Año: 2010
Editorial: Alfaguara
Género: Novela
Valoración: Mejor no
Hace unos días me propusieron hacer una nueva colaboración. Fantástico. Para equilibrar la balanza elegí el libro que más me ha decepcionado: El sueño del celta. Reconozco que decir públicamente que esta obra (de un premio Nobel como Vargas Llosa) me resultó un ladrillo literario es un acto de valentía, pero allá vamos.
El sueño del celta narra en tercera persona la vida del irlandés Roger Casement. El relato parte de los últimos días de Casement en la cárcel mientras espera sentencia, acusado de alta traición al imperio británico. El libro se divide en tres partes: Congo, Amazonia e Irlanda. En la primera parte se narran las experiencias de Casement en el Congo, primero como parte de una exploración y después como cónsul británico de la Foreign Office. En este viaje tiene la misión de verificar las condiciones de explotación colonial ejercida por los belgas en la zona, después de varias denuncias al gobierno británico por parte de algunas misiones religiosas y del periodista Edmund Morel. En la segunda parte, Casement es enviado nuevamente a verificar las denuncias realizadas por el periodista Benjamin Saldaña sobre abusos y torturas en las colonias del Putumayo por la compañía británica Peruvian Amazon Company, dirigida por la familia Arana. En la tercera parte, Casement vuelve a Europa definitivamente y decide participar activamente contra el gobierno colonial británico en el movimiento de liberación de Irlanda. Casement es encarcelado tras aliarse con los alemanes en un ataque contra la Gran Bretaña y es acusado de alta traición, aunque lo que acaba condenándole es la publicación de unos diarios personales de índole sexual, en los que cuenta sus aventuras homosexuales y pedófilas.
Hasta aquí, el resumen básico… Ahora, ¿qué contamos primero, la buena o la mala noticia? ¡Por supuesto, la buena!
Lo mejor es básicamente la trama. La novela es una biografía, al parecer bastante ajustada a la síntesis de versiones oficiales y oficiosas, y realmente es una vida de novela. Política, historia, sociedad, ética, religión, sexo, violencia, tres continentes…. Con una historia tan increíble no conseguir un gran libro parece como fallar un penalti en una final con el portero lesionado: incomprensible.
¿Lo malo? Cómo está escrita. No voy a decir que Vargas Llosa escriba mal (¡Dios me libre!), así que voy a intentar justificar esta valoración. Reconozco que las cien primeras páginas no iban mal, pero tampoco acababan de engancharme, de meterme en la trama y sus personajes. A partir de ahí todo fue a peor y la lectura se me hizo más y más pesada. Por un lado, el estilo no acaba de quedar claro, pasando de párrafos con una narración personal e íntima, aunque bastante superficial, a parrafadas insufribles de datos, nombres y fechas, más propios de una tesis de investigación que de una novela. Por otra parte, hay numerosas repeticiones innecesarias de estos datos a lo largo del libro, así como la manía de escribir nombres, apellidos y cargos de los innumerables personajes secundarios y terciarios una y otra vez.
Ahí va la segunda insatisfacción: los personajes. La mayoría no pasan de ser “nombres”, no se desarrollan, no tienen identidad, ni profundidad, ni humanidad, ni matices. Es obvio que no podría desarrollar tantos personajes, pero es que ni siquiera los secundarios, ni el propio Casement están conseguidos. He leído alguna nota de prensa donde se “justifica” esto achacándolo al estilo pseudoperiodístico en el que está escrito el libro, pero en Crónica de una muerte anunciada, el referente de este estilo, enamora, hace odiar, compadecerse, identificarse…. Por otro lado, los personajes de El sueño del celta son: o malos muy malos -crueles, avaros, egoístas y cobardes-, o ingleses: intelectuales, buscadores de la verdad, justicieros y con una capacidad de sorprenderse y estremecerse ante la crueldad ajena que resulta hasta naive. Los soldados y enviados del rey Leopoldo II de Bélgica, los nativos congoleños, los indígenas, brasileños, peruanos, colombianos… son seres deshumanizados, vacíos, donde los únicos contenidos que encontramos son el miedo, el oportunismo, el conformismo, la cobardía, la avaricia y por último la crueldad. Los únicos un poco más complejos son los irlandeses del entorno de Roger Casement, muy influidos por la educación, las imposiciones lingüísticas, sociales, religiosas y administrativas de los británicos. Por esto los irlandeses combinan el valor de justicia, el refinamiento y la intelectualidad británica, con su naturaleza propia, más visceral, instintiva y osada.
Por último, me llamó muchísimo la atención que, a pesar de describir escenas tremendamente duras, torturas, asesinatos, violaciones, mutilaciones, etc, no transmiten más que una secuencia de palabras en un texto que acaba resultando morboso y repetitivo. Lo dice alguien que llora, se ríe, se enamora, se estresa, tiene sueños y pesadillas con los libros que lee, y este no me ha transmitido más que tedio.
Me viene a la cabeza que Vargas Llosa se sintió fascinado por la vida y obra del irlandés, se empapó de datos, estudios y documentación, pero no maduró ni se identificó con el personaje, no llegó a entender o crear sus motivaciones, su interior, quedando al final como un personaje plano. Por otro lado, el escritor exuda cierta incomodidad ante las facetas más polémicas del Casement, como su condición y preferencias sexuales, su rechazo y conspiración hacia la corona británica, y su alianza con Alemania. En estos episodios, el escritor coloca cierta distancia entre sí mismo y el protagonista del libro, lo que impide aún mas llegar a sumergirse en el protagonista.
En algunos momentos, intentando justificar este, para mí, patinazo literario de un escritor tan reconocido, me he montado en la cabeza novelas “conspiranoicas” donde influyentes ciudadanos británicos pedían al nominado al Premio Nobel que revisase la imagen del imperio a cambio de su apoyo o donde editores sin escrúpulos presionaban para sacar al mercado una novela que todavía no había sido escrita como si el marketing pudiera arreglarlo todo. Pero eso es una novela que alguien podría escribir y no voy a ser yo.
Conclusión… mejor no.
Isabel Márquez