Título completo: La parábola del sembrador
Autora: Octavia E. Butler
Título original: Parable of the Sower
Idioma original: Inglés
Año: 1993
Editorial: Capitán Swing (2021)
Traducción: Silvia Moreno Parrado
Género: Novela (ciencia ficción/distopía)
Lauren es una adolescente afroamericana que vive en un mundo de pobreza y escasez, sin agua, lleno de fuego y violencia. Sabe que su barrio de clase media (al que poco lo separa de la pobreza) no la protegerá para siempre. Mientras intenta aprender todo lo necesario para sobrevivir, va desarrollando una religión basada en una idea central: «Dios es cambio».
Capitán Swing nos trae La parábola del sembrador, la primera parte de una trilogía incompleta, en la que Octavia Butler desarrolla un mundo desalador donde no parece haber hueco para la esperanza, a pesar de lo cual los personajes no dejan de luchar por una vida mejor.
Un mundo en llamas
Octavia E. Butler es una de las grandes escritoras clásicas de la ciencia ficción, con obras que podemos encontrar en español como Hija de sangre y otros relatos y La estirpe de Lilith. En esta ocasión, tenemos en nuestro idioma una de sus obras más famosas, una distopía en un mundo destruido por el cambio climático y la crisis económica.
En los primeros capítulos de La parábola del sembrador, Lauren nos va contando en qué se ha convertido el mundo. La situación económica es devastadora: no hay trabajo, mucho menos para la gente joven, la cual en su mayoría no ha podido acceder a estudios superiores. No hay dinero, no hay recursos. Las familias viven hacinadas en una misma casa, porque los jóvenes no pueden aspirar a independizarse. En los primeros capítulos vemos como la situación empeora y los vecinos van perdiendo las pocas comodidades que les quedan, por ejemplo cuando la última televisión del barrio, la que todos se apiñaban para ver, se estropea y no pueden arreglarla.
—Tú sabes hacer muchas más cosas.
—Puede ser, pero ninguna cuenta. No voy a poder pagarme la universidad. No voy a encontrar trabajo, ni a irme de casa de mis padres, porque en ningún trabajo que pueda conseguir ganaría lo suficiente y además no hay sitios seguros a los que mudarse. ¡Joder, que mis padres siguen viviendo con los suyos!
En algunos lugares, empresas privadas compran ciudades para convertirlas en lugares de trabajo que en principio son más seguros y cuentan con mejores condiciones. ¿Por qué no todo el mundo abraza esta salida? Porque muchos saben lo que esconde: trabajar a cambio de techo y comida, para empresas que pagan con vales que solo se pueden gastar en sus tiendas. Un nuevo tipo de esclavitud.
Fuera del barrio, la situación es mucho peor. Pobreza extrema, delincuencia y violencia. En algunos casos, las personas han llegado al extremo del canibalismo. Además, una nueva droga convierte en pirómanos a quienes la toman, un problema especialmente grave en un mundo donde escasea el agua potable.
Ante este panorama, ¿qué hace Lauren? Pues prepararse desde muy joven para cuando llegue el día en que las murallas del barrio no puedan protegerla. Lauren cree que es posible empezar una nueva vida en otro lugar. La clave de su supervivencia está en la resiliencia, en la abrazar el cambio y adaptarse a él.
Una distopía cercana
—¡Eso no lo sabes! No puedes adivinar el futuro; ni tú ni nadie.
—Sí que se puede —respondí—, si quieres.
Mucho de lo que leemos en La parábola del sembrador se acerca a nuestra realidad. Afortunadamente, no hasta el extremo de la novela y algunos aspectos como esas drogas de extraños efectos, por suerte siguen siendo ficción. Octavia Butler escribió este libro hace 28 años y ahora que estamos cerca de la fecha en la que ocurre la historia, estremece leer lo mucho que se parece a nuestra realidad. Ante obras de ciencia ficción como esta, siempre me surge una pregunta: ¿Cómo pudo la autora estar tan acertada? Pues porque para acercarte al futuro, nada como mirar el presente con perspectiva. El mundo en el que vive Lauren es la especulación de cómo podía evolucionar el EEUU de Butler, donde crece la pobreza, cambio climático se convierte en un problema acuciante, surgen nuevas drogas, las condiciones laborales se asemejan cada vez más a la esclavitud…
Cada vez hay menos trabajos, más nacimientos, más niños que crecen sin nada a lo que aspirar. De una forma u otra, algún día todos seremos pobres. Los adultos dicen que las cosas irán mejor, pero eso nunca llega.
No acertó en todo, claro. Ni tenemos astronautas en Marte, ni vivimos en barrios amurallados con miedo a salir al exterior, pero igual que la exploración espacial es una realidad cada día un poco más cercana, creo que La parábola del sembrador nos muestra en que podemos llegar a convertirnos.
Sería un error terminar este apartado sin hablar del tema racial, pues en este libro de una autora afroamericana tenemos a una joven negra que vive en un barrio multicultural. Es desolador que en este mundo futuro que Butler imaginó, el racismo y los prejuicios continúen. «Las parejas mixtas no caen bien», dice un personaje, advirtiendo de los peligros de que un grupo diverso viaje junto. Si bien como persona blanca no puedo analizar este aspecto como se merece, solo hace falta echar un vistazo a las noticias para ver que la discriminación que muestra el libro no se quedó en los años noventa.
Lo mismo podemos decir de las cuestiones de género. Además de la discriminación que sufre Lauren por ser una chica, el libro está plagado de violencia contra las mujeres, principalmente violencia sexual. Aunque no hay escenas explicitas, está muy presente y varios personajes han sido víctimas. La verdad es que no tengo mucho que decir de este apartado, salvo advertir que esto puede hacer el libro incómodo a algunas personas. Esta parte me ha disgustado bastante, ya que durante toda la lectura he sentido que la violencia sexual solo estaba ahí como un «esto es lo que hay, no puedes escapar de ello», una actitud que por desgracia encuentro en muchas obras.
El cambio es la única constante
Ese es el principio fundamental de Semilla Terrestre, la religión que Lauren concibe y que intenta inculcar a todos sus compañeros.
—¿De dónde has sacado tus ideas de Dios?
—Estaba buscando a Dios —respondí—. No estaba buscando mitología, misticismos ni magia. No sabía si había un dios que encontrar, pero quería saber. Dios tenía que ser una fuerza a la que nadie pudiera retar.
—El cambio.
—El cambio, sí.
Lauren es hija de un pastor y, a su manera, una persona muy religiosa. Por eso, a través de la observación, desarrolla esta nueva religión, donde el único Dios es el cambio. Ella dice que no ha inventado nada, que todo lo ha extraído de la observación. Se parece más a un manual de vida que a una auténtica religión, aunque se empeñe en denominarlo así. Curiosamente, Lauren lo escribe en forma de poemario y al comienzo de cada capítulo podemos leer un pequeño fragmento.
La idea es sencilla: hay que abrazar el cambio. Aferrarse a lo que tenemos, no querer ver las posibilidades de cambio es condenarse.
El mensaje de Semilla Terrestre no siempre es bien recibido, sobre todo en la relativa seguridad del barrio, donde supone afrontar la realidad de que puedes perder lo poco que tienes. Pronto Lauren se da cuenta de que renunciar a lo conocido da mucho miedo y va aprendiendo cómo transmitir su mensaje a los demás. Su objetivo es crear una comunidad, que crezcan y se expandan, como una semilla. Y algún día, alcanzan lo que Lauren concibe como el destino de la humanidad: expandirse por el universo.
La empatía prevalece
Falta hablar de uno de los principales condicionantes de la vida de Lauren: la hipersensibilidad, un trastorno que le hace sentir el dolor de los demás. Esta enfermedad crónica fue causada por las drogas que su madre consumió durante el embarazo y, por vergüenza y miedo, lo oculta a todo el mundo. No se trata de superpoderes, más bien es psicosomático, pero en la práctica da igual porque ella no puede evitar sentir dolor real al ver a alguien herido, lo cual puede llegar hasta a incapacitarla temporalmente.
Lauren es consciente de cómo su enfermedad afecta a sus posibilidades de supervivencia. Cuando tiene que atacar a otros para defenderse, sufre el dolor que inflige y si, por ejemplo, un compañero se rompiera un brazo, el suyo también quedaría inutilizado. Eso sin contar lo fácil que se vuelve torturarla. Lauren nos cuenta como su sádico hermano Keith fingía heridas para verla sufrir, hasta el punto de hacerla sangrar. Por eso, contarle a alguien sobre la hipersensibilidad se vuelve uno de los grandes temores de Lauren, porque puede ser rechazada o, peor, que alguien intente aprovecharse de ello.
Con esa enfermedad, lo lógico parecería alejarse de la gente, pero Lauren nunca toma ese camino. Aunque en un primer momento su plan es escapar del barrio sola, pronto acepta que necesita a otra gente a su alrededor. Y es que en la segunda mitad del libro la empatía es un tema central.
Al principio de su aventura en el mundo exterior, Lauren está convencida de que para sobrevivir debe preocuparse solo por sí misma y, en todo caso, por sus compañeros del barrio. Como lectora, su decisión me parecía lógica, puesto que se trata de un mundo peligroso donde ya bastante difícil es protegerse a uno mismo. Sin embargo, una cosa es la teoría, pero en la práctica Lauren es una buena persona y pronto se da cuenta de que no es capaz de negarle ayuda a quien la necesita.
El mensaje de La parábola del sembrador es totalmente contrario al individualismo. En el libro Lauren empieza en un vecindario en que todo el mundo se ayuda a sobrevivir, aunque no todos se caigan bien, y termina construyendo una pequeña comunidad que hace lo mismo. Un grupo multicultural, donde hay varias parejas interraciales. El mensaje que nos transmite es que para sobrevivir tenemos que unirnos y que la empatía y la amabilidad no son debilidades, son las armas que permiten que podamos forjar lazos.
Y a pesar de todo, sobrevive la esperanza
¿Puede existir algo como la esperanza en el mundo de Lauren? Si no, no habría libro. Tanto ella como el resto de personajes que conoce en su aventura, avanzan por un camino lleno de peligros para huir de una situación injusta. Es decir: tienen la esperanza de encontrar una vida mejor.
Una cosa que me llama la atención de la novela es que Lauren constantemente hace planes de futuro, no se limita a centrarse en cómo sobrevivir un día más. Por eso escribe Semilla Terrestre, como un manual que les pueda ayudar a vivir mejor.
La parábola del sembrador es hopepunk. Porque hopepunk no significa obras complacientes ni ingenuas, puede ser una novela llena de dolor, en un mundo injusto, pero que nos anima a seguir luchando.
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Foto de Nikolas Coukouma