Título original: The Long Way to a Small, Angry Planet
Idioma original: Inglés
Año: 2014
Editorial: Insólita (2018)
Género: Novela (ciencia ficción)
Traducción: Alexander Páez
El largo viaje a través del espacio
De las tres publicaciones de la joven editorial Insólita, ya he leído dos: El archivo de atrocidades y esta que os propongo hoy; la tercera me espera, me mira seductora desde la mesita. Esto no tiene que significar nada, claro, puesto que a veces nuestras lecturas son pautadas por la novedad de turno; sin embargo, declaro aquí y ahora que la línea editorial de este sello en cuestión me está resultando tan encantadora que le reservo un sitio muy especial en mi corazón. Dicho esto: estoy 100% segura de que El largo viaje a un pequeño planeta iracundo va a estar entre mis lecturas predilectas de este año. Y estamos en febrero. Sí, 100%. Aquí no nos andamos con chiquitas.
La Peregrina es una nave espacial tuneladora. Su más reciente miembro es la joven asistente Rosemary, quien parece estar huyendo de algún pasado incierto y que encontrará un pequeño hogar entre la variopinta tripulación que la forma. De este punto parte El largo viaje a un pequeño planeta iracundo, justo antes de que dé comienzo esta travesía a través del espacio que llevará a este grupo a correr una serie de aventuras deliciosas, angustiosas y agónicas para el lector en muchas ocasiones.
Es el trozo de piedra de aspecto más iracundo que he visto jamás.
Ya sabéis: a mí la ciencia ficción me gusta cuando presenta reflexión, movidas existenciales y toda la pesca. O mejor dicho, me gustaba. Porque El largo viaje a un pequeño planeta iracundo es una super aventura de ciencia ficción, una space opera con todas las letras, y me ha rechiflado, entusiasmado y maravillado. Claro que se trata de una obra muy particular, en la que hay una profunda humanidad y un desarrollo magnífico de los personajes, y en la que la tripulación de la Peregrina se convierte poco a poco en una familia a la que sabes que, al terminar la lectura, echarás de menos. Porque pese a lo que pueda parecer por cualquier breve resumen, esta no es la historia de Rosemary, sino la historia de todos los seres que pueblan la nave. Se trata de una novela muy coral, pero integrada a la perfección, desde una narración externa que se aproxima, mediante calas, a las vidas de cada uno de los personajes y de sus relaciones entre sí. Y Becky Chambers realiza esto a la perfección, es aguda, es certera y tiene un buen hacer maravilloso. La cadencia de la novela es magnífica, tiene un tempo estupendo y los conflictos surgen de un modo natural y muy equilibrado y coherente. Y aquí no hay una presentación de reflexión como tal: Chambers es tan buena que te la plantea sin apenas plantearla.
Ciencia ficción desde la tolerancia
Pero a todo esto hay que añadirle un elemento fundamental: la comprensión y la tolerancia que emanan de la novela. El largo viaje a un pequeño planeta iracundo es el fruto de un profundo interés en el poscolonialismo, una obra desde la bondad y no desde el «nosotros, que somos los mejores». Y a lo mejor no os imagináis lo mucho que eso mola. La mirada que Chambers propone es una delicia, porque no se centra en imprimir un carácter altanero (ni perdonavidas) a ningún humano. Cada una de las razas/especies que aparecen en la galaxia tendrá una serie de rasgos a los que nos acercamos con cercanía, pero sin maldad ni centrismos de ningún tipo. Es una auténtica pasada: la visión de los personajes es un auténtico goce. Necesitamos más obras así. Y yo quiero leerlas todas. Ni siquiera necesita, ya os digo, de una reflexión profunda para realizar tanto una crítica a la historia como a la perspectiva cerrada que tenemos al enfrentarnos con otras civilizaciones.
Para algunos humanos, la promesa de un trozo de tierra merecía cualquier esfuerzo. Era una clase de comportamiento curiosamente predecible. Los humanos tenían una larga y documentada historia de hacerse un hueco a la fuerza en lugares en los que no pertenecían.
Aprovecho esta cita para comentaros que, aunque Insólita nos ha cedido un ejemplar traducido, yo he leído la novela en inglés (la compré hace tiempo y no ha sido hasta ahora cuando le he dado una oportunidad). Me parece que Chambers es, como ya os he comentado, una excelente narradora, que hila a la perfección las tramas y que presenta una historia solvente, ingeniosa y con unos conflictos muy bien presentados y ejecutados. No se trata de una prosa que se detenga en lirismos, pero está realmente bien escrita, se nota en la construcción de los personajes, el ritmo, los momentos de mayor carga emocional. Porque El largo viaje a un pequeño planeta iracundo es una novela con una inmensa carga emocional, porque es, a fin de cuentas, una novela sobre el amor, sobre sus manifestaciones y posibilidades, sobre el querer a alguien, sea un amante, un familiar o un amigo, tenga las patitas que tenga y se reproduzca como se reproduzca. Por muy extraño que pueda resultar desde fuera; os puedo garantizar que lo veréis con otros ojos cuando acabéis de devorar (porque no se puede hacer otra cosa con esta obra) este canto a todos los amores y a todas las bondades que pueden existir ahí fuera.
No solo es El largo viaje a un pequeño planeta iracundo una muy buena carta de presentación de un futuro para el mundo y las relaciones entre especies (de verdad: si vamos a tener un futuro, espero que sea algo parecido a este), sino que tiene además una última cosa muy positiva: ¡lenguajes! En este punto me ha recordado mucho a Embassytown, la magnífica novela de China Miéville (y estoy segura de que se parece a la película La llegada y el relato de Ted Chiang en que se basa, pero no me he acercado a dichas obras aún). En el tratamiento de los lenguajes Chambers realiza el mismo acercamiento que con el resto de los elementos de la obra: cercanía, sensibilidad, comprensión. Pero, por supuesto, esto no quita que se haga gala aquí de una brillantez absoluta en la creación, que también se ha mostrado en los distintos seres que pululan por los mercados y las naves de la obra. Lo que más me ha gustado no es el lenguaje en sí, sino los encuentros que se producen entre personajes que hablan lenguas distintas, las formas de expresarse, la representación de conceptos y la existencia o no de términos según la necesidad. Chambers es muy consciente de la problemática lingüística y la humildad de Rosemary, el personaje que más en contacto está con otras lenguas, y su visión inocente pero capaz son herramientas excelentes para que el lector comprenda cómo va esto.
Si yo fuera vosotros, cogería ahora mismo el monedero, saldría a la calle e iría a la librería más cercana para comprar el libro. Luego volvería a casa, me sentaría en el sofá y me prepararía para horas de deleite y de emoción en el espacio. Por mi parte, estoy que me muero por el segundo libro de la trilogía, A Closed and Common Orbit.