Año: 2017
Editorial: Cerbero
Género: Ciencia ficción
Valoración: Recomendable
Hoy cerramos esta semana especial dedicada por entero a libros escritos por autoras con la reseña de Yabarí, de Lola Robles. Referente a esto, a hacer visible la literatura firmada por mujeres, me gustaría destacar el papel de la editorial Cerbero. Se trata de un sello de reciente creación que ha apostado desde su inicio, y con firmeza, por tres pilares (casualmente como las cabezas del monstruo mitológico): el género fantástico (fantasía, ciencia ficción y terror), las obras cortas que no estén por ello exentas de calidad, y darle su sitio a las escritoras (de momento, de sus seis títulos publicados, cuatro pertenecen a mujeres). No quiero lanzar las campanas al vuelo porque, como sabéis, en Libros Prohibidos no nos casamos con nadie, pero todo indica que ha nacido una editorial de culto. Seguiremos informando.
En un universo necesitado de recursos energéticos para seguir manteniendo el poderío tecnológico, el planeta Yabarí es una mina inagotable. Este mundo rico y arbóreo es la fuente de bentá, una especie de carburante muy preciado que sustituyó al obsoleto (y agotado) petróleo. Interesada en documentar la verdadera situación del planeta y sus habitantes ante la explotación indiscriminada, la periodista Muriel Johansdóttir se introduce en una misión que la llevará a conocer los secretos de este inquietante mundo.
Escribiendo esta reseña, yo mismo me sorprendo de la cantidad de cosas que me han gustado de Yabarí pese a su compactísimo tamaño. Voy a tratar de aclarar mis impresiones en las siguientes líneas. A ver, nos encontramos con una obra situada en un futuro indeterminado en un planeta lejano que ni siquiera ha sido descubierto todavía (o a lo mejor sí, vayan a preguntar a la NASA si eso). Pero, en realidad, este libro está hablando en sentido metafórico de la Tierra y de nuestro tiempo. Aborda sin complejos temas tan actuales como la impunidad y la falta de escrúpulos con las que actúan las grandes corporaciones, o la destrucción del medio ambiente (en especial en los países subdesarrollados) que aquellas efectúan por el “bien” de la humanidad. También es una obra feminista, con una prota que lo mismo deja KO a un peligroso mafioso de una patada donde más duele, como que se enfrenta sin complejos al representante de la empresa explotadora. Además, Muriel rompe como si tal cosa el tabú de la menstruación. Lo hace con toda la soltura y elegancia que le permite la vida al raso en una selva tropical, pero aun así se aborda el tema sin agregarle valoraciones, como la cosa más natural del mundo. ¿Acaso no es así?
Sin embargo, no se piensen que nos encontramos aquí con un libro aleccionador que pretende hacer ostentación de la única verdad. Esto no es así. Para empezar, porque la crítica también va dirigida a nosotros mismos, que no hacemos nada por evitar la destrucción de nuestro propio planeta, como si no supiéramos que es el único lugar donde (de momento) podemos vivir. Y para continuar, porque la autora también le da al malo la oportunidad de defenderse y de exponer su punto de vista con coherencia y claridad (lo que, por cierto, aumenta la sensación ya mencionada de que nosotros somos cómplices de lo que está ocurriendo). No sé a vosotros, pero a mí que me den una colleja así de vez en cuando me parece bastante necesario.
Sin terminar de dilucidar si es algo bueno o malo, creo que Yabarí se me ha quedado corto. Y es que este planeta y sus gentes tienen demasiada riqueza y trasfondo para las pocas páginas de una novela tan corta. Contribuye a agudizar este efecto la destreza de Lola Robles describiendo. No son excesivas sucesiones de detalles y más detalles, sino explicaciones equilibradas y bellas; lo necesario para querer saber más de un mundo tan parecido y, al mismo tiempo, distinto al nuestro. Aun así, y para no perder mi fama de exigente, diré que hubiera preferido más texto.
Para finalizar, y porque hoy tengo el día rebelde, hablaré del principio. La presentación es otro acierto; no se entretiene con pequeñeces y pasa directamente a la acción. Esa cosa de tratar al lector como alguien muy inteligente, alguien capaz de embarcarse en la aventura con un par de pinceladas y ya, consigue ponerle las pilas a cualquiera. Pues eso, si te gusta la ciencia ficción, ponte las pilas y léelo.