Obra ganadora de los Premios Guillermo de Baskerville 2018. Categoría de libro de relatos.
Año: 2017
Género: Libro de relatos (Ciencia-ficción)
Editorial: Torremozas
Jaulas de aire, barrotes de pensamiento
Hoy traigo un libro de relatos de ciencia ficción, el enésimo que nos ha llegado de estas características —y los que quedan—. Sin embargo, este Jaulas de aire de Arantxa Rochet tenía desde el principio algo especial. El primer libro de la autora, ciencia ficción distópica en pequeñas dosis, de la mano de una editorial curiosa, pionera y valiente como Torremozas… Pues la cosa prometía, y eso puede convertirse en un fardo muy pesado por estos lares.
Pero no, resultó que Jaulas de aire era aún más de lo que lo que prometía. Se trata de diez relatos independientes ambientados en un futuro terrible —¿cuál no lo es?— al que es mejor no asomarse. Cuando hablo de un futuro, así en singular, me refiero a que la autora, sin anunciarlo, dejándolo caer, mostrándolo lo suficiente como para que el lector lo descubra, parece que ha creado un único mundo y que todos los relatos están basados en él. Cada uno de los cortes muestra un aspecto diferente de un futuro opresivo, maniático, compulsivo, desigual y retraído sobre sí mismo. Distintos personajes, distintas situaciones, incluso distintos momentos, pero una misma realidad. Como suele ocurrir en este subgénero, el protagonismo que no tiene el optimismo lo acapara la crítica social a nuestra sociedad presente, escondiéndose entre líneas una lección para el lector: abre los ojos, pues en el futuro no será necesario que cometas un crimen para que vayas a la cárcel, y no tendrán que encerrarte para privarte de tu libertad. Como se puede comprobar, el título de la obra no podía estar mejor elegido.
Tal vez lo mejor es que la autora se desmarca de las pautas narrativas típicas de la ciencia ficción —a veces un tanto obvias y toscas— y se decanta por formas más sutiles de narración. Arantxa Rochet sacrifica un poco el carácter visual, el impacto fácil, para potenciar los otros sentidos. Digamos que no es una tormenta —que, por otro lado, ves venir— sino una lluvia incesante que casi sin darte cuenta termina calándote tanto o más. Es cierto que esto hace que los relatos tengan una digestión algo más lenta, pero me parece una forma sensacional —y, repito, muy poco común en el género— de entregar el mensaje. Sorprende en una autora novel. Y para bien.
Las risas resuenan en mi garganta con un tono de eco cuando me paro en esa otra plataforma de compras. Aquí me miran desde que llego, ni siquiera esperan a verme más de unos segundos en la misma posición. Sé qué es lo que les llama la atención. Soy como una acuarela en un vaso de agua.
Deshecha.
Antes de ponerme con los relatos uno por uno, que son solo diez y se merecen su espacio y reflexión, quiero mencionar el acierto —otro más— con el lenguaje escogido. Sin palabros, sin conceptos de difícil comprensión, con solo unas nimias diferencias con respecto a nuestro mundo, Jaulas de aire consigue crear escenarios, a una misma vez, imposibles y totalmente creíbles. El dominio que tiene la autora de los tiempos es impresionante, sobre todo cuando consigue que la narración siempre obedezca a los propósitos del relato. Vuelvo a preguntarme cómo es posible que un libro tan adulto, tan serio, tan bien planificado y ejecutado sea ópera prima.
Diez visiones del futuro cercano
Jaulas de aire empieza con «Cinco milésimas», una historia de IAs cuyo castigo por retrasarse una vez en el trabajo es convertirse 24 horas en humanos. Una especie de fábula de Pinocho invertida, cuyo mensaje prohumanista me dejó un poco frío —pero eso es algo de gusto personal—. Es una muy buena muestra de lo que está por venir.
En «Chimenea», la autora empieza a soltarse, a dejar ver qué es lo que va a encontrarse el lector en lo que resta de libro. Un relato de ritmo delicioso, con cierto aire de película en blanco y negro, y donde el peculiar escenario —que es lo que, al fin y al cabo, lo convierte en un cuento de ciencia ficción— queda sutilmente desdibujado en el fondo, formando dos niveles de gran complejidad.
«Hogar, seguro hogar» no abandona la esencia del libro, pero sí es cierto que es de los cortes que buscan el impacto visual con mayor prisa e insistencia. Aun así, no pierde el aire macabro del conjunto e incluso suma mayor angustia.
Creo que «Disfraz» es el segundo mejor cuento de Jaulas de aire. No ya porque tal vez sea el que critica con mayor ferocidad a nuestro mundo consumista actual, sino porque conforma un in crescendo trepidante que además es capaz de culminar con un giro de muchos quilates.
Como contrapunto, los dos relatos siguientes, «Amistad» y «Sombra», son un poco menos serios que el resto. No pierden la impronta ni el buen hacer de la autora, eso es innegociable, pero sí que caen en cierta ingenuidad y en poca credibilidad. Nada demasiado grave, también hay que decirlo.
El que podría haber sido mi favorito, «Biointegrada», creo que se pierde un poco al final. Pese a ello, la idea en la que se basa, la ambientación y el efecto «cansado» maximizan un cuento que puedo valorar como tremendo sin que me tiemble el pulso.
Seguimos arriba con «Animales», uno de los relatos más representativos de toda la colección. Se ve bastante claro que no abandonamos el mismo mundo siempre representado, pero es capaz de transportarnos un poco más allá: hasta donde es capaz de llegar este ser humano habitante de un futuro tan perverso, aséptico y esquizofrénico.
«Tierra» es de los menos sutiles de Jaulas de aire. Se asegura de que su mensaje quede más claro sin aportar una historia verdaderamente rompedora en el conjunto, por lo que yo lo hubiera colocado más al principio. Sigue dándonos pistas sobre ese futuro donde civilización significa lo opuesto a naturaleza.
Solo te queda ese viaje: Nela y tú lo haréis juntos, seguro que al final le gusta, vacaciones en la playa con el sol incluido, y por unas horas podréis sentaros en una arena que parecerá de verdad y sentir en la piel un sol que dará calor y ella reirá, sí, reirá, como hace tiempo que no lo hace cuando sienta el agua del mar tocar sus pies y por un rato se olvidará de la tos, del inhalador, y volverá a mirarte con esos ojos pequeños como cuando os conocisteis y no dirá nunca más «por qué has hecho esto, Shon, por qué has hecho lo otro, Shon». Por qué.
La cita anterior pertenece a «Respira», relato final y colofón inmejorable a un libro tan redondo. En segunda persona, lleva un paso más allá el tema del enclaustramiento tantas veces tratado en la colección. Construye las sensaciones paso a paso, sin perder los nervios, dirigiendo al lector a un final por todo lo alto que queda abierto y cerrado al mismo tiempo. Eres tú el encargado de escribir la última línea. No puedo ocultar que es mi corte favorito y uno de los mejores que he leído en lo que llevamos de año.
Creo que todo lo expuesto en esta crítica apunta muy claramente en una dirección: Jaulas de aire es un libro a tener en cuenta y Arantxa Rochet es una autora a la que hay que seguirle la pista desde ya.
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Foto: Alexandr Bormotin. Unsplash