de caducidad del ser humano.
Una de las cosas que más me han entusiasmado de Rubicón ha sido lo magníficamente bien que están controlados los tiempos. Me duele la boca de decirlo: una novela corta no es una novela con menos páginas de lo normal y ya; tiene sus propios momentos, sus picos y sus (leves) pausas que hacen que la historia fluya y el mensaje quede entregado de forma correcta. No vale con resumir, hay que contar un relato lo más complejo posible en el menor espacio, por lo que la elección de cada palabra es importante. El ritmo, además, debe tender a intensificarse en todo momento sin que ello afecte a la información que recibe el lector. En resumen, son obras en las que de verdad hay más fuera del libro que dentro —con El coronel no tiene quien le escriba como ejemplo paradigmático—. Y en Rubicón encontramos este importantísimo aspecto perfectamente cubierto. Su planteamiento lleva lo necesario para sumergirte de lleno y con garantías en esta horrible distopía preapocalíptica.
Una historia de la que Julio César estaría orgulloso
Según cuenta la tradición, Julio César pronunció su celebérrima frase alea iacta est «la suerte está echada» cuando atravesó el río Rubicón con sus tropas. Ese hecho, que con tan buen gusto el autor rescata para nosotros, inició la guerra civil que significaría el comienzo del fin de la República romana. La elección del título de esta obra está claramente influenciada por este episodio histórico, aunque parece haber mucho más escondido entre sus líneas. Puede que el mensaje sea que una vez que el gigantesco asteroide entró en nuestra trayectoria nuestra suerte quedó echada; puede que la descabellada misión de la Julio César solo sea un homenaje al general romano; o puede que solo sea el reflejo del carácter rebelde del comandante de la nave y de su tendencia a llevarle la contraria al poder establecido. De lo que estoy seguro es que si Julio César estuviera vivo hoy en día —y emplease su tiempo en leer Rubicón en lugar de decir frases ingeniosas y planear conquistas— se sentiría orgulloso.
Y no, no es la mejor obra que uno pueda leer, pero tampoco soy capaz de encontrarle fallos. Bueno, sí, que se termina. Estamos hablando de una novela cortita pero sorprendentemente redonda y compacta, sin fisuras, que cumple con soltura en todos los aspectos, como uno de esos robots de cocina que además de hacerte comida sana te hornea un pan riquísimo. Y soy consciente de lo complicado que es destacar entre tanto bolsilibro molón con los que la editorial Cerbero ha inundado el mercado, pero, por lo ya expuesto —y lo que me he dejado en el tintero— Rubicón se merece un hueco entre los libros recomendados de este 2017.
Miró al comandante. Mostró una sonrisa burlona y joven que hizo que muchos de sus jóvenes guerreros se rieran de buena gana. Reírse de la muerte. ¿Cuándo habían olvidado hacer eso todos los soldados implicados en el Éxodo, todos los habitantes de la Tierra que querían abandonarla?