Título completo: Una mirada a Alice B. Sheldon
Autor: James Tiptree, Jr. (pseudónimo de Alice B. Sheldon)
Idioma original: Inglés
Ilustraciones: Chari Nogales
Año: 1976-1988
Editorial: Crononauta (2021)
Traducción: Carla Bataller Estruch
Coordinación: Elena Lozano
Género: Antología de relatos (ciencia ficción)
Una mirada a Alice B. Sheldon es una colección de tres noveletas y un ensayo de la autora estadounidense que empleó el pseudónimo James Tiptree, Jr., entre otros. Tres narraciones sólidas y rotundas que reflexionan acerca de la sociedad patriarcal, de la relación del hombre con la naturaleza y de la fascinación por lo inexplorado.
El anhelo de Alice B. Sheldon
Alice B. Sheldon nació en 1915 en el seno de una familia de intelectuales y recibió la educación que le correspondía a una señorita de aquel estatus. Además, pasó una buena parte de su infancia viajando con sus padres por África, donde entraron en contacto con algunas comunidades que hasta ese momento habían estado aisladas de la cultura occidental. Esta fue una experiencia decisiva para su fascinación por la otredad y por la exploración de lugares ignotos, presente en su literatura (en este volumen, en la narración «Lo mejor que podemos hacer»).
En su juventud fue artista gráfica y crítica de arte para el Chicago Sun Times y, tras un primer matrimonio fracasado, se incorporó al departamento de inteligencia de las Fuerzas Aéreas del ejército de su país durante la Segunda Guerra Mundial, donde tuvo la oportunidad de vivir y trabajar en una comunidad en la que las mujeres tenían igualdad de oportunidad y consideración con respecto a los hombres. Igual que muchas mujeres de su generación, sintió una profunda decepción al tener que abandonar esta comunidad igualitaria con el retorno de los hombres de la guerra y la vuelta al anterior statu quo patriarcal, si bien continuó siendo agente de la CIA durante algunos años.
Tras la guerra, se casó con su segundo marido, de quien tomó el apellido Sheldon, y se doctoró en psicología experimental. Aunque ya había publicado algún relato como Alice Bradley, en esta época decide empezar a escribir relatos para revistas de ciencia ficción bajo pseudónimo; en primer lugar, para proteger su reputación como investigadora en psicología, y en segundo, para evitar el desdén de los editores hacia una mujer escribiendo ciencia ficción.
Su verdadera identidad se mantuvo secreta durante casi una década, hasta 1977. Si bien se sabía que James Tiptree, Jr. era un pseudónimo, el consenso general era que se trataba sin duda de un hombre (aunque no todo el mundo estaba de acuerdo). Sheldon fue una escritora de cartas dedicadísima, en las que relataba toda la verdad acerca de su vida excepto su género asignado, y mantuvo largas relaciones epistolares con otres escriteres de su época, como Ursula LeGuin, Joanna Russ, Robert Silverberg o Frederik Pohl. Su verdadera identidad se descubrió con la muerte de su madre, cuando uno de sus corresponsales cruzó la información relatada en sus cartas con una esquela aparecida en prensa y dedujo que James Tiptree, Jr. era en realidad Alice B. Sheldon. Creo que a poques les sorprenderá que LeGuin y Russ mantuvieron su relación con ella, mientras que Silverberg, que consideraba la idea de que Tiptree fuera una mujer de todo punto ridícula, cortó su relación con ella en seco.
Mucho se ha especulado sobre la identidad de género de Sheldon —si era un hombre trans o una mujer lesbiana, a la postre—, pero personalmente creo que lo mejor es no imponerle etiquetas que ella no eligiese para sí misma, especialmente ahora que ha fallecido y no puede matizarlas. Lo que creo que podemos extraer de sus declaraciones al respecto y de su forma de escribir es que desde luego era una disidente de género, pero me parece que lo mejor es dejar el resto en el aire. De haber tenido el vocabulario del que disponemos ahora, quizás hubiera optado por no adoptar ninguna etiqueta de igual forma.
Houston, tenemos un problema
Es la primera vez que leo a Sheldon y debo decir que me ha sorprendido muy gratamente su dominio absoluto del formato corto; también me ha apenado que sea un nombre prácticamente desconocido entre les lecteres y espero que Una mirada a Alice B. Sheldon cambie eso.
La primera narración del volumen, «Houston, Houston, ¿me recibes?», una noveleta que se acerca a las veinte mil palabras de extensión, cuenta la historia de la tripulación de la nave Pájaro Solar, compuesta de tres hombres: el lascivo Bud, el devoto comandante Davis y Lorimer, nuestro narrador, un hombre más tranquilo y cerebral con complejo de «macho beta». Tras un pequeño accidente cerca del Sol, la tripulación de la Pájaro Solar trata de contactar con la Tierra y recibe respuesta de una torre de control repleta de mujeres, que les indican que la posición del planeta no es la que ellos creen. Tras algunas confusiones, los hombres se enteran de que han dado un salto de siglos hacia el futuro y entran en contacto con otra expedición femenina que se ofrece a llevarlos de vuelta a casa. Lorimer no puede evitar pensar que hay algo que no les están contando.
«Houston, Houston, ¿me recibes?» retrata diferentes formas de masculinidad tóxica con una mordiente que solo te puedes permitir cuando todo el mundo cree que tú también eres un hombre. Remite a Matriarcadia (Herland) de Charlotte Perkins en su espeluznante vigencia —hace cien y cincuenta años que se escribieron, respectivamente— y por repetir el esquema de los tres hombres en contacto con una cultura matriarcal, los dos con una actitud claramente brutal y/o condescendiente, y el tercero que parece el buen tipo, pero es tan malo como los otros dos. Sheldon emplea una serie de analepsis que solo están ligeramente marcadas para dar dinamismo al relato, que por lo demás es robusto y sin agujeros.
«Esterilidad forzada», publicado con el pseudónimo de Raccoona Sheldon, es más breve que las otras dos narraciones, alrededor de las ocho mil palabras, un collage de textos que incluye cartas, diarios, artículos de prensa e informes, en el que se relata el auge de una epidemia de feminicidios, que muchos achacan al crecimiento de una secta apocalíptica misógina, pero que los protagonistas del relato sospechan que tiene un origen químico o biológico, sobre todo por estar concentrada en el paralelo 30 y alrededor de todo el planeta. Su párrafo final es absolutamente lapidario y sobrecogedor.
Cabe destacar el esfuerzo de Crononauta por respetar las instrucciones originales de la autora y emplear tipografías diferentes para cada tipo de texto, cosa que no se había hecho anteriormente y que facilita mucho la lectura y la inmersión.
La tercera narración vuelve a ser una noveleta o casi novela corta, al borde de las veinte mil palabras de extensión, y se titula «Lo mejor que podemos hacer». Trata de una adolescente apasionada por la exploración espacial que se escapa de casa en una pequeña nave privada y decide viajar hasta un sistema desconocido en busca de otros dos exploradores perdidos. El principio se hace un poco pesado, pero da la información necesaria para establecer el conflicto central del relato.
De esta narración, quizás mi favorita de los tres, me gustaría destacar su ausencia de maniqueísmo a la hora de presentar y desarrollar a lo que es al fin y al cabo la otredad más absoluta. El conflicto se desarrolla entre diversos personajes de dos bandos diferentes, cada uno con su historia personal y sus motivaciones. El conflicto no surge de la maldad y la voluntad de herir, sino de una serie de malos entendidos trágicos e ignorancia de las circunstancias del Otro, lo cual es francamente refrescante en un género en el que destaca la vena belicista, especialmente en la época en la que escribió Sheldon.
Los tres relatos tienen en común una estructura ajustadísima en la que se genera una tensión casi insoportable a medida que les protagonistas se encuentran atrapados en una situación amenazante en la que el origen de la amenaza no es claro, sino que se va sospechando hasta que se confirma cada una con un final completamente demoledor, que no deja ningún cabo suelto y sí una sensación de satisfacción y estremecimiento. Sheldon tenía un notable sentido de lo trágico y lo sobrecogedor —en ese sentido me recuerda, si bien sus estilos y temáticas no tienen absolutamente nada que ver, a Liu Cixin—.
Algo que también llama la atención al compararla con sus contemporánees es la franqueza con la que habla de sexo. El deseo y la excitación sexual forman parte del paisaje interior de sus personajes de una manera que rara vez se ve en el género hasta décadas después de la época de Sheldon.
Una mujer escribiendo ciencia ficción
El texto que cierra la colección es un breve ensayo firmado por Sheldon con su nombre legal en el que responde algunas preguntas acerca de su motivación para escribir, los temas que le interesan y su situación como miembro de la industria. Junto con los posfacios a cada narración escritos por Elena Lozano y la información biográfica que podamos encontrar sobre ella en internet, podemos obtener una visión de conjunto que nos ayude a interpretar la obra de esta extraordinaria mujer.
Recomiendo Una mirada a Alice B. Sheldon a quienes amen el formato corto y a quienes aprecien el sentido de la maravilla de la ciencia ficción de los 70, pero quieran un enfoque feminista, ecologista y más transversal.
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Foto de Niketh Vellanki en Unsplash