Título completo: La vida de los clones
Ilustraciones: Jon Juárez
Año: 2017
Editorial: Aristas Martínez
Género: Novela (ciencia ficción)
En un mundo muy parecido al nuestro, la humanidad creó seres de fantasía para amarlos y divertirse con ellos. Esta historia comienza cuando se les concede la libertad.
Estas mascotas se convierten en un personaje múltiple que aglutina la experiencia excluyente que soportan las minorías culturales. En un terreno más universal, todo ello alimenta el gran tema de la mejor literatura fantástica: la relación entre lo natural y lo artificial.
La vida de los clones: una existencia de consumo
Las mascotas siempre han sido un símbolo de status. En el pasado bastaba un perro de raza para proporcionar distinción. Pero, a medida que las clases populares van accediendo a los elementos de status, las clases dominantes deben encontrar nuevas y más exclusivas formas de volver a distanciarse. Los perros dieron paso a mascotas más exóticas, como los reptiles. Después vinieron los tigres y otros felinos. En casos como el de Michael Jackson, todo un zoológico particular. Más tarde los animales dejaron de ser suficiente y los famosos se dieron a adoptar niños y niñas en países en vías de desarrollo, que lucen en los medios como un complemento de moda más. Llegará el momento en el que estos pequeños (cuanto más racializados mejor) no basten, y ahí entran la ciencia ficción y la fábula de Miguel Espigado.
El mundo de La vida de las clones es muy similar al nuestro, tanto que podría serlo en un futuro inmediato. La tecnología permite la creación de vida artificial. Un científico japonés, Zatoichi, es el artífice de los clones, «mascotas mágicas» que pueden adoptar las formas más fantasiosas. Personajes de manga y animación, creaciones de la Disney… o, para los más pudientes, modelos únicos a medida. El núcleo de la producción, monopolizada por Industrias Zatoichi, se encuentra en Asia, donde granjas de mujeres alumbran a los clones mediante gestación subrogada. La historia comienza a sonarnos.
Una historia sórdida
El protagonista, Pima, es un tigre antropomorfo de pelaje púrpura y dotado de cuernos. Fue el capricho de Michael, una estrella mundial del pop, quien lo mantenía confinado en su mansión Wonderland. Allí convivía con otros clones y con los hijos del artista, en esencia unas mascotas más. La muerte de Michael arranca a Pima de su mundo, comenzando la acción en Pekín, amnésico, en un universo nuevo del que desconoce absolutamente todo.
La vida de los clones es una novela de búsqueda, en la que Pima procura tanto su identidad como el sentido de la existencia. Su periplo lo reunirá con Pailulu, una muñeca kawaii que se convierte en su mejor amiga y confidente. Ambos formarán un proyecto de música electrónica experimental. Este les pondrá en contacto con Pac-O, un humano obsesionado con ser padre, y Castor Celsius, un clon de factura Disney que terminará liderando un movimiento de liberación llamado El Rapsoda Ciego.
El destino de todos ellos pasa por Burmodia, país que linda con China y que se ha convertido en el paraíso de los clones. La novela transcurre en la época en la los clones dejan de ser legalmente mascotas y pasan a ser sujeto de derechos reconocidos por las leyes internacionales, y Burmodia se erige como su tierra prometida. Allí los clones se encuentran seguros y son libres, aunque solo sea para comerciar con su existencia sin pasar por las manos de Industrias Zatoichi.
Una alegoría cruel
Miguel Espigado conoce bien China: vivió en ella cuatro años, ejerciendo la docencia. Por eso (y por su pericia literaria, claro) logra transmitir con tanto acierto el caos fascinante de aquel país. Las multitudes, los callejones, los pequeños restaurantes y tiendas abiertos por la noche, los timadores, la suciedad y el desorden arquitectónico de los barrios humildes, el contraste brutal entre clases sociales y entre entornos rurales y urbanos…
Pero conoce igual de bien la peor cara del mercado de adopciones internacionales. La que viven China y otros países de su entorno, la que no vemos desde este lado. Las adopciones fallidas y los nacidos «con defecto» de las gestaciones subrogadas, que en ambos casos terminan olvidados en orfanatos, la corrupción funcionarial y el laberinto burocrático. Las mafias, los bufetes sin escrúpulos, las granjas de mujeres y la miseria moral que rodea a aquellas que existen solo por su valor comercial como gestantes y a los que nacen como bien de consumo, para satisfacer el anhelo de paternidad de personas acomodadas del mundo rico.
Pima y el resto de mascotas mágicas de La vida de los clones son la culturas minorizadas. Las personas racializadas que, para los ricos del mundo desarrollado, existen como objeto. Mano de obra para sus fábricas, atrezzo para sus vacaciones exóticas, juguete sexual de usar y tirar, «unidad gestante» para su bebé, hijo-mascota-complemento de moda. Son aquellos que no pueden contar su historia con su propia voz.
Una narración viva
Relatada en primera persona por Pima, alternando pretérito y presente, La vida de los clones es una historia que respira, una narración orgánica en la que el escenario se imbrica con los personajes para conformar un protagonista global. La odisea de Pima es también un retrato de China, de su vida diaria sujeta a las veleidades del Partido Comunista. Un país que intenta mantener su identidad sacudida por la globalización y las contradicciones del comunismo de mercado.
Un golpe de ventisca rompió nuestro paraguas de diez yuanes y lo elevó por los aires. Pac-O, Celsius y yo lo vimos aterrizar en el suelo como un murciélago atropellado mientras el aguanieve nos abofeteaba desde el fondo de la calle. No tenía sentido luchar por un taxi contra las mujeres que chapoteaban en los charcos con sus zapatos de súper plataforma; los humanos tenían prioridad, era una ley no escrita. En lugar de eso, nos refugiamos en un restaurante tipo dinner junto a los camellos nigerianos que habían salido huyendo de las esquinas donde vendían su veneno a precio de cocaína traída de Marte.
Con 206 páginas, que se dividen mediante separadores en secciones sin título o numeración, es una lectura viva, con un ritmo cómodo y un estilo propio de un diario personal o de un libro de memorias. Algo de la narrativa oriental se coló también en La vida de los clones, con su comienzo in medias res y su final abrupto, que podría no convencer a algún lector. Tiene, con todo, un comienzo muy vigoroso, que en unas pocas páginas aporta mucha información sobre el mundo que ambienta la historia. Preludio perfecto para una narración que, en determinados pasajes, tiene mucho de road novel y parece beber directamente de En el camino de Jack Kerouac.
Una reflexión molesta
La lectura de La vida de los clones es una nueva visita de la ciencia ficción a uno de sus pilares: la vida artificial y el mito del eterno Prometeo. Es también una reflexión sobre las implicaciones éticas de la vida artificial y la difícil convivencia del ser humano con su creación, una versión perfeccionada de sí mismo destinada a superarlo y reemplazarlo con el tiempo. Para Miguel Espigado, esta relación va desde la fascinación cuasi religiosa de sujetos particulares (no falta la parafilia sexual) hasta la supresión de derechos y la restricción de libertades por parte de los gobiernos conservadores occidentales.
Es un retrato, en cierto modo, de la incapacidad de Occidente para solucionar los problemas que ha creado. En La vida de los clones toman la voz aquellos que quedan aplastados por estas decisiones ajenas, por el turismo masivo (incluido el turismo sexual), la contaminación y la sobreexplotación de los recursos, la inestabilidad política o la corrupción generalizada. Todo pasado por una lente que se enfoca en la realidad de China y países del sudeste asiático (Burmodia parece un trasunto de Birmania o Thailandia) para fascinar con su caos y su bullicio. Un delirio de formas, hermoso en su sordidez, como si William S. Burroughs describiese El jardín de las delicias de El Bosco.
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Fotos: JR Korpa. Unsplash